Las películas románticas que se atreven a ir más allá de las historias de amor tradicionales nos atraen porque suelen presentar la complejidad y los desafíos reales de la vida en pareja. Nos recuerdan que el amor verdadero no siempre es un cuento de hadas ni un final feliz, sino una serie de momentos humanos, tanto de alegría como de tristeza, que construyen algo duradero.
En este contexto, la película We Live in Time, protagonizada por Florence Pugh y Andrew Garfield, ha llegado a la pantalla grande para estremecer al público con una visión tan realista como hermosa de las relaciones. Esta producción, dirigida por John Crowley, ofrece una historia de amor narrada en fragmentos, una estructura que nos permite explorar las distintas etapas de la vida en pareja sin pretensiones ni adornos.
La historia de We Live in Time gira en torno a Almut, una chef apasionada por la cocina moderna europea (interpretada por Pugh), y Tobias, un hombre que trabaja vendiendo un clásico británico como Weetabix (encarnado por Garfield). Desde el principio, la película nos sumerge en distintos momentos de su relación: vemos a la pareja varios años después de haberse conocido, en plena rutina de la vida diaria, pero con una complicidad que desborda la pantalla. Es impactante descubrir después que su primer encuentro fue accidental y poco convencional, cuando Almut lo atropella accidentalmente con su auto, un primer encuentro inolvidable que sorprende y da un giro al tono de la historia.
A diferencia de otras películas románticas más melodramáticas, We Live in Time presenta el amor como algo cotidiano y sencillo, sin grandes gestos dramáticos ni escenas épicas. Esta decisión narrativa se siente refrescante y auténtica: la química entre Pugh y Garfield es natural y profunda, y su dinámica transmite una calidez casi palpable. Ellos nos enseñan que el verdadero amor no está en los eventos deslumbrantes, sino en las decisiones prácticas y en el apoyo mutuo. Es precisamente en los pequeños detalles, en la manera en que conversan o en cómo manejan sus responsabilidades y sueños, que descubrimos la solidez de su vínculo.
La narrativa fragmentada de We Live in Time nos permite saltar de un momento clave a otro, y aunque el orden no sea cronológico, cada escena está llena de señales y detalles que nos ayudan a entender en qué etapa de su relación se encuentran. Desde los momentos iniciales, en los que vemos a Almut embarazada o enfrentando un diagnóstico médico difícil, hasta escenas de gran ternura en su vida diaria, la película nos muestra el trayecto completo de la pareja. Este enfoque no solo añade profundidad a la historia, sino que también refleja la naturaleza fragmentada de los recuerdos y de las relaciones.
Una de las grandes fortalezas de la película es cómo retrata el amor en su estado más puro: como un refugio emocional. Tobias y Almut no solo son pareja, son amigos, compañeros de vida. La manera en que se cuidan y enfrentan las dificultades emociona sin necesidad de manipular las emociones del público. Tobias, por ejemplo, demuestra cómo el amor se expresa a través del apoyo incondicional, encontrando maneras de calmar las inseguridades de Almut con su pragmatismo y sencillez. Al mismo tiempo, Almut lucha por balancear sus ambiciones personales con el rol de pareja, lo cual agrega una dimensión moderna y auténtica a la historia. Ella ha sido independiente durante gran parte de su vida, y adaptarse a una relación comprometida presenta desafíos que muchos pueden reconocer.