El gas hilarante u óxido nitroso es un gas volátil, incoloro e inodoro. Diferentes ramas de la medicina lo usan como analgésico y anestésico. Se utiliza mezclado con oxígeno.
PUBLICIDAD
Con dosis pequeñas los efectos psicológicos del óxido nitroso consisten en la supresión de sensaciones de dolor y la característica hilaridad. El consumidor puede exhibir un rostro sonriente o caer en un ataque de risa incontrolada. Con dosis medias, suministradas por aspiraciones más profundas, se experimenta una primera fase de excitación cordial, como ocurre con las bebidas alcohólicas, que posteriormente se convierte en sedación y sopor.
Las propiedades anestésicas fueron descubiertas por un dentista norteamericano llamado Horacio Wells en el año 1844, pero setenta años antes ya se usaba con el único fin de producir estados pasajeros de hilaridad.
Su potencial de dependencia física es muy bajo y no se han reportado casos de tolerancia o síndrome de abstinencia. La dependencia psíquica es poco común.
Dentro de ese grupo de “dependencia psíquica poco común” entro yo.
Llevo alrededor de quince años pagándole las ganas a mi dentista y sigo yendo. Cada vez que salgo de su consulta me odio por tarada, sin embargo son tan desagradables los recuerdos que guardo cuando de chica me tapaban una muela o me hacían limpiezas, que me es imposible abandonarlo. Aunque mi cuenta corriente se vea terriblemente afectada y me deteste por descriteriada no puedo resistirme. ¿Seré adicta o una gran cobarde?
Tengo recuerdos vívidos del horror que nos causaba a mis hermanos y a mí visitar a nuestra dentista. Íbamos caminando porque quedaba a tres cuadras de casa y ese recorrido era el verdadero camino al infierno. Llegaba aterrada y sudando helado, sensación que solo aumentaba con el pasar de los minutos. Nos sentábamos en la sala de espera a mirar las fotos de su familia que decoraban el lugar y yo no podía creer que esa mujer monstruosa pudiera tener hijos y quererlos. Ella era el demonio en persona.
PUBLICIDAD
Después de los dolores más insoportables y traumáticos de mi niñez, es sorprendente que hoy llegue a la visita anual al dentista con una sonrisa en la boca. Desde el ascensor empiezo a saborear los maravillosos efectos de este gas. Me sientan, me enchufan una manguera en la nariz, unos audífonos en las orejas y en ese mismo instante abro la boca y me entrego por entera a las manos de aquel hombre que hace posible este viaje de colores y emociones.
Siento que me alejo y mágicamente voy cayendo a un estado de profundo agrado, me envuelve una atmósfera cálida y aparecen en mi cabeza los momentos más felices y placenteros que he vivido. Me cambio de un pensamiento a otro y a ratos deambulo por unos estados bien sensuales y eróticos. Cómo la música que me ponen es siempre la misma, el volón es bien parecido, por ahí se suman uno que otro personaje que antes no existía.
Cada vez que lo inhalo recuerdo cuan bueno es. Lo único malo es que como conozco el CD sé cuando queda poco, lo que indica que no solo me sacarán de mis magníficas ensoñaciones, sino que además tendré que pagar una suma altísima por aquel gustito que siempre sabe a poco.