El tiempo pasa y es imposible que no se sienta en los cuerpos de las mujeres que con cada década van experimentando cambios que forman parte de la naturaleza del ser humano, pero que patrones de belleza impuestos por la sociedad han satanizado.
No hay nada de malo o extraño en la celulitis de los 20 años, los gorditos de los 30, las líneas de expresión de los 40 o las canas de los 50. Estar viva es asumir que tu físico va a responder a la alimentación, a la actividad física, a la retención de líquidos, el entorno, las hormonas, a las emociones y el descanso, y eso hay que entenderlo.
Porque sí. Es algo que sufren tanto las mujeres comunes, como las famosas, pero especialmente estas últimas puesto que están en el ojo público y reciben críticas despiadas como si por tener un trabajo mediático fueran menos humanas, menos mujeres, menos reales.
Es así como Adamari López luce a sus 50 años mejor que a sus 30 cuando alcanzó la fama internacional con la telenovela Amigas y rivales, y que Britney Spears hoy por hoy no goza del mismo abdomen que cuando grabó el videoclip I’m slave for you, allá en 2001, con sus apenas 20 años y era una sensación global.
Ambas versiones son la misma persona y merecen respeto. También está bien que la confianza y la seguridad fluctúe y haya ocasiones donde quizás no se sientan tan guapas, y ellas decidan cambiar sus cuerpos para complacerse nada más que a sí mismas.
Los cuerpos de las mujeres experimentan cambios a lo largo de la vida y solo en ellas está decidir si están satisfechas con su imagen corporal
Así que basta de opinar de otras como si se tratara de una competencia para ver quién tiene el mejor físico o quién se apega más a un estándar. La belleza no depende de una determinada edad o prototipo de apariencia y pretender que alguien luzca por siempre joven es irreal.
Aceptemos los cambios en los cuerpos de las mujeres porque no hay una dicha más grande que tener la oportunidad de crecer, transformarse y envejecer siendo felices con nosotras mismas.
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