Ya sea que estén acurrucándose con una manta aterciopelada o abrazando un oso de peluche, los niños pequeños tienden a aferrarse a ciertos objetos que les brindan la sensación de confort. Mientras que muchos padres pueden pensar que esto es algo negativo, en realidad es completamente normal conocido como “objeto de apego” o “de transición”.
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En entrevista con Nueva Mujer, Rodrigo Flores Gallegos, Maestro en Ciencias de la Psicología del Desarrollo de la Universidad de Maastricht nos habla de lo importante es entender de dónde viene esta necesidad y cómo es que influye en su desarrollo.
Según explica Flores Gallegos, esto es más común en niños aproximadamente de un año, puesto que es el momento en el que comienzan a explorar su mundo por su cuenta al sentarse, empezar a caminar y manipular objetos con nuevos materiales.
“Los llamados objetos de apego o transicionales tienen una forma especial de ayudar a los bebés y niños mientras descansan, juegan y crecen. Con el tiempo, estos artículos tan queridos se convierten en parte de su día a día”, asevera.
No hay un objeto específico en el que los niños deben fijar su atención. Según el especialista, ellos van teniendo preferencias por aquellos objetos que puedan conocer a fondo a través de sus sentidos, que representa cierta identidad, que reconocen y con el que hacen un anclaje de confianza.
“Estos objetos representan cosas que saben muy bien de qué tratan. Les dan seguridad de su entorno, hacen que se sientan bien y les ayudan a manejar nuevas experiencias”.
Los niños buscan que sea un objeto maniobrable o fácil de transportar, que no pese mucho y con el que les sea fácil interactuar. Es por esto que las cobijas tienden a ser el objeto transicional más elegido pues además tienen muchas sensaciones. Los olores también son un atributo clave porque son parte de un proceso de reconocimiento por lo mismo, es común escuchar que “no deben lavarse”.
Aunque muchas veces los padres se preocupan por el momento en el que sus hijos deben dejar el objeto de apego, los expertos aseguran que no existe una edad «normal» para que esto suceda. Tampoco deben obligarlos a dejarlo.
“Ellos solos tienden a separarse de sus objetos poco a poco porque van explorando nuevas opciones, generando nuevas preferencias y un desapego”, afirma Flores Gallegos.
De acuerdo con el especialista, existen algunos criterios que dicen que es hasta los 3 años, aunque hay niños que se extienden un poco más y está bien. “Pero si al crecer vemos que tienen una dependencia que genera irritabilidad o molestia si se separa del objeto (síntomas de dependencia), es un indicador que sugiere evaluar emocionalmente qué sucede ¿Por qué no está cambiando su anclaje emocional a otras cosas? Puede que necesite de ese objeto para sentirse cómodo y reafirmar su seguridad”.
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Flores Gallegos añade que si bien es algo común, no todos los niños tienen un objeto de apego, no es obligatorio y no hay una situación propia detrás que lo detone. Sin embargo, es importante siempre prestar atención a sus emociones.
Recomendaciones para los padres:
-Intentar que el bebé explore lo más posible con los objetos. Que interactúen todo lo que puedan.
-En caso de que se necesite lavar el objeto, deben hacerlo consciente de que lo van a tomar.
-No forzarlos a que los dejen. Si al crecer no lo hacen solos, hay que ver qué sucede en el ambiente escolar o familiar. Y en un caso extremo de mucha ansiedad o irritabilidad al no tener el juguete, evaluar con un especialista.
-No saturarlos de juguetes pero sí presentarles opciones poco a poco para que interactúen. Esto ayudará a que solos vayan dejando el objeto de apego.
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