Las plagas son atribuidas a tiempos de colapso civilizatorio. Relatos bíblicos hablan de crueles castigos divinos a sociedades corrompidas por el poder que terminan cayendo estrepitosamente ante la fuerza de la naturaleza. Podemos decir que éste podría ser una versión moderna de esta vieja historia -¿Quizás el Apocalípsis? o_O-, puesto que responde a la intromisión nociva del hombre en su propio hábitat.
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Los sapos de caña o Rhinella Marina, fueron introducidos en Australia pese a su alta toxicidad con el fin de terminar con una plaga anterior de escarabajos. Pero los resultados fueron nefastos, ya que desde 1935 cambió la cadena trófica y es capaz de matar incluso a los cocodrilos que osan colocarlos en su menú.
Estos sapos ahora, además de ser una plaga mortalmente peligrosa por el veneno en su piel, reproduciéndose con una aterradora rapidez (la hembra puede llegar a poner de una sola vez unos 30.000 huevos), presenta evidentes mutaciones en su morfología con más ojos y extremidades de lo normal.
Esto responde según investigadores de la Universidad Central de Queensland, a que Gladstone aloja una termoeléctrica que emite gases contaminantes, dos refinerías de aluminio y una floreciente industria de gas natural licuado que han provocado cambios en la salinidad del agua y en la proliferación de parásitos, cuestiones que podrían ser la causa de tan aterrador proceso de trasformación.
Como ven, no se trata de una profecía demoníaca, aunque estemos en el Año 2013 de la Serpiente y ad portas de ver asumir al Papa Negro. El tema es que cuando el hombre modifica su entorno y no genera planes de mitigación y desarrollo sustentable, hay una altísima probabilidad de que la armonía del ecosistema se vea alterada con trágicas consecuencias.
Vía: ABC Natural