En los tiempos en que no existía la licuadora, dígase desde la época prehispánica, para hacer las salsas, en México y otras partes de Centroamérica, se usaba el molcajete.
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Se trata de un mortero de piedra, generalmente con tres patas donde se pueden moler y mezclar los ingredientes. Y aunque se han integrado los aparatos eléctricos a casi todas las cocinas mexicanas, las salsas preparadas en esta piedra saben totalmente diferente. Y, si me preguntan, mucho más deliciosas.
También existe su variación llamada Metate, del náhuatl Metatl. Este tiene forma rectangular y cumple con la misma función, también se usaba una piedra para moler los ingredientes con las manos. Era una parte importante del día a día de las mujeres aztecas, porque se esperaba que fueran buenas cocineras. Con la esperanza de que esto sucediera, se guardaba su cordón umbilical y se colocaba debajo del metate. Pasaban una gran parte de su tiempo moliendo el maíz, de cuclillas, para hacer la masa de las tortillas.
En México existe un dicho muy popular sobre el uso de este instrumento:
Mala para el metate, pero buena para el petate
Que habla de una mujer que es mala en la cocina, pero buena en la cama (antiguamente los aztecas dormían en pequeños tapetes llamados petates). ¿Será que sólo se puede o lo uno o lo otro?
Ya que son los antecedentes de molinos y licuadoras y tradicionalmente se fabricaban con piedra volcánica con poca porosidad para que los sabores no quedasen impregnados.
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Hoy en día, ni el molcajete ni el metate se usan a diario, sino sólo para agregar ciertos toques a algunas comidas, sobre todo en lo que se refiere a las salsas. Hay un pequeño resurgimiento en el uso de estos instrumentos por las notas que destacan en la comida.
Por ejemplo, hay quien jura que puede reconocer el sabor de una salsa preparada de esta manera o en licuadora.
Para limpiarlo
Cuando se usa el molajete o el metate, muchas sustancias quedan impregnadas en su piedra, por lo que es necesario limpiarlo de manera especial: moliendo granos de sal de mar y de maíz. Una vez que quede cubierto, se lava con una escobilla.
La verdad es que la labor con el molcajete no es tan ardua como sucede con la del metate, sin embargo lleva más tiempo, esfuerzo y cariño que usar la licuadora. Pero los sabores finales valen el esfuerzo.
Foto: Cocina y comparte