Luz Lancheros, @luxandlan
Si todavía creen que vivimos en los tiempos de Coco Chanel haciendo a medida trajes en la Rue Cambon para Wallis Simpson, es porque la historia del mundo – y de Colombia- pasó por el tiempo, mas no por sus cabecitas: de hecho, las grandes marcas sobreviven hoy entendiendo lo que quiere su consumidor, traduciendo lo que pasa en el mundo para él y dándole buenos precios. Zara lo hace desde hace más de dos décadas y en Colombia, pocas marcas han aprendido a hacerlo y a dar buenos productos para un consumidor atraído por las marcas que lo hacen primero, como Forever 21, entre otras.
PUBLICIDAD
Esto pasa con Koaj, por ejemplo. Koaj es una marca que considero exitosa porque sabe cuál es su público, la clase media, la que más compra moda en Colombia y la que más potencial adquisitivo tiene a la hora de vender moda masiva. El colombiano usa su ropa para trabajar, no para exhibirla suntuariamente, a menos que sea una ocasión importante. Koaj tiene éxito ahí: sus prendas están para todo tipo de ocasión y de público, que es el que trabaja o el que está comenzando a adquirir cierto gusto por la ropa. Y asimismo, algo muy importante: traducen las tendencias a buen precio.
Ni Victoria’s Secret ni Chanel misma se mantienen de brasieres carísimos o tweeds imposibles: hay todo un imperio de accesorios, cosméticos y splash que permiten que ellos puedan hacer desfiles y prendas extravagantes para vender una fantasía
Es importantísimo esto, porque una de las grandes fallas de la industria nacional había sido sacar productos aburridos y lejanos de lo que sucedía en el mundo, entiéndase por pasarelas y tendencias. La florecita, el color del momento, el bordado, todo es traducido para un público que no quiere verse como una modelo de Gucci, sino para buscar algo distinto y acomodarlo a su expresión diaria. Koaj, ELA y Studio F han hecho esto muy bien en un lugar donde Zara es considerada una marca de lujo para el bolsillo de la clase media colombiana, irónicamente.
Por esta razón, no entiendo el susodicho tuit de la persona que dice que Koaj es «para pobres» teniendo en cuenta que la industria de la moda hace más de 30 años vende masivamente, incluso las casas de lujo (que solo venden sus fabulosas piezas al 1% más rico del planeta). Ni Victoria’s Secret ni Chanel misma se mantienen de brasieres carísimos o tweeds imposibles: hay todo un imperio de accesorios, cosméticos y splash que permiten que ellos puedan hacer desfiles y prendas extravagantes para vender una fantasía. Y aterrizando esto al caso colombiano, las marcas de lujo y diseñador se las pueden permitir unos cuantos en un país tan desigual como el nuestro, pero con una clase media que desde 2000 es pujante y que, como todas las clases medias del mundo y de la historia desde el siglo XX, quiere mostrar su progreso con determinados símbolos. Y si para algunos es Koaj, es perfecto, porque la marca acerca modernidad sin ser agresiva y entendiendo precisamente a su consumidor, lo que más hoy se necesita en esta industria.
Dejemos el arribismo a un lado y miremos un poco más allá: las marcas de «ricos» y «pobres» hace mucho se diluyeron en el mundo, los símbolos de estatus cambian cada rato, incluso por la industria de moda misma (por ejemplo, volvió la logomanía).y por el flujo de los tiempos. Si hace 30 años era genial mostrar el Louis Vuitton, hoy quienes lo compran quieren un Louis Vuitton, pero con algo más: por eso las colecciones de Jeff Koons o la de Rei Kawakubo pegaron tan bien. Y téngase de atrás: lo de hoy es no parecer rico. Es parecer trashy. Por eso a una marca como Vetements le va tan bien y es reverenciada.
Ahora, lo del » pobre que no quiere parecer pobre» es algo que pasa en todas las ciudades y épocas, desde los Luises franceses: a eso se le llama aspiracionalidad y de eso está hecha la industria de moda. Usted no puede comprar un Chanel, pero puede comprar su perfume y darle valores de la marca que se identifican con usted. Y no está mal, es un proceso histórico y social natural, más allá de sus implicaciones morales (eso es otro tema).
PUBLICIDAD
En fin, ya le dejo de dar carreta. Mire su ropa y piense por qué se la pone. Quizás sus prejuicios son menos certeros de lo que usted piensa.
TE COMPARTIMOS EN VIDEO