Me duele tanto la mandíbula que tengo ganas de llorar. También me duelen las encías, la cabeza, el cuello, los oídos y los hombros. No, no estoy resfriada. Simplemente tengo bruxismo.
Hace cuatro años, un otorrino me mandó al odontólogo. Mis oídos estaban bien a pesar de un intenso dolor. Un tiempo antes, me había descarretillado la mandíbula bostezando ¡en clases! Otra vez, quedándome dormida, pasó lo mismo. esa vez fue peor. Estuve los 2 minutos más largos de mi vida con la boca abierta en toda su extensión, sin poder cerrarla y con un dolor espantoso.
“Probablemente usted tiene bruxismo” dijo el otorrino. Partí al centro dental. Evaluación, radiografías, presupuesto. OMG. Menos mal que se puede pagar en cuotas. El tratamiento fue un “plano de relajación”. Una plaquita matapasiones, de resina con la que tengo que dormir sin falta (además de mi antifaz) y que evita que autodestruya mis dientes. “Y tome reflexán todos los días y haga este ejercicio. 6 repeticiones de 60”. El ejercicio consiste en abrir la boca y cerrarla pero justo antes que se cierre completamente. Se supone que con eso fortalezco los músculos y todo mejor, pero es demasiado latero y siempre se me olvida. Tomé el reflexán unos días, pero es inviable dormir 13 horas al día y contar con aproximadamente 2 para espabilarse. Hay que juntar los porotos.
No me consuela que lo sufra un 25% de la población adulta. No me consuela saber que las causas son estrés, insomnio (ah que también es consecuencia). Me duele la cara y no puedo comer manzanas ni chicles. Estoy mañosa y quejona. Dicen que el calor local ayuda, así que termino este post y parto a la esquina a comprar un guatero.
Sé que el bruxismo no es una enfermedad grave y que con la placa al menos mis dientes estarán a salvo. Pero quien quiera que lo haya sufrido, sé me entenderá.
¿Algún dato para mí y para todos los bruxómanos?