Hace pocos días la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) alertó sobre una posible crisis alimentaria, que afectaría los precios de los alimentos y golpearía más fuertemente a los países que dependen de importaciones y a la población con menores ingresos.
También advierte sobre la necesidad de abordar cómo seguir produciendo en este escenario de alta demanda, crecimiento demográfico y donde cada vez más las condiciones climáticas juegan un rol decidor: sequías, altas temperaturas, inundaciones y otros que nos recuerdan sobre el cambio climático.
El Banco Mundial también ha advertido que las condiciones climáticas afectan estas bruscas alzas. Este año, Estados Unidos ha sufrido la peor sequía en 25 años elevando el precio de los granos y encareciendo los alimentos. La misma FAO ha recomendado a Chile implementar acciones para enfrentar la sequía, y eventos como las inundaciones de los extremos del país o las olas de calor en la zona centro sur. El punto es que a nivel mundial el diagnóstico es claro: las condiciones climáticas afectan los cultivos, encarecen los alimentos y amenazan a la población más pobre.
Pese a estas noticias, Chile lidera el ranking en seguridad alimentaria en América Latina, según un estudio recientemente publicado y elaborado por The Economist, que destaca del país los estándares nutricionales, la seguridad alimentaria, la proporción de la población bajo la línea mundial de la pobreza y la asequibilidad de los alimentos, ítem en que sólo fue superado en la región por Brasil.
Una muy buena noticia que, sin embargo, nos pone en alerta, pues, a su vez, Chile es uno de los países con más obesidad del continente, muy mal pronóstico considerando que estamos en la región que más personas con sobrepeso y obesidad registra el mundo. Segundo en mujeres (33,6%) y tercero en hombres (24,5%).
La Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (Ocde) informó en febrero que Chile es el sexto país en el mundo con más obesidad infantil y sólo lo precede Grecia, EEUU, Italia, México y Nueva Zelandia. Esto llama a la preocupación y es que si bien tenemos acceso a alimentos, qué estamos comiendo los chilenos.
Y bajo el escenario descrito, ¿qué podemos hacer si al final los precios afectan mi bolsillo, nutrición, familia y calidad de vida?, ¿cómo puedo asegurar mi acceso y el de mi familia a alimentos si la situación es, a veces, crítica?
No hay que mirar muy lejos. Junto con los movimientos sociales emergentes, surgen una serie de iniciativas que van ganando terreno y despiertan la conexión con nuestra tierra y su cuidado. Ellas promueven una conciencia y consumo más responsable. Dan cuenta de una necesidad de adaptarnos, porque los precios van de subida y debemos generar formas de acceder a alimentos nutritivos y seguros permanentemente. Lo que algunos han llamado “hacer cambios con sentido”.
Una de las iniciativas que promovemos con fuerza en la Fundación es la implementación de huertos como un recurso educativo, promotor de consumo responsable y trabajo colaborativo.
Hay diferentes tipos acorde al propósito y actores involucrados: familiares, escolares, urbanos, comunitarios, verticales, terapéuticos, etc. Ellos representan una tremenda oportunidad de tener acceso directo y diario a los alimentos, además de aportar productos frescos que permiten mejorar la calidad de la dieta, pudiendo cosechar distintos tipos de verduras, plantas medicinales, condimentos, entre otros, esenciales para el balance nutricional y que aportan a la economía familiar.
Un huerto es la oportunidad de entender el ciclo de los alimentos, apreciar nuestra tierra y a consumir con mayor responsabilidad y más encima, saludablemente. El punto es atreverse y la falta de espacios no es una excusa, pues en Casa de la Paz hemos capacitado comunidades, profesores y estudiantes en pequeños huertos horizontales y verticales, con botellas de plástico y materiales reciclados, en control natural de plagas y técnicas que perfectamente se pueden instalar en casa, con sistemas artesanales de riego eficiente.
Ésa es nuestra apuesta, promover un consumo más responsable que mejore nuestra calidad de vida. No hay una receta perfecta porque es ensayo y error, pero lo importante es que no olvide el por qué. Considerando esto, ¿no le gustaría tener sus propios tomates el próximo 18?
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