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MIRA LA SESIÓN DE FOTOS EXCLUSIVA DE JUANITA PARRA
Por Jessica Celis Aburto.
El día de esta entrevista recién se había montado la exposición «Los Jaivas, cinco décadas de Rock Chileno» en el Museo de Bellas Artes, y Juanita Parra (42) ni se imaginaba la regadera que quedaría tras el exitoso concierto gratuito que dieron el 15 de agosto. El sol se cuela sin filtro a través de los ventanales de la cafetería del añoso edificio cultural y ella, espléndida, habla calmadamente recordando su llegada a Chile y Los Jaivas. Su voz profunda es una marca registrada.
«Me vine a vivir el año 1986, con la convicción de que yo era chilena y que tenía que vivir acá, ya que era el único lugar donde podía aportar y me iban a escuchar. Nunca saqué nacionalidad francesa porque no quería traicionar a Chile; ¡un volón impresionante ese! Fue algo muy personal, porque a mis primos que vivían allá no les pasó y Los Jaivas nunca me inculcaron algo así. Al año de llegar choqué con la realidad. Tenía 26 años y acá me di cuenta de que no era tan chilena como yo creía… No me parecía a los demás chilenos. Entré en una crisis, pero me dije que no me daría por vencida y que haría mi camino a mi manera, observando, pero siempre tratando de aportar. Chile es un país con mucha desigualdad, donde la cultura tiene muchas comillas (¿quién tiene verdadera ‘difusión’ aquí? ). Pero entre medio de todo eso, tal vez negativo, están Los Jaivas, que estaban rodeados de un amor incondicional, de gente que los quiere y respeta y que hoy entiende lo que hemos hecho, por lo que nos hemos jugado. Ahora las cosas han cambiado un poco, porque creo que hay una conciencia social más grande, un movimiento por la ecología, gente que se está atreviendo a levantar la voz; creo que están pasando cosas, pero a nuestra manera».
¿Nunca pensaste en devolverte a Europa?
No, decidí seguir aportando acá porque además mi trabajo también empezó a desarrollarse mucho más aquí. Nosotros tocamos todo el año, por todo Chile, desde el año 95, pero se sabe poco. La gente es muy agradecida, y esa relación que tenemos con ellos, con ese Chile profundo, es maravillosa. A mí lo que me mueve es el sentido de aportar, ¿y dónde puedo hacerlo? Acá. Porque además tengo derecho a voto y opinión. En Francia soy una persona más. Me ayudó a despegarme de la fama, el no ser hija de… Tuve la suerte de no vivir eso y siento que eso me permitió gozar de una vida normal, porque además Los Jaivas son así. No nos alejamos de la realidad. Cuando puedo, viajo, me encanta. He ido con mi familia a París y me gusta mucho que cuando aterrizo sé dónde está todo, me comunico bien. Eso no se pierde. Aprendí a leer y escribir en francés, pero no lo ejercito mucho. A veces pienso que lo voy a perder, pero cuando estoy un par de días en Francia, me sorprendo de que está ahí. Apenas nos juntamos con mis primos que viven allá nos ponemos a hablar en francés. Cuando éramos chicos nos comunicábamos en ese idioma, y sólo si llegaba un papá lo hacíamos en castellano; quizás por eso no lo perdimos.
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Juanita –no Juana– habla de Chile con un amor e intensidad que la desborda. Para ella todo tiene sentido. «Lo que más me gusta es la belleza de mi país. Por otro lado el cariño. En Europa hay otra crianza, falta ese apego, el abrazo. Esa cosa familiar está acá, y es la forma en que mi vida tiene sentido. Ese apego, que a veces hasta puede ser de los vecinos y que puede acercarse a lo chismoso, es muy valioso, porque significa que están atentos del otro. En Francia siento que podía desplomarme en el suelo y que la gente por respeto podía pensar que a mí se me ocurrió caerme, y nadie se acerca. Llegó el momento en que esa frialdad no iba conmigo. Además en el barrio en el que vivo (Parque Forestal), encontré la mezcla del centro parisino –por la estética del sector del Bellas Artes– y esa cosa de la vecindad, de la gente que sale a la calle, a los cafés, al parque. Aquí encontré mi casa. Soy feliz».
