Mientras algunas personas abusan de los salones de bronceado y pasan largas horas acostadas bajo el sol buscando el color perfecto, otras sufren de un temor irracional al sol; conocido como Tanofobia.
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Pareciera que no hay un punto medio: mientras unos cuidan mucho las horas a las que están expuestos al sol por temor a contraer cáncer de piel y para protegerse de los rayos UV que cada vez son más peligrosos por la debilitación de la capa de ozono, otros gastan cantidades impresionantes de dinero en bronceados artificiales – son adictos al bronceado, lo opuesto a la tanofobia, y son conocidos como tanoréxicos.
La clave está en balancear cuánto nos exponemos al sol. Nuestra piel necesita estar expuesta a los rayos solares que recargan nuestros cuerpos de vitamina D; la nula exposición al sol ocasiona graves deficiencias en el sistema óseo y hace nuestro esqueleto más frágil.
Además, es bien conocido que los días soleados ayudan al estado de ánimo y a la salud, por lo que es bueno darse la oportunidad de disfrutarlos.
Ya sea verano o invierno donde te encuentras, toma las precauciones necesarias para recibir tu dosis diaria de sol. Utiliza una crema bloqueadora todos los días, y con mayor espectro si planeas irte a la playa.