-A una semana del día del padre y a un mes de celebrado el día de la mamá, hacemos una reflexión sobre el envejecimiento de los que nos criaron: cómo se sientes ellos y cómo nos afecta a nosotros.
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En algunas farmacias, entregan la tarjeta de “adulto mayor” a partir de los 50 años. Para unos es muy bueno, porque trae descuentos, pero para otros se les viene la vida encima y no pueden creer que ya comiencen con un trato diferente en la sociedad. Eso es una excepción de las cadenas farmacéuticas, porque en realidad la “vejez” empieza entre los 60 y los 65 años.
Este es un problema de nuestra sociedad occidental que ve a los ancianos como personas en decadencia que ya no tienen ningún rol importante que cumplir o que aporte. En lugar de verlos como personas con experiencia, los “envían” a una posición social donde no molesten: lugares especiales para ellos, así dejan de ser parte de la rutina y los “olvidamos”. Es un poco lo que relata el documental Nosotros, ganador del Premio Especial del Jurado en el último FIDOCS.
“Cuando hablamos de los adultos mayores, la mayoría del tiempo lo hacemos desde la distancia, olvidando que nosotros somos y seremos ellos mismos. Hombres y mujeres que ya han recorrido una larga vida, comparten sus recuerdos y experiencias, y nos hablan de un pasado difícil de recuperar”, dice la sinopsis.
La nueva “condición” social
A esa edad nuestros padres comienzan a reorganizar su vida: jubilan. Ya no tienen una actividad que les ocupe el día, no se tienen que preocupar de sus hijos porque hace rato que son independientes y empiezan, ahora sí, con el trato “especial” (boletos de metro diferenciados, asientos especiales para ellos, circuitos turísticos diseñados sólo para ancianos y en algunos casos, asilos). La edad se les viene encima y comienzan con cambios biológicos y psíquicos.
Pero no todo es tan malo, para algunos esta etapa de la vida es para disfrutar al máximo y aprovechar de hacer todo lo que dejaron de lado cuando estaban llenos de obligaciones y responsabilidades.
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Los hijos frente al envejecimiento
Lo primero que “choca” es la inversión de roles, ahora son los hijos los que tienen el papel protagónico en la familia porque son ellos los que empiezan a obtener logros personales, los padres se quedan en un papel más secundario porque eso ya lo vivieron. Cuando los progenitores han tenido una función de liderazgo familiar, les cuesta un poco asumir este nuevo estado de jerarquías.
Hay algunos hijos que no quieren asumir la edad de sus padres y los siguen viendo como eternamente jóvenes. No sé si eso esté mal, pero trae problemas: no se fijan en los cuidados que necesitan sus progenitores y que encima les demanden cosas (se enojan si sus padres están más lentos o si no son capaces de entender algo).
¿Qué hacer?
Lo primero, fijarse en las necesidades de esos nuevos “viejos”. Aceptar la situación como un proceso natural por el que todos pasaremos. Aliviar a los padres, si es que están muy agobiados con el tema. Si es que lo último es muy difícil, lo mejor sería hablar en conjunto con un especialista (un geriatra o un psicólogo). Si es absolutamente necesario, contratar a alguien para que asista al adulto, pero si aún pueden hacer cosas por sí mismo, dejarlo solo porque así todavía se sentirá útiles.