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Contra todo prejuicio: El valor de ser imperfecta

El destacado autor de libros de autoayuda Walter Riso visitó nuestro país para presentar “Maravillosamente imperfecto, escandalosamente feliz”. Asume que la fórmula incluye no sobreexigirse, y aceptarnos sin importar el cuestionamiento del resto.

Por: Carolina Palma Fuentealba

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Argentino, doctor en Sicología, ha escrito una buena cantidad de libros de autoayuda, e impresiona que no repite nunca una idea. Walter Riso vino a presentar el último de ellos, «Maravillosamente imperfecto, escandalosamente feliz», de editorial Planeta, momento en que aprovechamos de mantener una buena conversación. Nos contó que tiene 3 fuentes o inspiraciones para sus trabajos literarios: los pacientes que atiende en Barcelona, su trabajo como académico y distintas publicaciones. «Trato de sacar los temas que lleguen a la gente, porque mi idea es transformar proceso complejos, en sencillos. Soy un traductor», asegura.

Dentro de este libro, por ejemplo, aparece el tema de los antivalores exitosos. ¿A qué se refiere?

En nuestra sociedad, para evitar un antivalor como la mediocridad, todos te piden que no te conformes, y así te llevan a otro antivalor que es la ambición excesiva, trabajar 25 horas al día, querer siempre más. «Te dicen que así serás exitoso, tendrás dinero, pero lo que no cuentan es que te enfermas. Entre la mediocridad, un antivalor, y el rendimiento extremo de estar hiperactivo las 24 horas, que casi implica que nos den Ritalin gratis, nos perdernos a nosotros mismos. La búsqueda es el punto intermedio», explica.

Además, asegura que la cultura debería enseñarnos a tener un crecimiento sostenible. Es decir, explotar mis propias fortalezas sin copiar al otro. También es importante disfrutar de una pasión, pero no obsesiva. «Ojalá logremos una pasión armoniosa. Cuando pasa la maratón bajo mi balcón en Barcelona, veo distintas personalidades: adelante va ‘el que si lo pasan, sufre’, está rígido. El de la pasión armoniosa corre tranquilo. Los que más me gustan son los últimos, los que se divierten. La felicidad no está en ser el mejor, sino en disfrutar de lo que haces», ejemplifica Riso.

¿Se estigmatiza el error?
Sí, te equivocas y eres un inútil, te cuelgan etiquetas, lápidas.

¿Cómo salirse de ese sistema si la sociedad te etiqueta?
¿Quieres salirte sin que te califiquen? Imposible. Hay que aceptarla, porque igual te van a calificar. Tienes 100 amigos ahí, y cuando te sales quedas con 10, pero esos van a respetar tu identidad, vas a estar más tranquila. La gente se va a escandalizar y se preguntará cómo esta persona se siente bien siendo imperfecta.

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¿Qué destacas de tu último libro?
Pongo mandatos para ser imperfecto y feliz que he descubierto en mis años de profesión, y los he resumido. Empiezo con un caso de una paciente que quiere ser la mejor en la empresa, la más eficiente, una mamá extraordinaria, etcétera. Llegó estresada y no sabía a qué se debía. Lo que encontramos fue que se estaba exigiendo demasiado. Me decía que iba a desilusionar a su entorno, pero necesitaba urgentemente ser más imperfecta, un poquito irresponsable. Hizo una ceremonia en que se declaró imperfecta y la aceptaron siendo una madre normal.

¿Y qué hacemos con los niños, que también están estresados con las largas horas de estudio?
Eso pasa en todos lados. A un niño lo levantan a las 6 de la mañana, lo meten a la ducha dormido, le enchufan rápido el desayuno y lo meten al auto. Está en el colegio más de 8 horas y llega a hacer las tareas. Estamos en una cultura que privilegia el sufrimiento. Un sabio estaba escuchando la buena nueva de un sacerdote, y le dice «sí, Dios nos dio ojos para mirar, pero también párpados, así que a veces no hay que mirar todo». A los niños hay que enseñarles a no autocastigarase, a aceptarse y respetarse. Se debe felicitar a sí mismo si hizo algo bien.

