Hay historias que, como los sabores más profundos, nunca se olvidan. Desde sus primeras páginas, Como agua para chocolate se convirtió en una experiencia que se vive y se siente. A través de la prosa de Laura Esquivel, los aromas de la cocina, las lágrimas reprimidas y las pasiones prohibidas encontraron un canal para conectar con lectores de todo el mundo. Ahora, más de tres décadas después de su publicación, esta historia cargada de realismo mágico y emociones desbordantes vuelve a la vida con una nueva adaptación en formato serie producida por Salma Hayek para MAX.
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Este proyecto no es sólo una versión más de una novela icónica; es un homenaje a las mujeres que, como Tita, luchan por encontrar su voz en medio de tradiciones que buscan silenciarlas. En esta reinterpretación, las emociones no sólo se transmiten a través de los platillos, sino que se entretejen con el contexto histórico y los conflictos internos de personajes que, por primera vez, son explorados en mayor profundidad. Así, lo que antes fue una historia de amor imposible ahora se convierte en un viaje íntimo hacia las raíces de nuestra identidad cultural y familiar.
Un retrato íntimo y profundo de los personajes
Durante la conferencia de prensa, en la que Nueva Mujer estuvo presente, las protagonistas Irene Azuela, Azul Guaita, Ángeles Cruz, Ana Valeria Becerril y la productora Salma Hayek compartieron los desafíos que enfrentaron al dar vida a esta nueva adaptación.
“Yo creo que una de las grandes virtudes que nos ofrece poder contar su historia en tantos capítulos es precisamente eso, poder entrar en detalles que una película de dos horas no te permite hacer. Hacer zoom in en los personajes, sus motivos, el por qué de sus decisiones, comportamientos. Mamá Elena es uno de estos personajes que se queda en la memoria de quien leyó la novela y vio la película que siempre fue la señora amargada, mala, y nosotros queríamos entender el por qué de Mamá Elena y pensábamos que ella quiere heredarle a sus hijas las traiciones no porque piense que son las correctas sino porque son las que ella conoce”, expresó Irene Azuela, quien interpreta a Mamá Elena.
La actriz subrayó la importancia de entender a un personaje tan complejo más allá de la etiqueta de “villana” pues su rigidez y severidad son, en realidad, una forma de autoprotección y una estrategia para evitar que sus hijas sufran la misma desilusión que ella enfrentó:
“Es una mujer que conoció la fuerza del amor, la pasión, fue correspondida y fue la fuerza de su vida y se le fue arrebatado. De alguna manera está evitando que sus hijas pasen por esto, por supuesto desde un lugar de control, de disciplina y de sentir que si las cosas no se hacen a su manera se le van a salir de las manos”.
En el corazón de la historia se encuentra Tita, un personaje que ha trascendido en el tiempo al personificar la lucha por la libertad emocional y la autodeterminación. Interpretada en esta versión por Azul Guaita, Tita se muestra más abierta y dispuesta a confrontar sus emociones:
“Ella no reprime tanto lo que siente; le gusta luchar por lo que ama y defender su punto de vista”, explicó Guaita. A través de la cocina, Tita transforma un espacio que tradicionalmente ha sido visto como una obligación doméstica en un medio de expresión y resistencia, reafirmando que el amor y la libertad pueden encontrarse incluso en los lugares más inesperados. Su evolución representa no sólo la lucha personal por el amor, sino también una crítica a las imposiciones familiares y sociales que aún resuenan en la actualidad.
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Por su parte, Ana Valeria Becerril interpreta a Rosaura, un personaje a menudo percibido como villano por interponerse entre el amor de Tita y Pedro. Sin embargo, la serie profundiza en su complejidad, mostrando que sus acciones no nacen de la maldad, sino de la presión de las expectativas sociales y familiares.
“Todas estas mujeres están atravesadas por su contexto y está sucediendo una revolución en el país, pero cada una vive su propia revolución. Podemos verlo en las que quieren cambiar, en las que hacen algo por cambiar y en las que ponen más resistencia. Al fin y al cabo, Rosaura también busca aceptación y ser una buena hija. Ella está convencida de que siguiendo las tradiciones, lo único que conoce, logrará ese cariño. Es bonito pensar en estos personajes e irnos atrás para entender por qué tenemos tradiciones tan arraigadas”.
Interpretar a Gertrudis, el personaje más disruptivo de esta historia, fue una experiencia transformadora para Andrea Chaparro. La actriz destaca la riqueza de encarnar a una mujer que desafía las normas impuestas por la sociedad. “Fue bellísimo. Amo mucho a Gertrudis, entender la rebeldía, cómo tenemos ciertas costumbres, estructuras o programaciones de cómo debe ser una mujer. Siempre podemos cuestionar y confiar en correr hacia la oportunidad”, expresó.
Un legado que trasciende fronteras
El arte culinario sigue siendo uno de los ejes centrales de la historia, pero en esta adaptación se enfatiza su papel como un acto de amor y conexión con las raíces. Salma Hayek, productora de la serie, compartió cómo su propia relación con la cocina le permitió comprender mejor las luchas internas de los personajes: “Mi madre nunca quiso enseñarme a cocinar porque decía que lo haría tan bien que me quedarían atrapada en la cocina para siempre pero volver a la cocina ha sido una forma de reconectar con mi tierra y con mi familia”, dijo.
Hayek compartió que producir esta adaptación fue una experiencia extraordinaria, aunque casi como “hacer trampa” pues la autora Laura Esquivel, desde el inició “ayudó” creando un universo literario capaz de despertar aún más curiosidad con cada letra.
“Tenía un gran regalo... se puede decir que ‘hicimos trampa’ porque Laura Esquivel ha creado algo tan genial y tan rico de muchas maneras que, cuanto más lees, más quieres adentrarte en ese mundo. Una de las cosas que nos ayudó mucho fue el contexto histórico en el que ella eligió contar esta historia, que se desarrolla en el marco de la Revolución. Tuvimos la suerte de contar con un elenco excepcional, así como con una música, fotografía, escenografía y vestuario que me han hecho sentir profundamente conmovida y orgullosa”, comentó.
Además, la productora enfatizó la importancia de esta nueva versión para las generaciones actuales, esperando que los espectadores sientan orgullo de su identidad cultural: “Para mí lo interesante es ver cómo lo interpretan estas nuevas generaciones. Espero que todos la vean y que les dé una sensación de orgullo, de quiénes somos”.
Con su fusión de realismo mágico, historia y emociones universales, esta nueva versión de Como agua para chocolate promete no solo hacer honor al libro original, sino también inspirar a las audiencias contemporáneas a encontrar su propia voz, tal como lo hizo Tita a través de su cocina.