A pesar de ser un material tan flexible y versátil, el plástico ha sido el dolor de cabeza de la ecología porque una vez que cumple su ciclo de vida útil, la mayoría acaba como desperdicio que tardará años en degradarse y mientras eso sucede, contribuye a la contaminación de océanos y del medio ambiente en general.
Una opción más “verde” para sustituir a los plásticos son los llamados bioplásticos que son fabricados a partir de materiales renovables o biodegradables. En primera instancia suena bien, pero su producción requiere el cultivo de biomasa virgen, la cual se obtiene de algunos árboles o cosechando plantas para este fin. Esto hace que a final de cuentas no sea la forma más sustentable de sustituir a los plásticos tradicionales.
Las ventajas del plástico es la variedad de usos y aplicaciones que tiene además de su resistencia y su bajo costo. Sin embargo, reciclarlo no es una práctica tan común como desearíamos que fuera. Es conveniente entonces que se experimente con nuevos materiales con características similares pero que reduzcan el impacto ambiental tal como lo ha hecho el Instituto Wyss de Harvard.
El instituto ha desarrollado un nuevo bioplástico a base de quitosano, derivado de la quitina, un polímero natural presente en las “cáscaras” o exoesqueleto de los crustáceos como los camarones que es barato y abundante en la naturaleza, de hecho, es el segundo material orgánico más abundante en el planeta.
Anteriormente, el equipo que desarrolló este bioplástico, creó también un material llamado “Shrilk”, que está hecho de la quitina de las cáscaras de los camarones (shirmps) y de proteína de seda (silk). El uso de la seda encarecía la manufactura por lo que dejaron de utilizarla.
El objetivo de crear una alternativa al uso del plástico tradicional era fabricar el quitosano por métodos que conservaran la integridad molecular del compuesto para poder ser utilizado en procesos de manufactura a gran escala. De acuerdo al método de producción del quitosano puede ser opaco y quebradizo o duro y transparente, que es el que deseaban.
Durante las pruebas de resistencia del material, el quitosano se contraía una vez que se le daba forma, al mezclarlo con “harina de madera”, un material de desecho, el compuesto adquirió la rigidez necesaria para mantener su forma tridimensional.
Una de las características más valiosas de este material es que, por su composición a base de desechos orgánicos, una vez que se convierte en basura puede reintegrarse al suelo e incluso aportarle algunos compuestos benéficos en sólo dos semanas.
Fuente: The future of bioplastic could come from shrimp shells and wood flour (Treehugger)