Podrá no ser un platillo per se, sin embargo, el café es una bebida que por alrededor de 5 siglos nos ha cautivado. Y como era de esperarse, su historia es casi igual de deliciosa. Aquí te dejamos la breve historia del café, en este “Platillos con mucha historia“.
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Con el café pasa algo parecido que con el chocolate. Habría sido problemático descubrir si esas bayas eran comestibles y más importante, para qué servían.
Según la asociación Nacional del Café, el descubrimiento de esta bebida se lo debemos a las cabras (“Correr como cabra loca” comienza a cobrar otro sentido):
La leyenda comienza con Kaldi, un pastor de las montañas en Etiopía (por el área de Kaffa), quien notó que después de que sus cabras comían ciertos frutos, se llenaban de energía y por las noches, se negaban a dormir. Kaldi le informó a su abad sobre las moras y este se aventuró a realizar una bebida con ellas. Se sintió más despierto en sus horas de oración y pronto le contó a todos sus compañeros.
Otras fuentes como international coffee organization hablan de que comer granos de café era algo que solían hacer los esclavos en lo que ahora es Sudán y Yemen. Se sabe que comenzó a cultivarse alrededor del sigo XV. Probablemente, desde mucho antes. Se dice que desde que se empezó a cultivar, las autoridades incentivaron consumir la bebida. Así surgieron las primeras cafeterías. Eran espacios donde la gente se reunía a charlar, tomar café y hacer negocios.
El café no viajaría a Europa sino hasta el siglo XVI, y a las Américas en el XVII. Cabe mencionar que los árabes trataron de mantener el monopolio del café tanto como pudieron: no era posible llevar granos ni semillas fértiles a ninguna otra región. Sin embargo, los holandeses lograron negociarlo. Quizás no tanto por sus habilidades diplomáticas, sino porque la demanda del café había aumentado mucho y a nivel global. Así llegó este cultivo a Centro y Sud América. También a otros lugares como a la isla de Java.
De ahí, el café evolucionaría a lo que conocemos hoy: un mundo de grano y bebidas que simplemente nos causa fascinación.