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La historia del “no” rotundo que Silvia Pinal le dio al pintor Diego Rivera

El artista muestra a la famosa actriz luciendo un lujoso vestido negro con encajes y detalles

Momentos de la primera actriz
Silvia Pinal (Jam Media/LatinContent via Getty Images)

Silvia Pinal y Diego Rivera se conocieron en 1950 durante la puesta en escena de “El cuadrante de la soledad”, una obra de teatro de José Revueltas. Sin embargo, fue en 1956 cuando Rivera pintó el famoso retrato de la afamada artista. La actriz buscaba una imagen imponente para su mansión, y su arquitecto, Manuel Rosen, sugirió al mencionado pintor como la elección perfecta.

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Inicialmente, Rivera propuso un desnudo, pero Pinal prefirió una obra más recatada para exhibir en su hogar sin causar incomodidad a los visitantes. El retrato muestra a la famosa luciendo un lujoso vestido negro con encajes y detalles, capturando su belleza y elegancia con la maestría que caracteriza a Rivera.

El proceso de creación del retrato fue intenso y lleno de anécdotas. Durante las sesiones, Rivera le hacía preguntas provocadoras y personales a Pinal, lo que añadía un toque de tensión y emoción al proceso.

¿En cuánto podría estar valorado el cuadro?

Aunque Diego Rivera no cobró a Silvia Pinal por el retrato, el valor estimado de la pintura ronda los 3 millones de dólares o más. Este precio podría aumentar debido a la importancia cultural y la singularidad de la obra.

¿Por qué Silvia Pinal le dio un “no” definitivo a Diego Rivera?

Después de quedar impresionado con el retrato que había pintado a la estrella, Diego Rivera quiso llevar su colaboración artística a otro nivel.

Le ofreció crear un mural en su casa y documentar su vida a través de pinturas en diferentes escenarios. Sin embargo, Pinal declinó esta propuesta por varias razones: temía que el proyecto se prolongara demasiado y que Rivera ejerciera un dominio excesivo sobre su espacio personal. A pesar de esta negativa, ambos mantuvieron una relación respetuosa y profesional.

Si bien la pintura pertenece a sus hijos, estos la han depositado en un fideicomiso, convirtiéndola en propiedad del Estado mexicano. Este mecanismo garantiza que la obra permanezca en el país y sea disfrutada por el público en general.

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