Al hacer las compras, ¿te preguntas de dónde vienen los alimentos? Resulta muy cómodo asistir al supermercado a comprar todo lo que necesitamos, sin embargo, llega el momento en que valoramos el trato justo, el respeto a la naturaleza y comenzamos a buscar otras alternativas conscientes.
PUBLICIDAD
Nuestra primera opción fue inclinarnos a los productos orgánicos, esos que prueban ser libres de pesticidas y plaguicidas, que no sufrieron alteraciones genéticas para soportar ciertas plagas. Alimentos más naturales que están en armonía con la naturaleza.
Con el boom de los orgánicos, el capitalismo se encargó de “explotar la idea”. Se crearon certificados — por cierto, muy costosos —. Algunos países comenzaron a importar alimentos orgánicos de otros países, como las lechadas de soya orgánica, almendras y arroz, o frutas exóticas directas de oriente, como las bayas goji del Tíbet.
Así, de la nada, mientras nos preocupamos por alimentos limpios — bueno, naturales en un 95% —, generamos más contaminación y desechos al comprar las lechugas hidropónicas en cajas de plástico o las moras que han viajado miles de kilómetros hasta tu hogar. Entonces, ¿cuál es nuestra siguiente opción? Les cuento mi experiencia
Desde hace un par de meses comencé a comprar alimentos de productores locales, aquellos que se comprometen a tener productos de calidad. Son hortalizas libres de pesticidas y plaguicidas, regadas con agua de pozo y cosechadas con amor. En su distribución viajan sólo algunos kilómetros; se producen en poblaciones muy cercanas, algo que reduce significativamente su huella en el ambiente.
En este tiempo he experimentado varios de los beneficios del consumo local, directo del productor, como…
- Precios justos. Por lo regular lo orgánico cuesta caro, más cuando compras en cadenas o tiendas especializadas. Al tener trato directo con el productor, proteges tu economía y apoyas el desarrollo de esta persona que cosecha con respeto tus alimentos.
- Muchos “certificados de orgánico”. La primera vez que le compré a Ricardo, un conocido de hace tiempo, me advirtió “viene con muchos certificados” de orgánico. Al principio no entendí, pero realmente se refería a algunos bichitos que vienen con la mercancia. Vamos, sólo los enjuagas bien y queda listo. Eso sí, seguro no usó pesticidas 😉
- Alimentos ricos de sabor y nutrientes. Hace poco tuve que hacer una compra de emergencia en una tienda cercana a mi casa; necesitaba lechuga para preparar una ensalada. Error. La lechuga olía a químicos. En otra ocasión, en otra tienda compré una papaya insípida. Esto no ocurre con los alimentos orgánicos locales, al contrario: disfrutas del verdadero sabor a tomate, o las suculentas acelgas.
- Impulsas a la economía local. Un punto muy importante y que frecuentemente pasamos por alto. Al consumir productos locales, apoyamos a nuestra comunidad y aseguramos el trato justo de los trabajadores. Aquí, señores, no aplica el famoso regateo, por favor.
- Sin desechos, ni envases plásticos. Otra de las grandes ventajas del consumo local, el productor por lo regular entrega sus productos sin bolsas, sin plásticos. Claro, siempre lleva a tu mano una bolsa para el mandado o una de manta, para que entren todos tus vegetales, maravillas de la tierra.
Más que consumir productos orgánicos porque está de moda, pensemos en todas aquellas personas que hacen posible que tengamos alimentos en nuestra mesa. Desde la mano que sembró la semilla, la regó con agua limpia, la vio crecer y la protegió de esos bichitos — con remedios naturales, por supuesto —. Las personas que cosecharon y quienes te entregan vegetales cultivados con mucho amor y dedicación.
Haz la prueba. Pregunta a tus familiares y amigos sobre algún productor local de confianza. Compra algunos vegetales y nota la diferencia. Comencemos un camino hacia un consumo natural y consciente.