Electricidad sentimos muchos al ver que la ídola mexicana Lucero, se regocijaba matando animales salvajes en una reserva especial para aquellos fines, junto a su novio. Pese a ser un hábito entre los hijos de Donald Trump o del mismo Rey de España, que como castigo divino quebrara su cadera para dejar en evidencia el costosísimo tour de caza a la sabana africana, nunca lo pensamos de tan tierna mujer.
Pero lejos de impactarnos de que sea Lucero, lo impactante es ver cómo la sociedad ha cambiado y el cambio cultural en torno a la consciencia animal que hoy existe, llegando a tal punto de la cancelación de su show en el Festival de Viña del Mar 2014.
Recuerdo claramente cuando pequeña estar viendo a Don Francisco, fundador de la Teletón en Chile y varias otras partes del mundo, recorrer el mundo con la “Cámara Viajera”, yendo de safari a África en donde se quedaba en el hotel más lujoso y comía parrillada de animales salvajes, explicando con lujo de detalles cuál era el sabor y textura de la carne de león, cocodrilo e incluso jirafa. En ese momento nadie decía nada, como antes ningún intelectual repudiaba a Hemingway por la práctica frecuente de la caza, incluso inmortalizada en su obra “Las verdes colinas de África”.
Hemos cambiado como sociedad. Hoy nos parece inadmisible situaciones como ésta, más cuando nos enfrentamos a la sexta extinción y la prueba científica que tienen conciencia todos los mamíferos, aves y otras criaturas, incluyendo pulpos.
Ahora bien. Escribí una vez un poema llamado “Matadero”, donde relato que la ética del cavernario, que caza para sobrevivir ha caducado, pero no por nuevos hábitos de alimentación más evolucionados, sino por la llegada de la industrialización de los mataderos que han hecho tan fácil comer a un animal.
El “ritual de sacrificio” ha sido trocado por una al parecer, inofensiva ida al supermercado, donde elegimos bandejas de carne como si se tratara de ladrillos, o cojines. Desnaturalizado como un commodity, el trozo sangriento llega a nuestro hogar sin asomo de crueldad.
Es cierto, hemos cambiado. Repudiamos la caza deportiva, o por diversión, pero aún no llegamos al punto de repudiar nuestras propias prácticas principalmente por especismo, por un asunto cuantitativo, de cuantas especies van quedando, y también cualitativo de no comparar un pollo con un león, o un tigre con un cerdo.
Nos falta mucho avanzar, pero esta presión social puede que sea un primer paso para un trato justo en el mercado animal que solapa actos tan brutales como los cometidos por Lucero. El Ya no, deberá ser en el futuro, también para toda una humanidad en crisis.