Al igual que sucede con las historias de amor y de superación personal, la maternidad a menudo es retratada como algo fabuloso y glamoroso. Según todas las películas, libros y demás publicaciones que hablan sobre el tema, la futura mamá siempre tiene un brillo especial en los ojos. Su barriguita hace que se vea hermosa y hasta su tono de voz, se vuelve más dulce. Tras dar a luz, su belleza se eleva porque ahora tiene a su lado un pequeño ser que salió de su interior.
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¿Cuántos videos virales no has visto donde la mujer puja, grita y llora en la sala de parto pero siempre se ve fabulosa? De algún modo las famosas han hecho que creamos que la maternidad está llena de glamour; no por nada hacen sesiones de foto enteras de su pancita o mientras están dando a luz para después presumirlas a todos.
Sin embargo fuera del mundo del espectáculo y las redes sociales, la realidad parece ser otra.
El embarazo es algo impresionante, después de todo, hay vida dentro de ti. Y mientras que muchas mujeres aseguran que no hay sensación más hermosa que la de la pataditas del bebé, también revelan que hay momentos dolorosos e incómodos. Algunas llegan a cuestionarse si ha sido una buena decisión, otras se llenan de arrepentimiento y otras, se sienten totalmente ajenas a su propio cuerpo.
La maternidad te cambia por completo. Tu cuerpo pasa a ser de ese ser que crece en tu interior. Literalmente depende de ti y no importa cuántos años pasen, seguirás haciendo todo por su bienestar.
La maternidad viene cargada de muchas emociones, sin mencionar que también está llena de manchas, cicatrices, piel colgante y fluidos. A veces te sientes muy frágil y vulnerable y otras, la mujer más poderosa del mundo.
Eso sí, todas pasan por el constante miedo e inseguridad de creer que lo están haciendo todo mal. La realidad es ésta: no existe un manual sobre cómo ser buena madre, es algo que vas aprendiendo sobre la marcha. Puedes tomar ciertos consejos ajenos pero al final, la ñunica que sabrá lo que es bueno para los suyos, eres tú.
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La sociedad nos ha acostumbrado a pensar que las mujeres nacimos para ser madres, que tenemos que ser siempre perfectas para dar un buen ejemplo a nuestros hijos y que toda la responsabilidad de ellos está sobre nosotras. Los hijos se gozan pero también se sufren. Por eso, es momento de normalizar la maternidad imperfecta y lo caótica que puede ser.
La maternidad es perfectamente imperfecta. Cada día es un aprendizaje nuevo y cada día te hará sentir algo nuevo. Habrá momentos en los que tengas que contener el llanto y otros en los que no lo puedas evitar. Momentos en los que sólo quieras quedarte en la cama, pero no lo haces porque sabes que tu bebé te necesita. Estarás ojerosa, cansada , estresada, agobiada, triste, frustrada y enojada pero pero al final de día, tendrás una sonrisa porque eres la fuerza de tu pequeño y viceversa.
Criar un hijo es desafiante, especialmente si lo haces sola pero puedes con eso y más.
La maternidad puede ser caótica pero si dejas de pensar que debes ser perfectas, te quitarás un gran peso de encima.
Luchar por la perfección es extremadamente estresante. El estrés afecta tu salud y no puedes disfrutar de tu maternidad porque te sientes mal constantemente. Siempre debes tener en cuenta que la perfección hace que la gente se sienta miserable. Haz tu mejor esfuerzo, sé feliz y confía en ser la mamá que eres. Aprende de tus errores y sigue adelante, ese será el mejor ejemplo para tus hijos.
Has tu mayor esfuerzo por ser mejor pero no trates de ser la madre perfecta. No caigas en esa trampa porque al final, tú eres la única que se impone una maternidad idealizada imposible de alcanzar. Concéntrate en lo que puedes controlar. Tus hijos saben que estás haciendo lo mejor que puedes
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