Entre las situaciones de estrés que puede vivir una familia está la enfermedad de uno de sus hijos, especialmente si presentan fiebre. Este síntoma se convierte en toda una pesadilla que acaba con la tranquilidad de papá y mamá. Un niño con fiebre genera miedo e incertidumbre en sus padres, pues en oportunidades esa fiebre alta puede terminar en una convulsión febril, un evento más común de lo que se desea y tiene características sumamente alarmantes para cualquier padre, haciéndole perder la calma.
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Una convulsión febril es una convulsión en un niño que se desencadena por la fiebre, puede ser aterradora para cualquier padre o cuidador. Sin embargo, la mayoría de las veces, no causan ningún daño. Por lo regular el niño no tiene un problema de salud más serio a largo plazo, solo se convierte en un mal momento, que se desea no repetir.
Explica la doctora Delimar Tello que las convulsiones febriles son un evento bastante común que le ocurre a 3 o 4 de cada 100 niños entre seis meses y cinco años de edad, pero con más frecuencia en niños entre los 12 y 18 meses de edad.
“En niños que la padecen alrededor de 1 año existe un 50 % de probabilidad de sufrir en algún momento otro episodio, mientras que los que tienen su primera convulsión febril cuando son mayores de 1 año tienen cerca de un 30 % de probabilidad de sufrir una segunda convulsión. Y sólo un muy pequeño número de ellos tienen epilepsia en el futuro.
La especialista precisa las características de las convulsiones febriles que te presentamos a continuación:
Sucede generalmente durante las primeras horas de una fiebre.
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No necesariamente el niño debe presentar fiebre muy alta ya que sobre todo la convulsión viene dada por la velocidad con que aumenta la temperatura más que por la temperatura en sí.
El niño puede tener un aspecto extraño por unos instantes, luego se pondrá rígido, sufrirá espasmos. Es frecuente que la boca esté morada, cerrada con fuerza como encajada y la mirada perdida o los ojos en blanco. Estará somnoliento, su respiración acelerada y su piel puede lucir un poco más oscura de lo normal.
Las convulsiones no causan daños al cerebro ni problemas en el sistema nervioso, parálisis, discapacidad o muerte.
Es posible que el niño vomite.
Suele durar poco tiempo y se soluciona sola, generalmente en menos de 5 minutos.
Qué hacer en el momento de la convulsión
En el momento de la convulsión se debe colocar al niño en el piso o sobre una cama alejado de objetos duros o punzantes, voltear su cabeza hacia un lado para que la saliva o el vómito puedan drenar de la boca, no poner nada en su boca; el niño no se tragará su lengua.
Permanecer con el bebé o niño hasta que esté totalmente recuperado y esperar para darle algo por la boca.
Después de una convulsión se recomienda que el niño sea valorado por su médico.
Es más probable que un niño tenga convulsiones febriles si:
Tiene antecedentes familiares de convulsiones febriles.
Por genética.
Infecciones virales.
Ya ha tenido una convulsión febril antes.
Lo que no debes hacer durante una convulsión febril
No intente sostener, retener o contener a su hijo.
No le meta nada en la boca.
No es un buen momento para darle medicamentos para bajarle la fiebre.
No trate de darle un baño de agua fría o tibia para bajarle la fiebre. Déjelo tranquilo, en reposo.
Trate de mantener la calma, evite gritar o mover al niño de un lado a otro.
No te eche agua en la cara.
Deje que todo pase y manténgase observando al niño.
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