Para algunas mamás la peor hora es cuando sus hijos tienen que ir a comer pues prácticamente tienen que obligar a sus pequeños, volviendo todo ese momento que debería ser placentero, en una odisea.
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Sin embargo, los gritos, reclamos y tensiones que esto le crea a los niños tienen repercusiones en su crecimiento. La obligación genera todo lo opuesto: el rechazo, por lo que estamos llevándolos a tener una mala relación con la comida.
Las consecuencias de obligar a tu hijo a comer
Si la frase «no te levantas hasta terminar el último bocado» se te hace familiar, es momento de cambiar de estrategia. Según Mejor Con Salud, esto solo los vuelve más propensos a padecer trastornos alimenticios puesto que todos los hábitos se empiezan a cimentar desde la infancia.
Es así como las mamás que caen en obligar a sus hijos a comer fomentan la obesidad, pues se empieza a ver la alimentación como un acto de obediencia que algo por gusto o hasta donde se sientan satisfechos.
Los pequeños deben aprender a reconocer las señales que les manda su cuerpo y sus límites, además de ir aprendiendo a cultivar su bienestar y tomar decisiones, por lo que forzarlo a comer no es una solución.
De igual manera, expertos han descubierto que estas situaciones de estrés hacen que los menores tengan resentimiento hacia sus padres.
¿Qué hacer?
Para solucionar esto, no hay que resignarse sino buscar nuevas formas de hacer el rato placentero. Usa recetas divertidas que le motive a comer, animarlos a que coma hasta que se sacie para luego ingerir un postre, incluye sus alimentos favoritos en las preparaciones y ten paciencia.
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