En una región conocida por sus grandes rascacielos, la edificación de un modesto invernadero podría no merecer llamar mucho la atención.
Pero esta pequeña construcción cerca de la costa en la Ciudad Industrial Mesaieed en Qatar podría ayudar a cambiar el paisaje para siempre, dicen sus desarrolladores, convirtiendo la tierra del desierto en centros de cultivos de alimentos y producción de agua fresca.
La planta de prueba de una hectárea con valor de 5.3 millones de dólares durante este mes es el mayor triunfo para el Proyecto de los Bosques del Sahara (SFP por sus siglas en inglés), un concepto que ha sido desarrollado por una compañía noruega desde el 2008.
La instalación –construida en conjunto con las compañías de fertilizantes de Yara International y Qafco– contará con un rango de tecnologías verdes incluyendo generar energía solar concentrada (CSP por sus siglas en inglés), con paneles fotovoltáicos y un invernadero enfriado con agua salada que imita un ciclo hidrológico.
Michael Pawlyn, arquitecto británico especialista en diseño sustentable y miembro fundador del proyecto, dice que juntar los trozos de tecnología sinergética crea un nuevo paradigma.
“Al principio del proyecto, estábamos muy conscientes de que mucha gente proponía soluciones para atender un problema a la vez, como la falta de agua, la desertificación, el cambio climático. Queríamos desarrollar soluciones integrales simultáneas que se ocuparan de varios retos a la vez”, dijo Pawlyn.
“Si comparas los sistemas hechos por el hombre con los ecosistemas hay bastantes diferencias. Tendemos a crear sistemas simples, desconectados y lineares. Los ecosistemas son complejos, interconectados e interdependientes”.
Esta interconectividad se ve por todo el diseño de la planta. La electricidad del CSP ayuda a energizar las bombas que traen el agua de mar al lugar donde se usa para acondicionar el aire dentro del invernadero.
El efecto se logra al pasar agua de mar por pantallas porosas de cartón –llamados evaporadores – que enfrían y humidifican el seco aire desértico, creando un ambiente favorable para el crecimiento de las cosechas.
Una parte del agua de mar evaporada dentro del invernadero también se condesa creando agua fresca, la cual se usará para regar las plantas.
Toda el agua salada que no pueda ser evaporada se pone en uso en otro lado, dice Pawlyn.
“El agua salada que sale de los invernaderos se va al CSP para enfriarlo –lo que la hace más eficiente– y después irá a las ‘protecciones’ del evaporador que crean condiciones de crecimiento para los cultivos y sembrar las áreas del desierto”, explicó.
El resto terminará en lagunas de sal donde varios componentes –cloruro de sodio, yeso, carbonato de calcio– pueden ser extraídos y potencialmente comercializados.
La apertura de la planta piloto está planeada para que coincida con la Conferencia del Clima de las Naciones Unidas (COP18 por sus siglas en inglés) que este año se llevará a cabo en Doha, del 26 de noviembre al 7 de diciembre.
Hace tres años la conferencia COP15 de la ONU, en Copenhague, la SFP presentó su primer estudio de viabilidad al mundo.
Fue uno de los puntos prioritarios en las pláticas en donde bien se pudo ver si el proyecto podía fallar, pero siguió ganando el apoyo entusiasta de líderes ambientales y políticos.
Olav Kjorven, asistente del secretario general del Programa de Desarrollo de la ONU, lo ha llamado ‘un estándar de oro’, mientras que el jeque Hamad bin Jassim bin Jaber Al Thani, primer ministro de Qatar, cree que el proyecto podría ayudar a mejorar la seguridad de los alimentos en el Medio Este.
“Creo que esto no será muy importante, no solo para Qatar, sino para toda la región y demás lugares con el mismo clima”, declaró Al Thani.
La planta abrirá después de que los delegados de la ONU dejen la ciudad operando por al menos un año, probablemente dos, dice Pawlyn, para que todos los sistemas puedan ser asesorados y optimizados minuciosamente.
Parece que a la planta de Qatar le seguirán proyectos más grandes como un sitio de 200 hectáreas en Jordania anunciado para desarrollarse. Pawlyn cree que esto solo es el inicio para obtener más áreas del mundo particularmente bien equipados para un proyecto.
Almeria, al sur de España –con sus 20,000 hectáreas de invernaderos– es probablemente uno y la Depresión de Qatar, que cubre cerca de 18,100 kilómetros cuadrados de tierra debajo y sobre el nivel del mar al noreste de Egipto, es otro.
“Al juntar estas tecnologías (podemos) ocuparnos de algunos problemas mayores, crear alimentos con cero carbono en algunas partes del planeta que sufren por la falta de agua, producir energía renovable abundante, sembrar en los desiertos… al igual que proveer comida y viviendas a grandes cantidades de personas en partes del mundo que realmente sufrirán con el cambio climático en el curso de las próximas décadas”.
Vía: CNN