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La cuestión gay

¿Cómo se educa un país a aceptar la tolerancia sexual?

Todo el mundo se alegra de que Ricky Martin haya salido del closet menos yo. Su “gesto de valentía” me deja tan helada como la aplaudida aparición de un chico gay en la pasada campaña presidencial de Piñera.

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No quiero ser aguafiestas, pero ni Ricky ni el chico de la franja pierden nada al declarar su homosexualidad. Al contrario. Son quienes ven en ellos un ejemplo a imitar afuera del oasis de Internet o la TV, los que se ganan el rechazo de sus padres, la burla de los amigos o el despido del jefe.

He crecido rodeada de amigos gays y quizás porque he vivido de cerca sus dramas personales, cada día soporto menos las actitudes paternalistas hacia el tema. Sentirnos mejor como sociedad porque ya nadie se impacta que una celebridad tenga “otra orientación sexual” o porque en nombre de la diversidad un candidato presidencial aparezca al lado de un homosexual es fuera de superficial, horriblemente cínico.

La realidad gay en Chile es absorbida como un fenómeno del espectáculo. Pero ¿qué pasa una vez que se apaga la tele? No tenemos ni ministros, diputados, académicos, intelectuales públicamente gay.

Me gustaría que un día no fuera tabú decir que Gabriela Mistral era lesbiana. Que los medios ahondaran social y culturalmente sobre nuestra historia y actualidad gay.

Que ese mismo gobierno de derecha que juega a ser liberal en su campaña hubiera reaccionado ante los dichos homofóbicos del cardenal Bertoni con la misma indignación con que lo hizo un ministro de Sarcozy. No soy tan naif: sé que el stablishment de la Iglesia es más fuerte (¡y no el amor!, como dijo el Juan Pablo II alguna vez), pero mientras la cuestión gay se profana con la pedofilia de los curas y el bronceado de Ricky Martin, las preguntas que importan siguen perdiéndose por un hoyo negro.

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¿Qué hacer con los cientos de adolescentes que -en parte gracias a libertad de la web- salen del clóset y luego son rechazados por sus familias y colegios? ¿Cómo se educa un país a aceptar la tolerancia sexual? ¿Cuál es el último argumento “moral” para negarles a las parejas gay el derecho a adoptar y a casarse?

Si no hay un debate serio sobre la homosexualidad en Chile es porque nadie esta dispuesto a darlo. Seguir escuchando los alegatos moralistas de cierta derecha es un dolor de cabeza innecesario. Ya sabemos lo que piensan. Ahora le toca a los políticos e intelectuales autodenominados progresistas hacerse cargo del tema.

Hace un tiempo el diario New York Times sacó una serie de artículos sobre la primera generación de hijos criados con padres gays. La investigación concluía que nadie era gay porque sus padres lo fueran ni sufría algún trastorno psicológico por el tipo de familia que tenían (la OEA piensa lo mismo sobre el caso de la jueza chilena despojada de la tuición de sus hijas por ser lesbiana).

La semana pasada el mismo diario publicó un interesantísimo reportaje sobre la homosexualidad en los animales abriendo la interrogante sobre nuestra propia morfología sexual. Un matrimonio gay de Brooklyn cuya hija adoptiva era amiga de mi hijo asistía a las reuniones de padres sin que nadie levantara una ceja. Y así sucesivamente.

Bueno, eso ocurre en USA podrán argumentar.

Pero mientras nosotros nos aprontamos a bailar la nueva música queer de Ricky Martin, el resto de América Latina nos da lecciones de progresismo (hay matrimonios gay en México y en la provincia de Buenos Aires, y en países como Uruguay y Colombia existe una ley Unión Civil como premio de consuelo).

Da igual que Ricky Martin haya salido del closet. Es “la cuestión gay” entera la que debería hacerlo.

Foto destacado: kristiewells

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