Una actitud bien difícil para los adultos también
Es que en esta cultura te dicen que eres petulante u orgulloso porque dices que lo hiciste bien. También hablan de ego y poca modestia, pero es peor la falsa modestia que la falta de modestia. La humildad no es no reconocer las virtudes de uno, es tener conciencia de la propia insuficiencia. Si no sé mis limitaciones, no soy humilde, pero el sabio no niega sus capacidades. El niño se autocastiga mucho. Tiene que imitar a los demás porque es un método de aprendizaje, pero hasta los ocho años, porque luego avanza con su propia personalidad. Hay que enseñarle además que se puede equivocar. La gente segura de sí misma nunca duda, decimos, pero sí se puede dudar, aunque esa duda que te frena no es buena. A la sociedad le da miedo que seamos distintos, entonces nos quiere masificar.

¿Cuáles son las consecuencias de eso?
Andas pesado de equipaje, lo cual genera estrés, depresión y ansiedad anticipatoria. Todos tenemos ansiedad catastrófica, tanto así que cuando te empieza a ir bien te preguntas qué pasará de malo. ¡Vamos a terminar comiendo carne con Ravotril!

¿Qué otros factores externos nos hacen mal?
A veces la televisión, el consumismo. Los medios de internet no son malos en sí mismos pero, ¿qué nos enseñó la tecnología, como los celulares? La inmediatez. Presionas un botón y ya tienes todo en tiempo real: el clima, las noticias, los mensajes. En mi época una carta de mi novia se demoraba quince días en llegar y yo me demoraba otras dos semanas en responder. Uno esperaba, pero ahora no tenemos la capacidad de esperar. Antes se hablaba sobre matar el tiempo, nos sentábamos a hablar en una vereda. Se quitó la lentitud como valor, se terminó la observación, porque miramos todo de pasada. Todos esos valores que han sido importantes en la historia se han perdido en este afán de producción loca. El libro apunta a esto, a parar, autoobservarse y mirar el mundo. «Soy esto y estoy harto que me digan cómo debo ser o qué debo hacer. Al que no le gusta, que no me mire».

¿Qué pasa con quienes no pueden salirse del sistema por su familia, deudas, etcétera?
Me refiero a hacer lo que te gusta, no comprar una camisa de 400 dólares cuando no tienes plata. Hacer lo que te gusta puede ser jugar billar con tus amigos, sentarse a tomar un vino, comer una empanada a las dos de las mañana porque sentías ganas. Está estudiado que el dinero no hace la felicidad, aporta cero. Crea condiciones no más, pero no es un valor que ayuda a la felicidad. Los italianos dicen que la vida es una lucha, y lo es si estás siendo explotado o debes trabajar duro por tus hijos, pero eso lo haces por un bien noble que es la supervivencia. Mis padres eran inmigrantes italianos y se partían el lomo, pero sacaban tiempo para el disfrute.

¿Tips para la felicidad?
La felicidad tiene tres tipos de vida: primero la vida placentera, el hedonismo, que te des un gusto a veces, como comer un helado a las 12 del día. La segunda es la gratificante, desarrollar tus fortalezas; y la tercera es la vida con significado, que entiendas que no estás aquí para comer o ir al baño, sino que para algo más, relacionado con el espíritu o servicio. Cuando tienes estos tres puntos, lo demás viene solo.

¿Cómo afecta el sistema y este deseo de perfección a las relaciones de pareja?
Te vuelve insoportable, porque no vas a observar a tu pareja, la vas a escanear, la mirarás con una lupa porque no cumple con los requisitos que crees que debería tener. Que no tiene músculos, no gana tanta plata, no es tan alto, no es brillante… Pero si hubiera un hombre así sería un narcisista insoportable, tendría a 50 mujeres «tirándole los perros». Necesitas una persona normal que sepas que te quiere, que va amanecer contigo. Una buena relación es la que incluye deseo, amistad, cuidado por el otro y admiración. Una pareja perfeccionista es una pesadilla, tanto como una narcisista o un hombre maltratador. Las parejas no son perfectas, se van construyendo. No digo «te amo», sino «te estoy amando», porque todos los días nos reinventamos.

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