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Javiera Blanco Suárez: La ministra en la intimidad

Inteligente, pragmática y apasionada son palabras que definen en primera instancia a la ministra del trabajo. Si nos remontamos a su historia personal, se convirtió en madre a los 19, y perdió a su madre con sólo 25 años, dos situaciones que marcaron su vida.

Por Carolina Palma F.

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Fuimos al Ministerio del Trabajo unos días antes del partido de Chile frente a Brasil, y estaba completamente segura de que ganaríamos. «Creo que vamos a ganar 2-1, porque me suena razonable», dijo la ministra.

Su oficina se ubica en pleno centro de Santiago y es, como ella misma la define, muy minimalista: «Me cargan las cosas recargadas, así que como máximo tengo unas flores. Nunca verás nada más», argumenta Javiera Blanco Suárez (41), con su rapidez habitual al hablar.

En una pequeña mesa, al costado derecho de su escritorio, vemos una foto de ella con sus dos hijas, Ignacia (21) y Antonia (17), en un viaje a Bariloche. Al lado, un gran cuadro de su madre, quien murió cuando ella tenía 25 años, marcando su vida y la de su hermano, cuatro años mayor, para siempre.

Si tuviéramos que definir su vida laboral, podríamos concordar que ha sido muy rigurosa y admirable: fue gerente de proyectos de la Fundación Paz Ciudadana, se convirtió en la primera mujer en ser subsecretaria de Carabineros, y el año pasado se desempeñó como la vocera del comando de Michelle Bachelet para la elección presidencial.

Asegura que es creyente pero no va a misa, y pese a su formación católica, está a favor del aborto en los tres casos que ha presentado la presidenta, es decir, violación, riesgo de vida de la madre e inviabilidad del feto. Lo considera justo y necesario.

En marzo asumió como Ministra del Trabajo sin dudarlo, ya que cuenta con la formación necesaria y el apoyo de su familia, especialmente de su marido, Eugenio Ortega –está casada en segundas nupcias– hijo de la ex senadora Carmen Frei a quien, cuentan, conoció en una cita a ciegas.

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¿Estás contenta en este Ministerio?
¡Muy contenta! Este es un tema apasionante, porque tiene rostro, logras impactar la vida de las personas, y estar en un Ministerio que tiene tanto rostro humano es un privilegio.

Retrocedamos. ¿Cómo influyó estudiar en un colegio de monjas –Mariano de Schöenstatt– y además ingresar a Derecho en la Universidad Católica de Chile?
Bueno, primero, soy creyente. Después de haber pasado toda una vida vinculada a la Iglesia Católica hay cosas que quedan, pero no soy practicante, no soy de misa ni de confesiones… Estoy un poco alejada, pero tengo una creencia profunda en Dios. No hay nada mejor en la vida que tener fe, ayuda mucho en los momentos difíciles. Imagínate que perdí a mi mamá joven, y me llama la atención la fortaleza con que algunos logran pasar los momentos duros de la vida. Hay algo interno, fe, fortaleza, que te permite salir adelante, es un don, y la verdad es que me encantaría tener más de la que tengo. Por lo mismo me fue más difícil superar la pérdida de mi madre. Si hubiese tenido más fe, quizás lo hubiese asimilado más rápido, porque la fe te da resignación. Además se junta con que soy muy pragmática, muy terrenal, trato de buscarle una explicación a todas las cosas, pero cuesta pasar por esto y te enrabias más.

¿De qué murió?
De cáncer, un meloma… Fueron dos años de enfermedad. Era muy joven, tenía 50 años y toda una vida por delante, porque además era una profesional bien destacada. Fue presidenta de la Sociedad de Infectología, jefa del departamento de virología de la Universidad de Chile, trabajaba en la escuela de Pregrado y sonó mucho para Decana. Una mujer brillante, que llegó a ser profesora titular de la Chile a tempranísima edad. Y una de las primera especialistas en el VIH.

Es decir, la influencia de ella en tu forma de vivir la vida es total…
Sí, total. Me marcó a fuego. Era muy trabajadora, excelente madre, lograba compatibilizar todo, una esposa maravillosa. Mi padre fue su primer pololo, se casaron y estuvieron juntos toda la vida, hasta el último minuto. Con razón se fue luego, si ya había hecho todo en la vida. Estupenda además, media un metro setenta y seis, modelaba de joven. Era alta, ojos claros, facciones perfectas, muy linda, y todo el mundo lo comentaba.

Fuiste madre a las 19 años, así que tu mamá sí alcanzó a conocer a sus nietas…
Esa es una de las cosas que uno se explica con los años. Me casé a los 19, y mi hermano al año siguiente, a los 24 años. Tuve a mis dos hijas con cuatro años de diferencia, así que conoció a las dos. Con mi hermano hicimos una vida rápida, tuvimos niños jóvenes, entonces quizás la razón era esa. Tiene una explicación, y lo agradezco. Bueno, nadie busca estar casada a los 20, es una vida apresurada. Ahora es maravilloso, mi hija mayor se acuerda de mi mamá, porque yo estudiaba, entonces pasaba mucho con ella. Además las encuentro muy parecidas.

