“La indumentaria, desde tiempos remotos, ha servido como herramienta de desobediencia y rebelión. Asimismo, se ha transformado en un vehículo para reafirmar nuestra identidad, creencias y valores”, asegura Sofía Calvo, periodista y creadora de QT – Quinta Trends (quintatrends.com), un sitio especializado en moda de autor latinoamericana, en su libro La Revolución de los cuerpos: moda, feminismo y diversidad, editado por RIL Editores.
PUBLICIDAD
Dentro de sus actividades en el mundo del diseño, se encuentran la publicación de los libros Relatos de moda y El nuevo vestir, sobre consumo de moda responsable. En esta ocasión, quisimos profundizar en la relación entre el estallido social y la moda, sin dejar de lado la ola feminista, que invita a preguntarnos sobre nuestras formas de consumo, la manera en que nos estamos mirando al espejo y los referentes que nos están proponiendo seguir e imitar.
¿Cómo crees que el estallido social cambiará la moda?
El estallido social ha reivindicado ciertas prendas y les ha sumado simbolismo, como es el caso de los pañuelos y los chalecos amarillos. Al mismo tiempo, ha puesto en la mira a ciertos elementos que se han ligado a la protesta social, como las capuchas (que Pía Montalva menciona en su libro Tejidos Blandos como herramientas de represión en la dictadura) y le ha dado un nuevo impulso a las poleras con mensajes críticos e iconografía relacionada con la contingencia. En esa línea, el mayor impacto que ha tenido el estallido en la moda está relacionado con poner en el foco la idea de que “la ropa comunica” y que puede ser un vehículo de expresión de nuestro activismo, identidad e ideas políticas. De hecho, los elementos antes mencionados nos ayudan a identificar con claridad cuál es la posición o pensamiento de determinadas personas o grupos sociales. Me parece que este aspecto se mantendrá en el tiempo, más aún cuando nos enfrentaremos a un año, que, a todas luces, será complejo.
¿La ropa se puede usar como un arma de resistencia?
Sí, de hecho, lo sostengo en mi libro y lo ejemplifico de varias maneras. Una de ellas es con la exhibición Disobedient objects que realizó el Museo Victoria & Albert en 2014 y con diversas marcas que, tanto desde el feminismo como la diversidad, están haciendo de la ropa un elemento fundamental de resistencia y visibilización de sus demandas.
¿Minifaldas o tops pueden considerarse símbolos feministas? Algunas mujeres piensan todo lo contrario.
PUBLICIDAD
Creo que no existen prendas feministas y no feministas. El feminismo aboga por la igualdad de derechos de las mujeres, y en esa igualdad está subentendida, desde mi punto de vista, la libertad de vestimenta. Lo importante es determinar qué te impulsa a vestirte con determinado tipo de ropa. Es decir, si la motivación es “agradar o complacer al hombre”, obviamente que ese vestuario no será feminista. Sin embargo, si uno lo hace porque le gusta, acomoda y/o es parte de la expresión de la soberanía de tu cuerpo, sin duda esa prenda es feminista.
¿Crees que las prendas que tienen una frase feminista relativizan el feminismo?
Más que relativizarlo, lo pueden mercantilizar y transformarlo en un eslogan, que nos hace creer en una falsa ilusión de cambios, si su motivación es sumarse a una tendencia y no generar un cambio estratégico, que suponga una nueva forma de hacer negocios. En mi libro hablo de ello, cuando menciono el llamado “gender washing” o lavado de género, que ha sido evidente post 4° ola feminista. De hecho, entrego algunas herramientas prácticas para “desenmascarar” a aquellos que están vendiendo ideas que no se traducen en una adhesión real a una causa y/o en cambios estructurales de su modelo de negocio.
En tu libro aseguras que la diversidad ha llegado a la moda, pero que no consideras que sea un real cambio de paradigma. La primavera 2019 la nombras como la fecha más diversa. ¿Te parece que la diversidad aún es simbólica?
La primavera 2019 fue diversa, según los datos emanados del “Diversity Report”, del sitio estadounidense The Fashion Spot. El mismo informe precisa que, si bien es una señal esperanzadora, tampoco puede ser tomada como un “nuevo rumbo” de la moda. Lo anterior está en consonancia con lo que pienso: la diversidad en la moda aún es simbólica. Y eso se expresa en algo tan simple como que tenemos que etiquetar la tipología de modelos o referentes diversos para identificarlos y visibilizarlo, porque aún no son parte ni de la “normalidad” de la moda, ni de nuestro cotidiano.
Cuentas que las marcas usan nuestro retrato desconfigurado en nuestra contra, por ejemplo, al incluir sólo gente rubia en la publicidad. ¿Esta revolución cambiará un poco el paradigma?
El estallido social nos ha obligado a realizar un ejercicio de introspección no sólo del modelo de sociedad que hemos construido, sino también de sus referentes. En esta línea, me parece una buena oportunidad para poner sobre la mesa el tema de la diversidad, que hoy abarca materias que están en la discusión política y que determinarán el tipo de país que queremos ser. Tengo la esperanza que en este proceso de reflexión, demandas y acción, tengamos la capacidad para realmente vernos en el espejo y comencemos a valorar la riqueza de nuestras diferencias físicas y culturales
¿Consideras que las mujeres de la tercera edad tienen un espacio en la moda nacional? ¿Qué diseñadores podemos destacar?
En mi libro menciono varios ejemplos de marcas que han utilizado como referentes visuales a mujeres de la tercera edad, así como también algunos esfuerzos por hacer vestuario focalizado en ese público. No obstante, todavía queda mucho por construir y trabajar en ese aspecto. Aún así, destaco el trabajo permanente de marcas de moda de autor, como Sisa y Juana Díaz, tanto en el desarrollo de una propuesta de diseño que acomode a este segmento, así como también su interés por relevarlas en sus lookbook y campañas.
¿Cómo influenciarán la moda los inmigrantes en nuestro país?
La última ola migratoria que ha llegado a Chile ha producido cambios interesantes en el vestir nacional, que van asociados a la disponibilidad de nuevas siluetas acordes a las nuevas tipologías de cuerpos, así como también al uso de una mayor gama de colores y complementos; además de la aceptación de otros estilos de vestir. Para mí, los inmigrantes están transformando de forma positiva y necesaria el guardarropa nacional, lo están enriqueciendo, desestructurando y nos están demostrando que “romper el tradicionalismo” imperante no sólo es una alternativa, sino también una manera de expresión cultural.
Compra el libro en las principales librerías del país y en www.rileditores.com/tienda por $13.000.