Una verdadera lucha es a la que nos vemos sometidos los que hemos escogido utilizar como medio de transporte la bicicleta.
Como unos verdaderos Superhéroes nos enfrentamos a las 4×4, a los enormes Transantiago que muchas veces desacatan las vías segregadas causando situaciones de alto riesgo para los pedaleros, a los taxistas y sus hostiles manifestaciones de territorialidad, y por supuesto, a mí que soy mujer, a los tantos choferes que se dedican a hostigar mientras una va en la bicicleta, se suman a la carencia de ciclovías que garanticen llegar a destino de forma expedita y segura.
Lo desalentador es que las ciclovías se hacen con el sentido “deportivo y recreacional” siendo que cada día somos más los que entendemos la bicicleta como un medio de transporte limpio y saludable, conformando una oportunidad para cualquier gobierno que entienda medianamente que esta manera de transportarse por la ciudad, se aminoran las emisiones de carbono, el atochamiento, la dependencia energética mientras aumentan los niveles de bienestar y salud.
Y en cuanto a andar por la vereda, la dialéctica conductor vs peatón, se extrapola a las bicicletas, por lo tanto no es una alternativa atinada bajo ningún punto de vista.
Esto ya fue comprendido en la década de los 70 en Holanda, donde tienen un estupendo sistema de de vías compartidas y segregadas para bicicletas que ha llegado tan lejos que hasta tienen el Hovering, una magnífica rotonda sólo para bicicletas.
Sólo hace falta abrir los ojos, dedicarse al “servicio público” y tener la voluntad política de implementar un diseño coherente con las nuevas formas de habitar las grandes y menos grandes ciudades. Ya saben “Somos caleta, andamos en bicicleta”.