Es una palabra de moda, que copa titulares, proyectos, congresos y páginas y páginas de información al respecto, Smart Cities o Ciudades Inteligentes.
Definiciones hay tantas como se quieran o convenga, como bien aborda este artículo “Smartcities: moda o realidad” de Rosa María Martínez y las dos definiciones que recoge:
Una más teórica, como ciudades que aplican las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en la propia ciudad, con el objetivo de proveerla de una infraestructura que intente garantizar un desarrollo sostenible, un incremento de la calidad de vida de sus ciudadanos, una mayor eficiencia de sus recursos (humanos, energéticos), etc.
Y otra más práctica, construida a partir de ejemplos de acciones que se están llevando a cabo dentro de las iniciativas de diferentes ciudades, se trata de usar la tecnología en beneficio de los ciudadanos.
Por mi parte, ambas me parecen incompletas, quizás por eso me quedo con la cuestión final del artículo, ¿no será la ciudadanía la que haga inteligente a una ciudad? Creo que esa es la clave, y considero al respecto algunas cuestiones que pueden contribuir a poner dar la relevancia que se merece a este matiz y aclarar lo que creo que es una ciudad o un territorio (introduzco ya el debate) inteligente.
De entrada me alegra que lo que se representa como beneficio para los ciudadanos se entienda como un desarrollo sostenible, el incremento de la calidad de vida o una mayor eficiencia en el uso de los recursos, pues también se ven acciones que se vinculan a las smart cities que sólo aportan el uso de TIC a determinados procesos, sin que sea tan evidente ese beneficio para la ciudadanía. Es por tanto patente que el concurso de la ciudadanía es imprescindible y que ha de ser esta la que dirija o guíe los ámbitos en los que la aplicación de las TIC va a suponer para ella un beneficio en todos o en alguno de los términos señalados. Un proyecto de ciudad inteligente sin que la implicación de la ciudadanía sea un eje fundamental, no merece tal consideración.
Por otro lado no comparto que sólo se hable de ciudades, cuando en realidad el ámbito de actuación son territorios, una ciudad no tiene una unidad geográfica o administrativa clara, tampoco el territorio si lo vemos así, sin embargo si es posible encontrar coherencia dentro de una unidad territorial, que venga de la mano de determinadas características ambientales, sociales, económicas, culturales, por tanto quizás habría que usar de manera genérica el término de Territorios Inteligentes, dejando así paso tanto a zonas rurales como a ámbitos que trascienden de la ciudad. Nuevamente se pone de manifiesto la importancia de la ciudadanía, una ciudad puede abordarse desde ámbitos donde la misma no tenga concurso ninguno, en mi opinión un territorio no, un territorio siempre ha de abordarse con una perspectiva que incluya a la población del mismo.
Y por último, más que aplicación de tecnologías, debería reforzarse el concepto de que un territorio inteligente es aquel en el que se aplica una gestión inteligente. Nuevamente el matiz humano, pues en la gestión el papel de la población adquiere mayor importancia, algo que la mera aplicación de tecnologías puede esquivar sin dificultad.
En resumen, quizás sea más aproximado, si queremos que el término de Smart City o Ciudad Inteligente no sea victima de una nueva moda y caiga, no ya en desuso sino que sea objeto de rechazo, debemos hablar de territorios inteligentes. Se trata este de un incipiente término que no llega a cuajar pero que a mi juicio engloba un importante matiz que no se debe olvidar, el imprescindible concurso de los habitantes, de la ciudadanía, del paisanaje, de lo social, a la hora de llevar a cabo una gestión exitosa, queramos o no que sea inteligente.
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