Las vi en la foto que está en la mesa, y son realmente hermosas…
Las dos son preciosas, pero diferentes, partiendo por la altura. Mi hija mayor es diez centímetros más alta. Las dos exquisitas, amorosas, las encuentro preciosas. Además son niñas buenas, esforzadas, quieren a sus padres, independiente de que estamos separados con su papá.

¿Cómo recuerdas ser madre tan joven?
La vida me enseñó tempranamente las responsabilidades y lo agradezco, porque llegar a adulta siendo mimada y media insoportable es bien triste. A los diecinueve me tocó irme de la casa, vivir junto a mi entonces marido, hacerme cargo de una guagua, mientras iba a la Universidad. Después se enfermó mi mamá, viví su muerte, luego me separé. Mi década entre los 20 y los 30 años creo que pasé todo lo que te puede pasar en una vida. Fue la etapa del madurón, fue bueno. Uno nunca debe arrepentirse. Por cierto, no me arrepiento de tener a mis hijas maravillosas. La vida es un aprendizaje y uno es lo que es por su pasado.

Y entre los 30 y los 40…
Me tocó el reposo, la madurez. Entender más qué es lo que quería en mi vida. Ahora, a mis 41 años, tengo a mis hijas grandes y criadas, aunque uno nunca termina de criar (ríe). Es un gran privilegio, porque uno ve a otras ministras o mujeres en el aparato público, con niños chicos, y se les hace muy difícil. Además son una compañía, entienden el tema político.

¿Les gusta? ¿Qué estudia la mayor?
Está en tercer año de Derecho en la Universidad Católica. Tal como el sello de mi madre en mí, me imagino que dejo huellas en mis hijas también. Le gusta el movimiento estudiantil incluso…

¿La incentivas?
La incentivo a que tenga su opinión, que la fundamente y la defienda ante los demás. Y si no es igual que la mía es absolutamente tangencial. Las he criado bien libre pensantes, coinciden poco conmigo, incluso. Lo que no les perdonaría es no tener opinión con argumento frente a la vida. Pasar la vida por osmosis o de memoria, es terrible. La vida es para vivir todos los sentimientos a concho, sufrirla, apasionarse, alegrarse; no pasas por la vida con piloto automático.

MADRE-TRABAJADORA

Ahora la típica pregunta para las mujeres. ¿Cómo se compatibiliza vida laboral con la familiar?
¡No se compatibiliza no más! Hay costos. Lo que pasa es que no siempre estoy con este ritmo de trabajo. Cuando estás más relajada, compensas. Mientras era subsecretaria de Carabineros, por ejemplo, me tocó estar un tiempo fuera, como en las faenas, donde haces turnos de 3 por 4 días. Fue bien duro porque mis hijas eran más chicas, entre 9 y 13 años. Uno va por la vida viviendo distintos momentos. De todas formas a ellas les gusta que la mamá trabaje y sea intensa. Y son súper intensas también, no es que pasen todo el día en la casa, son muy independientes. Lo que trato de hacer, al menos una o dos veces a la semana, es ir a dejar a mi hija menor al colegio, pero tengo harta ayuda.

¿Está en un colegio laico?
En un colegio de curas pero gringo, el Saint George’s, que es mixto. Me gusta mucho, porque siempre estuve en colegios de puras mujeres…

¿Algún «trauma» con eso?
Es que la vida es mixta. Siempre encontré medio disociado… Bueno, no voy a enjuiciar a mis padres, pero ellos eran de la vieja escuela. Y eso de que tienen distintos grado de maduración, bueno, en la vida también. Cuando llegué a la Universidad vi un desplante muy distinto en personas que venían de colegios mixtos y las que veníamos de colegio de mujeres. Nos costaba un poco más, aunque claro que después te relajas. De todas formas es bueno partir la vida con márgenes de realidad. Además el Saint George’s es católico pero respeta la diversidad y las creencias. Da muchas herramientas y es creador de líderes.

Qué gran suerte tener a tus hijas ahí, ¿no?
Ese es uno de los grandes dolores que tienes en la vida. Si no hubiese nacido donde nací o si no hubiese tenido todas las herramientas que tuve, jamás habría estudiado donde lo hice. Hay excepciones, pero muy pocas. No podemos seguir viviendo en un mundo con este nivel de injusticia. Cuando se habla de Reforma Educacional, uno puede tener divergencia en cosas puntuales, pero no puedes poner en juego el meollo de la Reforma. Así como yo escogí el colegio de mis hijas, todos deberían poder hacerlo. La cuna no puede ser algo que te determina para el resto de la vida. Los privilegiados somos muy pocos. Los que pertenecen al 2% de la población tienen una responsabilidad frente al mundo. A mí me motiva el servicio público, pero desde donde estés debes trabajar hasta el último aliento para que el país logre tener las mismas oportunidades que se te dieron a ti. Por eso no me importa desvelarme, no me importa acostarme tarde, porque mientras eso no cambie en el país, es difícil vivir tranquila.

