Aunque la cultura popular dice que un clavo saca a otro clavo, esto realmente no es así y un claro ejemplo es el de Niurka Marcos, que terminó con Juan Vidal hace poco.
La pareja estaba comprometida para pasar al altar y en cuestión de semanas, el amor se esfumó y hoy parecen odiarse. De hecho, la mujer escándalo ya dice en sus redes sociales que tiene “siempre pretendientes esperando que quede soltera”.
“Inicié, viví y concluí una relación tóxica, salí ilesa y además ya estoy en busca del otro galán”, agregó en otras declaraciones que contrastan con lo que era su estado de humor hace tan solo días: apareció llorando, lamentando la separación y sorprendida por ese lado negativo que vio en su ex.
Todas hemos sido Niurka Marcos alguna vez: intentando tapar esas emociones ‘negativas’ con la distracción de abrirnos a nuevas personas, pero no nos damos cuenta que si no cerramos los ciclos de manera sana, solo nos vamos a lastimar más y más.
Terminar un romance que era especial para nosotros es como un duelo cuando alguien muere. Una parte de nosotros queda herida, la relación pasó a un segundo plano y debemos reponernos a esa ‘pérdida’.
Es por esto que los expertos coinciden en que lo mejor es darnos un tiempo prudente para llorar esas emociones, sacar lecciones de lo vivido y aprender a estar solas.
De hecho, conforme con La mente es maravillosa, también es valioso buscar ese “cierre cognitivo”. Esto hace referencia a comprender por qué ha ocurrido el final y, de esa manera, darle un sentido a la narrativa que nos estamos contando.
Implica, además, asumir responsabilidades propias y trabajar activamente en ser mejores personas cuando salgamos de este proceso, sin dejar de lado aquello que nos hace feliz. Por eso, en vez de tapar el dolor con superficialidades, abracemos nuestra vulnerabilidad.