Durante el 2020 una mujer australiana se hizo viral en las redes sociales: aseguraba que debía cobrar por cuidar a su nieto ya que ella no era una guardería. Esto trajo mucha controversia en el mundo 2.0 y puso en la palestra el sacrificio que atraviesan miles de abuelas cuidadoras en el mundo.
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En efecto, se trata de una labor no remunerada y una responsabilidad fortuita que en muchos casos es ineludible: una carga en silencio que pasa factura pues si de por sí criar a un niño es una tarea exigente, hacerlo con el peso de la tercera edad se vuelve una proeza.
Abuelas cuidadoras, voces no escuchadas
El caso de la abuela australiana demostró que hay una romantización sobre los roles de cuidado, de género y muchos estereotipos. La escritora Silvia Federici aseguró en alguna ocasión que “eso que llaman amor, es trabajo no pago”, más si se tiene en cuenta todo lo que conlleva atender a un pequeño.
Incluso, para muchas abuelas cuidadoras no corresponde con sus expectativas de vida pues los ancianos han alargado su vida laboral, tienen sus intereses y derecho de distribuir su tiempo a placer, ya que no hay modelos de familias que sean la regla, explica Clarín en un reportaje.
“Hay una gran parte de la población que todavía tiene una romantización del rol de las abuelas, donde la máxima aspiración es cuidar a los nietos y estar todo el tiempo con ellos. De la romantización pasamos a una cosa es cuidar a tu nieto cuando vos querés y otra cosa es de lunes a viernes en un horario fijo’, expresó la psicóloga Cintia González al mismo medio.
Pero aquellas que no pueden elevar la voz por diferentes circunstancias, ya que hay una gran cantidad que se ven obligadas a hacerlo o no logran poner límtes, asumen a sus nietos durante varias horas al día prácticamente como una jornada laboral, pero sin pago al final del día.
Esto es conocido como el síndrome del abuelo esclavo, un problema silenciado porque «los mayores tienen miedo de causar problemas a sus hijos o decepcionarles y callan», explicó el experto Manuel Nevado a El Mundo.
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Las consecuencias son variopintas: «Agotamiento, estrés y ansiedad que puede acabar derivando incluso en depresión. El bienestar del nieto se acaba anteponiendo al suyo propio, por lo que los problemas de salud que ya sufrían se agravan», agrega la fuente.
«También es habitual sufrir estreñimiento y dolor crónico en las articulaciones y la espalda por el esfuerzo que les supone, así como dificultad para dormir por la noche derivada de ese dolor. Es frecuente descuidar la alimentación y estas personas tienen un riesgo de desnutrición que puede afectar a enfermedades como la diabetes», explican.
En definitiva, las abuelas cuidadoras sacrifican su calidad de vida en función de los pequeños, lo que requiere hablar este problema, sugerir alternativas como familia y buscar el equilibrio pensando en su bienestar
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