Le ecología también puede ser un buen negocio y hasta en los últimos momentos algunos piensan en el medio ambiente. “Si tenemos que predicar es con el ejemplo”, comenta Jordi Requena, responsable de la empresa de entierros Limbo en la ciudad de Alcoy, España, quien opina que si se quiere proteger a la naturaleza, “se debe intentar en la medida de lo posible, ser ecológicos hasta el final”.
Y como cada ataúd implica la tala de un árbol y la utilización de químicos mediante la cremación, Requena da alternativas más comprometidas con el hábitat y que cubren prácticamente todas las variantes de la industria funeraria: cajas de cartón, incineración solar, descomposición acelerada; en fin, las opciones son tantas como extravagantes.
“Ofrecemos al cliente todo tipo de urnas biodegradables, una para cada necesidad: para enterrar, tirar al mar o a los ríos e, incluso, para aprovechar las cenizas como abono”, señala.
“Evidentemente esto no es para toda la gente”, admite Requena, “pero los que ya están conscientes de proteger a la Tierra, sí que lo demandan y a muchos, cuando les explicas los beneficios respecto a los entierros normales, también optan por este tipo de servicios”. Se trata de una tendencia, que según el responsable de Limbo, va en aumento y “si nosotros no tenemos una responsabilidad con el planeta, quizá a nuestros nietos les enseñemos los árboles por Internet”, concluye.
Urnas y opciones:
“Nu”, lo único que llevan es sal con un aglomerante vegetal, que sirve de “alimento para los peces.
“Geos”, completamente de tierra, de modo que en el momento de la ceremonia se intercambia el tapón por un árbol que aprovecha la misma urna como alimento.
Opción económica: consiste en una urna de cartón reciclado recubierta de corcho.
Además, disponen de un coche fúnebre eléctrico para realizar el transporte de los ataúdes.