En Estados Unidos, una mujer fue llamada por sus jefes, quienes le pidieron que se tiñera las canas, usara ropa más moderna y joyería llamativa, para rejuvenecer su aspecto, ya que la oficina se iba a trasladar a un sector más lujoso y la idea era mejorar en todo sentido, incluso en el aspecto estético de sus empleados. Fuente lun.com y esta otra página de nombre raro, scallywag&vagabond.
La mujer se negó, ya que no teñía su cabello desde que le habían salido las canas (desde los 20 años) A los pocos días, una mujer 10 años menor que ella fue contratada.
Entonces Sandra Rawline, quien tiene 50 años, decidió demandar a la empresa por discriminación por edad. Tiene un nuevo trabajo, pero es peor pagado. Ella siempre respetó los códigos de vestuario de la empresa.
A mí parecer, un código de vestuario en una empresa o institución, no es algo bueno, o políticamente correcto. Lamentablemente, nunca falta la mujer que va vestida como maraca de forma totalmente inadecuada, (por suerte, mi oficina es la excepción a la regla) incomodando a compañeros hombres e incluso a las mujeres. Para ver potos y pechugas, existen los topless y la pornografía. Tampoco falta el individuo –tanto masculino como femenino- que se relaja tanto que pareciera que viene de la playa. Trabajo es trabajo señores. No me interesa ver las uñas sin cortar de un compañero de pega que viene con hawaianas, u oler la ropa pasada a cigarrillo y a transpiración de otro. Por muy seco que sea en su trabajo.
Pero ahora, que este código de vestuario exceda los límites de las libertades personales y gustos de las personas, eso sí es el colmo. No tanto por la exigencia de las joyas o la ropa moderna; mal que mal, la mujer podría cambiarse de ropa y en su casa usar piyama si quiere, ¿Pero cómo se las arreglaría para teñirse el cabello solamente de lunes a viernes?
Mi mamá tiene 65 años y después de un fallido experimento con una tintura de aplicar en casa, donde su cabello quedó de color verde, por ahí por el año 1983, decidió nunca más teñirse el pelo. Su hermana mayor y sus hermanas menores, siguieron el ejemplo de mi abuela, incluso cuando ya el mercado tenía tinturas de muy buena calidad y a precios accesibles.
“La tintura es una esclavitud” dice la mayor “No tengo plata ni tiempo” dice su hermana menor “A mí me da lata” dice mi madrina y mi madre recuerda sus años de voluntariado en las damas de rojo de la posta central, de ver mujeres al borde de la muerte, con raíces de 20 centímetros, que se veían terribles. “No quiero enfermarme y no poder teñirme” escueta, fatalista como siempre.
Todas las personas –sobre todo las mujeres- encuentran que ellas se ven muy lindas, muy distinguidas y elegantes. Envidian que no tienen que gastar al menos $7.000 al mes y una hora de sus vidas cada dos semanas –si lo hacen en casa- o incluso mucho más dinero si lo hacen en un salón de belleza. Las mujeres que esto dicen; se tiñen las canas. Algunas no se andan quejando; pero otras sí. Podrán decirme que la naturaleza de las mujeres esquejarnos. Pero yo diría que si se quejan por teñirse, es porque no pueden bajarse de un barco al que de cierta forma fueron empujadas, por la presión de la sociedad y esta obsesión por la juventud.
En Europa, se ven muchas más cabezas blancas que en Chile; quizá porque la densidad poblacional en adultos mayores es más alta, o quizá porque las mujeres europeas se negaron a la esclavitud de la tintura. ¿Sabiduría? Probablemente, ¿Seguridad en sí mismas? Con toda certeza.
Yo no encuentro que las mujeres se vean mejor teñidas que con canas. TODO LO CONTRARIO. No hay nada más triste que ver a las pobres ancianitas que apenas tienen pelo, con sus tres o cuatro mechas teñidas de rojo o de morado. En serio. Y viendo a mi mamá, a mis tías, a su prima que vive en España, y a la otra que vive en México, encuentro que se ven de lo más bien. Lo único que se preocupan, es de buscar un champú que no les ponga amarillas sus canas. Lamentablemente, la industria cosmética lanza cada vez más champús para pelo crespo, liso, sin volumen o con demasiado; teñido de todos los colores, con todos los olores y precios. Y cada vez menos champús para pelo gris y blanco; y a precios altísimos. (Creo que queda una sola marca, y la venden sólo en tiendas de insumos de peluquería)
Además, es importante decir que las tinturas contienen níquel, un metal presente en aleaciones de joyas (incluso de oro), ollas, cubiertos y demases que causan un gran problema a las personas con dermatitis atópica, una enfermedad autoinmune que está en alza, que personalmente sufro y que si estoy estresada, mis orejas se ponen rojas y no puedo usar aros por un mes (No tengo plata para comprarme de platino, y aros con palito de plástico son muy difíciles de hallar).
Las tinturas son espantosamente malas; son caras, dejan la cochinada cuando uno se tiñe, ocupan demasiado tiempo, dañan el cabello, obligan a comprar champús y tratamientos caros, las personas se ven poco naturales en su mayoría, y a veces, hasta patéticas. Aún así, hay que permitir que quienes quieran usarlas lo hagan. Es cosa de ellas y si las hace sentir más bonitas ¡Hurra!
Pero no me cabe en la cabeza cómo un empleador puede exigirle a sus trabajadoras que, por el bien de la empresa, se echen químicos permanentes para no mostrar la edad. Sería casi como prohibir los cascos o los zapatos de seguridad, porque hacen que las mujeres se vean poco femeninas.
¿Ustedes qué opinan?¿Se dejarían las canas?¿Alguna valiente que ya lo haya hecho?