Tenía 19 años, estudiaba la universidad en una de las mejores del país, siempre me han gustado los deportes así que decidí comenzar a entrenar fútbol.
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Todos los días iba a los campos de para entrenar de 4:00 -6:00 pm. Un día por causas del destino conocí a T (así lo llamaré). Me pareció un chico lindo, practicaba fútbol y la verdad mi primera impresión fue buena, era amigo de una de mis grandes amigas así que de inmediato confié en él, error.
Conforme pasó el tiempo, T y yo hablábamos más y más todos los días y decidimos empezar a salir en otro plan, era un chico muy atento y lindo conmigo.
Pero algo cambió. En la entrega de su jersey de jugador para la nueva temporada lo vieron con su exnovia en un plan romántico y varias personas me preguntaron qué onda; yo no sabía absolutamente nada y decidí preguntarle porque teníamos confianza o eso creía. Su respuesta fue “no te metas, pinche chismosa”, me sorprendió bastante así que decidí no preguntar más.
A partir de ese día, él aprovechaba cualquier oportunidad para hacerme menos frente a la gente diciéndome cosas como “no vales nada, cállate tú qué vas a saber, si yo no te quiero nadie más lo va a hacer, estás bien pinche fea nadie se va a fijar en ti, sólo me tienes a mí, si me voy yo te vas a quedar sola”.
Me gritaba cuando salía de entrenar para que me fuera con él sin importarle mi horario de entrenamiento: “si no sales en 5 minutos me voy y te dejo, si te pasa algo es tu culpa”.
Todo mi equipo me decía que era abuso y violencia pero yo no lo veía de esa forma, me costaba mucho aceptar que algo bonito se había convertido en gritos e insultos.
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Llegué a creer que sólo era una etapa o una fase hasta que un día discutimos, porque no lo dejé ver mis conversaciones de Whatsapp; me cansé de pelear y lo ignoré mientras él me gritaba que sabía que salía con alguien más, que era una p*ta. Tomé mi celular y para no prestarle atención comencé a ver mis redes sociales, su enojo fue tanto que me arrebató el teléfono de las manos y lo aventó contra una pared, quedó destrozado, completamente inservible.
Me levantó la mano con toda la intención de golpearme, y muerta de miedo y con voz temblorosa le dije “¿qué, ahora me vas a aventar a mí contra la pared?” y él solo contestó “a ver si así aprendes y dejas de p*tear con los demás”.
Al día siguiente me mandó muchos mensajes pidiendo perdón, que él me compraba otro celular, que no sabía qué le pasó o por qué se enojó tanto, que estaba enamorado de mí, que lo perdonara.
Dejé de ir a entrenar y frecuentar esos lugares, la ayuda de mis amigas fue esencial para que yo saliera adelante, lo bloquee de redes sociales y cambié de número, así pude continuar.
Me costó muchos años darme cuenta que era parte de una relación violenta, que estaba siendo violentada en muchas maneras, ahora lo cuento porque pude salir a tiempo y tal vez el daño que hizo en mí fue mínimo o tal vez destrozó toda la confianza que tengo en las personas. Pero de algo estoy segura y es que deseo que ninguna mujer se sienta de la manera en la que yo me sentía: dolida, minimizada, con miedo por mi integridad física, insultada, culpable.
Nadie tiene derecho a hacerte sentir menos, nadie tiene derecho sobre ti. Tú eres tuya y no tienes la culpa de lo que tu agresor hace.
#NiUnaMenos
Relato enviado por una lectora.
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