En la Región de Coquimbo, en pleno Valle del Elqui (al norte de Santiago) y dentro de un cerro, se encuentra el tercer banco de semillas más grande de Latinoamérica y que recibe el nombre de Intihuasi, dependiente del Instituto de investigación agropecuaria (INIA). Se inauguró el año 2001 y ya tiene más de 1500 semillas nativas bien guardadas a 18 grados bajo cero.
Este banco, al igual que la mítica Arca de Noé, tiene como propósito salvaguardar la biodiversidad de Chile a través de la conservación de las semillas o germoplasma con el fin de proteger el patrimonio genético para las futuras generaciones frente a escenarios de catástrofes medioambientales relacionados con el calentamiento global. Con este prpósito, guarda semillas de plantas potencialmente útiles para el ser humano y su entorno. Se espera que para el 2020 estén guardadas cerca del 50% de nuestro patrimonio genético.
Pero este año el escenario ha cambiado y el congreso chileno ha aprobado el Convenio UPOV 91 y que está vinculado al cumplimiento de los tratados comerciales que Chile ha suscrito a nivel internacional. Este convenio establece que hay derechos de propiedad intelectual sobre la creación de semillas vegetales que han tenido un tratamiento genético.
Además, este convenio beneficia a grandes laboratorios que invierten en biotecnología y perjudica a pequeños agricultores que se verán obligados a comprar las semillas. Por eso es importante dejar en claro cuál será el destino de las reservas del patrimonio genético guardadas en este banco y como lo han dicho los responsables de este proyecto, que frente a la destrucción de los ecosistemas y de biodiversidad se tiene como desafío preservar los recursos para la investigación, protección y producción. En este último punto se espera que este tipo de proyecto beneficie a todos los agricultores pequeños, medianos y grandes y no un par de laboratorios internacionales.