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Todo ocurrió una fría noche de invierno “newyorkino”, en el departamento de mi amigo Mike, junto a la chimenea, mientras compartíamos una copa de un grueso vino tinto refugiándonos del frío. En eso, alguien toca el timbre y Mike le dice rápidamente que suba. El único comentario que me hace antes de pararse para abrir la puerta es “esta mina que viene está muy loca”…abre la puerta y entra Mimi; una mujer mezcla de japonesa con china, nacida en Suiza y viviendo en Nueva York. Eso fue lo menos raro que supe de ella esa noche.
Después de hablar del frío, de la nieve y servirle vino, le pregunté a qué se dedicaba; Mike mientras hablaba por teléfono a unos metros de distancia le dice algo como: “dile Mimi, el es sexólogo…” y tímidamente me responde: “soy Dominatrix”.
Así comienza a contarme de su inusual trabajo, aunque ahora es poco lo que ella trabaja como Dominatrix propiamente tal, ya que se está dedicando a gestionar encuentros de mujeres con los clientes, tiene una especie de agencia y sólo hace algunos trabajos para clientes importantes. Todas las niñas que trabajan con ella son chinas o japonesas y en los contactos con los clientes está prohibido cualquier intercambio de fluidos, las mujeres por lo general están completamente vestidas y tienen una serie de normas y reglas muy claras, aludiendo a que todo lo que queda fuera de ese marco, es ilegal, y que en Nueva York hay una legislación muy clara para este tipo de prácticas.
Los encuentros con los clientes se hacen por lo general en calabozos o sótanos, que están repartidos por toda la ciudad. Me comentó que uno de los mas importantes, era uno abierto hace poco en Wall Street, donde los empresarios y gente de la bolsa, satisface sus deseos menos neuróticos… Los calabozos son custodiados por guardias de seguridad y cámaras y las chicas pueden interrumpir la sesión en el momento que quieren si se sienten amenazadas de cualquier forma.
Dentro de las prácticas más comunes están todas las relativas al Sado-Masoquismo, siendo los clientes los que en la mayoría de los casos, sienten el placer a través del dolor. Más allá de dolor, hay prácticas de sometimiento y humillación, donde los clientes buscan que los insulten, los amarren, los golpeen, les orinen o defequen encima, los pisen con tacos altos, etc.
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El haber comenzado a hablar con ella de esto, fue como apretar play en una canción interminable, mostraba una necesidad imperiosa de sacar todo eso afuera, hablaba y hablaba sin parar de experiencias cada vez más extrañas y perversas. Pero Mimi sabía que algo no estaba bien: en una pausa de su verborrea le pregunté que decía en el tatuaje que tenía en el pie, a lo que respondió: Amor Enfermo.
Luego tomó un trago de vino y me preguntó acerca de mi.