A lo que puede llegar el ser humano, defendiendo la explotación animal y espectáculo circense como tradiciones culturales. Una mañana, hace varios meses, me dirigía al trabajo. Tome la ruta de siempre, con la calma del mundo. De repente me encuentro con algo nuevo; un circo edificándose ante mis ojos y con unos animales en estado lamentable.
En las orillas de aquel terreno baldío colocaron los diminutos espacios de los animales. Veías caballos, llamas, burros, perros; a lo lejos, los felinos y elefantes. Todos ellos acomodados como vivieran en vitrinas, en una exhibición itinerante. Pero lo peor estaría por venir.
Ese mismo día me dirigía a la casa, saliendo de trabajo, cuando escuché el anuncio del mismo circo. Una camioneta circulaba con un megáfono a todo volumen por las calles del pueblo; atrás arrastraba una jaula en la que se veía un jaguar adormilado — más bien sedado — sin protección alguna. Pobre animal paseado, entre los coches, recibiendo el viento helado de una noche de otoño.
Así siguen los circos explotando a los animales que tienen cautivos, que los obligan a trabajar, a maravillar a la gente con trucos que llegan a denigrarlos. Se han dado pasos importantes en algunas ciudades. Primero fue Zapopan, en julio del 2012; después se unió Toluca, en julio de este año. Y ¿el resto de la República?, ¿hasta cuando dejaremos de ver estas imágenes?
En México la lucha por la prohibición de circos con animales lleva años activa. Legisladores han tratado el tema, sin un seguimiento puntual; sale de repente, a conveniencia de los partidos políticos. Los primeros en pegar el salto son los circos con tradición más fuerte en el país, como Atayde Hermanos y Fuentes Gasca, quienes consideran este tipo de prohibiciones aberrantes.
Varios circos han demostrado que pueden encantar al espectador, sin utilizar animales encadenados, obligados a repetir la rutina una y otra vez en un ambiente de estrés. El Cirque Du Soleil se caracteriza por el arte de sus integrantes, por la narrativa y la espectacularidad de los desafíos a la gravedad. Sin animales.
Recordemos que los animales tienen conciencia. Llevando una vida de circo, son blanco de la crueldad del adiestramiento, de sufrimiento físico y psicológico — algunos leones, por ejemplo, les retiran los dientes —. Son animales que fueron retirados de sus madres desde edad muy temprana, sometidos a rutinas crueles aún siendo bebés — como los pequeños elefantes —.
Si el gobierno y los legisladores no han logrado extender la prohibición de circos con animales, ¿qué podemos hacer? En primera instancia, ¡evitar los circos! En especial no llevar a los niños, a disfrutar de estas actividades y a verlo como algo normal, algo que está bien hacer. ¿Cómo sobreviviría el circo si dejamos de darle nuestro dinero? Ahí tenemos la clave para impulsar el cambio.
Foto: DirkJan Ranzijn (Flickr) / (cc) by-nd