Hablar con Estela de Carlotto, a través de una línea telefónica si el interlocutor no la hubiese visto nunca, apenas a los dos minutos de charla, adivinaría a una mujer con una elegancia y modales exquisitos y con una fortaleza vital que envidiarían muchas personas de altos cargos.
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Y no solo eso. Estela de Carlotto transmite una franqueza y una dulzura, que provoca que al finalizar la conversación se sienta una inexplicable ternura y alegría.
Presidenta de la asociación de Las Abuelas de Plaza de Mayo, de Carlotto, desde la dictadura argentina, ha consagrado su vida, no solo a encontrar a su nieto desaparecido, sino a ayudar a localizar a todas esas personas que trataron de borrar.
CUARENTENA Y ACTIVISMO
Estela, califica el covid-19 como «un virus nuevo, un enemigo desconocido que afecta a toda la humanidad» y en especial a las personas mayores.
«A todas las abuelas nos ha tocado estar en nuestros hogares y hay que hacerlo para cuidar al otro pero esto no significa que estemos de vacaciones», aclara.
La activista, cuenta que están trabajando con los equipos técnicos de la asociación para seguir averiguando donde están los nietos y mujeres de más de 40 años.
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Asimismo, asegura que los abogados están controlando los juicios y que al estar cerrada la oficina, el proceso es más lento, pero que los técnicos al recibir llamadas o emails sobre personas que dudan de su identidad, son asesorados «para ir avanzando en la posibilidad de que cuando termine la pandemia tener un encuentro».
«Hacemos reuniones semanales con un equipo técnico para ver que es lo que se ha hecho en la semana y tener presente en la sociedad que estamos buscando unos 300 nietos que aún no se han encontrado y cuanto antes se encuentren antes comenzarán una nueva vida con su nueva identidad con su prole», dicta.
LAS ABUELAS
Estela de Carlotto, en la dictadura, le tocó ver cómo desapareció su marido al que encontró a los 25 días tirado en un descampado, maltrecho, pero sobrevivió.
Quien seguía desaparecida era su hija Laura, que se encontraba en un campo de concentración muy cerca de donde vivían ellos.
Laura tenía una pareja a la que mataron y ella permaneció encerrada hasta que dio a luz a un bebé, y apenas dar a luz, fue también asesinada, con 23 años.
«Laura tenía 23 años cuando la asesinaron entonces esta historia me enseñó a sacar lo que tenía dentro, la fuerza de una madre que se transforma en leona cuando le secuestran a un familiar y a un hijo», formula Estela.
La presidenta de Las Abuelas, agrega que cuando inició la búsqueda de su hija «no estaba sola», ya que se reunió con otras señoras cómo ellas que buscaban a sus nietos y a partir de ahí nacieron las abuelas.
«Las mujeres tenemos una fuerza que desconocemos, yo era maestra, de directora de escuela, un lugar de amor, de niños que todo es la protección del educar y yo tenía por dentro una fuerza de no importarme si me iban a matar porque no me daba miedo de salir, yo tuve un atentado en mi casa en democracia y me salvé porque Dios lo quiso. No tengo miedo por las mismas balas que mataron a mi hija Laura y eso me llena del amor por ella para buscar a los responsables», declara.
La activista indica que la búsqueda de los nietos partió en los jardines de infancia y en las casas dónde creían que había niños que reconocería.
«Los primeros que encontramos justamente fueron niños robados ya nacidos y los encontramos porque había una foto y una partida de nacimiento con datos y fueron los primeros nietos que localizamos», rememora.
Con el paso de los años, crearon en 1984 el Banco Nacional de Datos Genéticos, lo que facilitó a que muchos reconociesen su verdadera identidad.
«Vino desde EEUU una comisión y el único que nos certificó que iba a hacer un congreso si con la sangre podía determinarse la identidad de un posible nieto. Luego la ciencia avanza, muchos dicen que nosotras fuimos las que impulsamos el concluir con el avance del ADN mitocondrial y para contitribuir con otras enfermedades de la ciencia que puedan seguir», enuncia.