SER UN JAIVA…
Cuando Gabriel Parra murió, baterista fundador de Los Jaivas, Juanita tenía 17 años. Era su única hija, su «regalona», y su sucesora natural en las baquetas. Llegar a serlo no fue un proceso fácil, hasta que asumió que era su destino. Asegura que gracias a eso nunca se ha creído el cuento de la fama. «Me siento una privilegiada, y creo que vine a esto, a ser parte de Los Jaivas. Por eso tengo la capacidad de captar y de respetar tanto. Siento que la vida me preparó. Cuando murió mi papá Los Jaivas se acercaron para invitarme al grupo, lo que me parecía una cosa gigante, pero al mismo tiempo dije ‘bueno, por algo es así’. Después me enfrenté a la batería y renuncié, porque necesitaba vivir el duelo de mi padre; lo que fue bueno, porque me dio estabilidad y permitió que no me explotaran los tapones, que no me creyera un cuento. Además la forma en que Los Jaivas hacen las cosas te va mostrando que lo más importante es la música. Es la música lo que la gente siente y quiere. Da lo mismo quién esté, siempre y cuando sigan los fundadores».
Pero convengamos que no pareces alguien reemplazable. Es más, en la exposición hay un tremendo cartel que dice: «El renacimiento con Juanita».
«(Ríe) Yo lo hice notar, porque no sé quién decidió ese texto, pero lo investigaré. Me impacté al verlo y fue cómo… ‘Oh!'» (pone cara descolocada y larga una carcajada).
Eso deja claro el lugar primordial que ocupas en la formación de la banda.
Sí, es fuerte que me reconozcan así, pero igual es bonito. Javiera Parra me ha contado que por la calle le gritan «bien, ¿cómo va la batería?» (ríe). A lo que voy es que la gente igual confunde todo, y vuelvo a lo mismo: la música es lo más importante. Cuando escucho lo que compuso mi papá en sus 25 años de carrera con el grupo, es tanto y más de lo que yo he logrado, entonces, ¿cómo voy andar de pretenciosa por la vida si me falta mucho por aprender y recorrer? No puedo ir creyéndome mejor que el que va al lado mío. Soy una mujer normal, con marido, hijos, una casa que atender y trámites que hacer. La única diferencia con la vecina es que quizás ella no sale en la prensa ni toca batería.
EL ESTILO DE JUANITA
Su look y su figura son todo un tema. Por un lado, la preocupación por su imagen es importante desde que se subió por primera vez al escenario y vivió un chascarro que hoy recuerda muerta de la risa.
«Me gusta preocuparme de mi look, pero tampoco me obsesiona. Si pasan dos meses sin comprarme ropa no me importa. Ana López, por ejemplo, me ha diseñado varios vestidos específicos para el concierto de los 50 años y para otras ocasiones. La tienda Arte Origen también me viste. Ellos me hicieron mi vestido mapuche con el que fui al Lollapalooza Chicago, y me presenté como con 42 grados. ¡Salí morada del escenario!, pero para mí era importante usarlo. En ese sentido Los Jaivas me dan mucha libertad para vestirme arriba del escenario, porque se dan cuenta que me preocupo del tema. Recuerdo que para el primer concierto con ellos, acá en Chile, sí fui sancionada, y con mucha razón. Yo venía con una estética media punky, rockera, francesa… Y con todo el peso que significaba subirme al escenario por primera vez, pensé que tenía que ser algo espectacular. Me inspiré en Sheila-E. Irrumpí con unas botas bucaneras altas, unas pantys y un body. ¡Eso era todo! Cuando salí del escenario lo más impactante fue ver la cara de mis tíos (así llama a los integrantes de Los Jaivas), cómo se descompusieron. Después hicimos una reunión donde me dijeron que había sido un ‘poquito mucho’ y que debía ‘calmarme’ (ríe). Siempre he creído que el escenario debe hacer soñar a la gente, pero desde ahí me calmé en mis excentricidades…».
Por otro lado, los «te amo» que ha recibido siempre ya son parte del paisaje, pero ella tampoco alimenta su ego; al revés, se cuestiona en lo familiar. «Es tanto el amor que el público te da, lo que te gritan ‘te amo’, que a tu gente les exiges que te amen mucho más… (¡me estoy confesando!). Me he dado cuenta que a veces tengo una exigencia muy grande en el amor, y creo que es porque hay tanto desconocido que te dice que te ama, que te cuestionas y le gritas al marido ‘¿y tú?’ (ríe). Por ese lado creo se te distorsiona la realidad».
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