¿Te afectan las críticas o estar en la palestra constantemente?
¿Sabes qué? Uno aprende. Cuando estaba de Subsecretaria me moría. Veía en la prensa alguna crítica y no dormía, pero cuando te pones más adulta, tienes más experiencia. Además me tocó estar en la vocería en la campaña de Bachelet, que es muy expuesta, entonces ahora no…

«Cuero de chancho», como se dice…
Uno las toma en su contexto. Si crees en la democracia, debes creer en las diferencias de opiniones. Ahora, cuando uno está convencida de sus principios, vas por la vida tratando de convencer al otro de porqué hay una cierta decisión que puede hacer bien. Todo en la medida que sea con respeto; me dan rabia las faltas de respeto, pero no me ofusco. Uno está más madura, las tomo en el contexto, y a veces las incorporo.

«LAS MUJERES LLEVARÁN A CHILE AL DESARROLlO»

Frente a la inclusión femenina al mundo laboral, la Ministra del Trabajo es clara: «Los desafíos deberían estar centrados en la mujer en el tema laboral. Se expresa en la formación apta, que logre un puesto de trabajo, que se le pague igual, que acceda a puestos que tradicionalmente están vetados sólo para los hombres y que tengamos la universalización de la etapa preescolar, para que cada vez haya menos barreras para ingresar al trabajo por parte de las mujeres», enfatiza.

Todas soñamos con la igualdad salarial. ¿Es posible?
Tenemos una ley de brecha salarial. Lo que ha ocurrido en la práctica es que debe ser mejorada, porque hay pocas denuncias. Se exige una denuncia previa y muchas veces eso inhibe (…) La frecuencia de denuncias es bajísima, menos de 30 casos al año, entonces hay que crear un procedimiento más idóneo. En la mesa Mujer y Trabajo que montamos con el Sernam, abordamos varias temáticas que queremos impulsar, como mayor capacitación, el tema sala cuna y la brecha salarial.

La brecha salarial entre hombres y mujeres se da en todo el mundo…
Siempre hay desigualdad, pero varios países han trabajado por superarlo. Ahora están más cerca de la igualdad que de la desigualdad. Nosotras tenemos un problema acentuado y severo, estamos «al debe» de manera brutal.

Si entramos de lleno a las políticas de Gobierno, ¿hay alguna para incorporar más mujeres al trabajo?
Varias. Hay un desafío enorme de este país en relación a dos grupos: jóvenes y mujeres. Hoy es baja la participación, hay un 72% promedio de hombres y 48% promedio de mujeres, pero éste baja mucho cuando hablamos de niveles socioeconómicos más bajos, 27%.

¿Cuál es el mayor beneficio que la mujer se incorpore al trabajo?
Tengo un lema: las mujeres llevarán a Chile al desarrollo. Esto porque el fomento da muchos beneficios, aumenta los ingresos y hay motivación temprana de los hijos. Los estudios dicen que hay una relación muy fuerte entre el nivel educacional de la madre y de los hijos, más que del padre. La mamá determina más a los hijos, así que ahí hay un círculo virtuoso maravilloso, por eso los desafíos deberían estar centrados en la mujer.

 

POLÍTICAS CLARAS

Dentro de las políticas que favorecen la inserción laboral femenina se encuentra el Subsidio al Trabajo Femenino, bono al trabajo de la mujer que está pensado en la población vulnerable, hasta los 60 años. Sólo se debe acreditar la ficha de protección social y tener un sueldo bruto mensual menor de $400.000. También es un incentivo para el empleador, porque le llega el 25% del bono. La postulación se hace en línea a través de www.bonotrabajomujer.cl o llamando al 800 80 1030.

Otro programa importante es «Más Capaz», que se fija en la fuerza inactiva de mujeres y hombres. La idea es capacitar a 450 mil personas (300 mil mujeres y 150 mil jóvenes) hasta el 2018. «Capacitarlos y dejarlos colocados laboralmente. Queremos que los cursos no sólo sean entregados a través de OTEC, sino que también se abra la posibilidad a los Liceos Técnicos Profesionales y Centros de Formación Técnica, porque eso también te da una red distinta. Estamos además generando un pago adicional por una persona, que será como un acompañante, porque esta población es bien refractaria, es un promotor permanente de la asistencia. Eso se paga adicional cuando además de capacitarlas, las dejan colocadas. El curso paga la locomoción, la comida, si tienes niños o no tienes con quien dejarlo, paga una cuidadora o un jardín. Ahora se encuentra en piloto y parte el próximo año, con más de 200 horas y en nichos que necesitan mano de obra», explica la Ministra.

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