EL ENCUENTRO CON SU NIETO
La presidenta de las abuelas, dice que a su nieto lo encontraron «todas» y la sociedad.
Estela pudo localizarlo a los 36 años, cuando él, de nombre Ignacio, se presentó en la institución para sacarse sangre, en 2014.
«Tenemos una relación hermosa, vive un poquito lejos, pero con esta modalidad de los medios podemos hablar, tiene una hija, mi biznieta, y él y su señora le enseñan la historia de una manera delicada», explica de Carlotto.
La militante por los Derechos Humanos describe a la familia que crió a Ignacio como un matrimonio muy humilde que «no sabían que era un hijo de la dictadura».
Una noche, el dueño del campo les entregó a su nieto y ellos «por miedo a perderlo callaron» y le consuela que «lo criaron con amor».
Pese a eso, Estela aunque respeta la relación que Ignacio Guido tiene con sus criadores, evita tener contacto con ellos.
«Yo no disculpo el hecho de que se reciba un niño como si fuese un gatito que se perdió en la noche porque uno cuando encuentra un gatito encuentra al dueño», manifiesta.
Sí admite haber coincidido con ellos en reuniones y actos, pero ella es muy clara con que «su sentimiento es puro para él», por lo que guardan las distancias, con «armonía y disfrutando de las reuniones familiares».
«Es la Justicia la que tiene que decidir», puntualiza.
LAURA
Estela y su cónyuge Guido, fallecido en el 2001, pusieron a su hija Laura por la película de Otto Preminger protagonizada por Gene Tierney.
«Yo tuve un noviazgo largo y me casé con el único amor de mi vida, mi único todo, al que sigo extrañando y cuando éramos novios siempre pensamos en tener una hija Laura, porque la película de Gene Tierney nos acompañó y esa música fue parte de nuestro noviazgo».
Melómana, Estela tiene en La Plata un teatro ahora abandonado «pero que va a resucitar, un teatro donde lo clásico y la danza es una experiencia maravillosa.»
DISTINCIONES Y REACCIONES
Estela de Carlotto, en 2003, recibió el Premio de Derechos Humanos de Las Naciones Unidas, aparte de menciones de honor y medallas por su recorrido.
«Mi casa ya no es una casa, es un museo, tengo tantos premios, tantas distinciones que tuve que hacer una habitación que ya está llena porque la gente que me quiere y que nos quiere nos regalan muchos cuadros, hay un cuadro de una imagen muy reconocida donde nos abrazamos por primera vez mi nieto y yo y tengo ese cuadro pintado por diferentes personas. Me rodean expresiones d amor y reconocimiento«, expresa.
Sobre las reacciones que han tenido cada uno de los nietos al conocer su verdadera identidad, Estela los califica en dos grupos.
El primero, en el que aceptan su identidad aunque les cueste poco a poco asumir su cambio tan drástico.
Y por otra parte, estaban los que se enfurecían cuando la Justicia los citaba para hacerse análisis de sangre porque «no querían llevar a la cárcel a quienes los habían criado».
No obstante, la presidenta, dice que esas situaciones ya no suceden.
Cuenta, orgullosa, que ninguno de los nietos generó un resentimiento y que «todos son muy inteligentes y muy sanos».
ABUELAS POST CUARENTENA
Estela, afirma que está bien desde su confinamiento, en el que cuenta con todo el apoyo de sus 14 nietos y se encuentra a gusto y cómoda en su casa, que tiene un jardín y a dónde acuden gatos a visitarla.
Trabajo y trabajo. Es lo que señala Estela que seguirán haciendo.
Realizarán lo mismo que «ahora pero de una forma mucho más lógica».
«No se puede hablar de democracia en Argentina cuando hay 30 mil desparecidos y 300 nietos ilocalizables. Es una llaga en nuestro país», narra.
Pese a todos los vaivenes y a todo lo que ha vivido, la presidenta de las madres opina que el odio no sirve.
«A la justicia se llega desde el amor». Amor Omnia Vincit.
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