Por Luz Lancheros
«Ojalá pudiéramos hornear un pastel hecho de arcoíris y sonrisas. Y todas pudiéramos comerlo y ser felices».
Eso no pasa en muchos entornos laborales y escolares, donde las mujeres conviven entre ellas. Y donde, como bien dice Cady Heron, protagonista de «Mean Girls» toda acción es a traición para la persona que es distinta al grueso de un grupo en particular.
Excluir, apartar, y sobre todo, hacer sentir a una mujer en específico como alguien que no «encaja» en cierto ambiente, son acciones hechas para disminuir a la mujer que por ser atractiva, inteligente o destacada, causa envidia y resentimiento a las otras.
Y por supuesto, el hecho de hablar con indirectas o a espaldas de la mujer en cuestión también es una táctica recurrente.
Así que todo pueden ser halagos… y al mismo tiempo puñaladas por la espalda.
Esto ocasiona que la respuesta frontal sea menos común socialmente hacia la agresora, que puede llevar al límite a su víctima.
Los valores que más se ponen en juego en este tipo de prácticas son la belleza/inteligencia, riqueza/estilo/ éxito profesional y sentimental que tenga la victimaria y también su víctima.
Entonces, si la mujer criticada en cuestión no cumple con roles tan rígidos e irreales, será inevitablemente criticada y comparada con las otras.
Aunque no siempre se ven ataques sutiles. Actualmente, algunas mujeres son mucho más agresivas que otras a la hora de encarar a su «competencia».
Y pueden llegar a ser más hirientes que los hombres, sobre todo en el ámbito verbal.
Sobre todo, en grupos, algunas pueden llegar a tener más poder que otras y tener dominación mayor si vienen de entornos agresivos.
Así lo afirma Wendy Craig, profesora de psicología en la Universidad de Queens y científica co-directora de Prevnet. Las niñas solo quieren ganar aceptación en el grupo y por eso no toman represalias.
Aunque también existen confrontaciones físicas.
Este fenómeno también se conoce como «Wollying». Y este no solo se vive en ambientes escolares, sino también laborales u otros donde las mujeres tengan grupos de reunión.
Esto muestra que las mujeres también son violentas para con sus congéneres, así como los hombres. Como decía la maestra Norbury: «Deben dejar de llamarse entre ustedes perras y zorras, porque esto hace que los hombres crean que está bien llamarlas perras y zorras».