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“Feministas” que critican reinas: Llamaron “gorda” a Miss Canadá

¿Tiene sentido ser abanderadas de la inclusión y de apoyar la diversidad cuando somos tan crueles con nosotras mismas?

Por: Luz Lancheros

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No hay nada más complejo que el feminismo en estos días como término. Más diverso, más hecho para incluir e irónicamente, para estigmatizar. Se enarbola por miles como bandera de superioridad moral, sin entender siquiera sus complejidades y solo sesgándose a una visión absolutista de las cosas. Sin dar oportunidad, si quiera, para entender que hay miles de formas de ser mujer y que no todo es blanco y negro. Que el mundo, lo que se expresa y lo que son miles de mujeres, son más bien grises.

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Por eso es supremamente irónico que en plena época de «todas somos bellas, reales y por ser bellas y reales somos perfectas tal y como somos», no todas las mujeres entren dentro de ese dichoso y maravilloso slogan. Por ejemplo, las mujeres que son muy bellas y que tienen todo debido a eso. O por ejemplo, las mujeres que decidieron que tener una familia era la mejor opción para ellas, con o sin pareja. O las que son actrices porno (porque «pecadoras», el viejo concepto europeo y blanco, masculino, se impone). O las que son modelos. Y por supuesto, las que son reinas de belleza. Eso lo vimos en Miss Universo.

 

 

 

 

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Porque tal y como vimos en las actitudes machistas que tienen las mujeres sin darse cuenta, no hay un deporte más placentero para nosotras que criticar a otra mujer, más si expone su físico, sea el que sea. «Claro, es su culpa, ella se expone, es un concurso de belleza».

¿Y si resulta que no es «su culpa» ser como es, que representa otro estándar de belleza que por fin empieza a entenderse (así sea de a poquitos) en un concurso como Miss Universo, que ha cambiado con los tiempos? ¿Y si resulta que más bien nosotros somos los cerrados por creer que solo existe un concepto de belleza que practicamos de dientes para afuera? Porque qué maravilla que exista Ashley Graham, es una «gorda divina», pero qué horror Miss Canadá, está «gorda gordísima» y eso es imperdonable en un concurso como Miss Universo.

 

Es imperdonable que Pía Alonzo no sea tan agraciada como Ariadna Gutiérrez, según muchos. Y es imperdonable que alguien como Haití llegue a las finalistas porque está «horrible». 

Vale ya, que cada quien considera bello a quien le parezca. Y los concursos prácticamente, están hechos para que miles de reinólogos improvisados (yo incluida), den su veredicto sobre las competencias de unas mujeres que deben estar pasando por miles de cosas allá arriba. Pero, si eso es así, ¿tenemos alguna autoridad moral para criticar a los reinados como «fábricas de carne» y «cosificadores» cuando nosotros lo hacemos? ¿Podemos llamarnos «feministas» cuando la palabra definitivamente enarbola un listón muy difícil de alcanzar en términos de coherencia?

 

 

Fue lindo verles compartir posts de La Marcha de las Mujeres. Pero todo eso se borra con la mano cuando tienen las mismas actitudes del antagonista de turno: juzgar duramente (incluso peor que los hombres) a la reina de belleza por «tonta» o por «fea». Es prácticamente lo mismo que hizo el tipo contra quien protestaron con Alicia Machado y la máquina de ejercicios en 1996. Solo que con la ventaja de las redes sociales.

Por eso, si vamos a apadrinarnos de causas, deberíamos saber qué decimos o cómo lo decimos y por qué lo decimos. Porque eso es más que una camiseta. Es en serio un cambio de mentalidad que a muchos aún nos cuesta asimilar. 

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