La emperatriz, la nueva serie de Netflix, ha devuelto el interés del público en uno de los personajes históricos reales más populares: Isabel de Baviera, mejor recordada como Sissi Emperatriz.
PUBLICIDAD
La producción alemana, una de las muchas que se han hecho sobre Isabel de Austria, sigue su historia desde su compromiso con el entonces emperador Francisco José I en 1853.
- Te puede interesar: ‘La emperatriz’: así lucen los actores de la serie sin caracterización (Sissi parece otra)
Con tan solo seis episodios, el proyecto se ha convertido en todo un éxito al explorar la vida de esta emperatriz antes de ascender al poder y muchos esperan ansiosos una segunda temporada.
No obstante, debido a que se basa en las vivencias de una soberana que realmente existió y gobernó durante el siglo XIX, todo sobre Sissi de Baviera ya está contado en los libros de historia.
¿Quién fue Sissi de Baviera, la emperatriz de Austria que inspiró una serie de Netflix?
Isabel de Baviera nació en Múnich el 24 de diciembre de 1837 como la cuarta de ochos frutos del matrimonio entre el duque Maximiliano de Baviera y su esposa, la princesa Ludovica de Baviera.
Pero creció feliz en el castillo de Possenhofen de Baviera, un ambiente desinhibido y cerca de la naturaleza y animales en donde formó un carácter lejos de los convencionalismos de la realeza.
Desde joven, Isabel destacó por su espíritu libre, su inclinación hacia el esgrima, su pasión por los viajes, la lectura y sus destrezas como jinete y para evadir sus responsabilidades reales.
PUBLICIDAD
También era una amante de la cultura clásica, escribía poderosas poesías y tenía un gran cariño por los animales. De hecho, tenía un perro llamado Houseguard por el que sentía especial afecto.
Muchos historiadores, citados por medios, consideran a Sissi como un alma fuera de lugar. Se convirtió en emperatriz porque le tocó, pero no le gustaba esa vida rígida.
Gobernó en Austria desde su casamiento con Francisco José I, el emperador y su primo hermano, en 1854 hasta su muerte en 1898. A la par, desde 1867, fue reina consorte de Hungría.
¿Cómo llegó Isabel de Baviera a ser la mandataria consorte de Austria?
Su ascenso al poder en Austria fue sorpresivo para todos. Y es que se convirtió en la prometida del emperador luego de un encuentro entre él y Helena de Baviera, su hermana mayor, en Bad Ischl.
La reunión fue planificada entre la princesa Ludovica y Sofía de Baviera, su hermana y madre de Francisco José I, para que Helena se comprometiera y casara con el emperador de Austria.
Las mujeres veían en ella a la candidata ideal para ser emperatriz pues era sofisticada, discreta, sumamente religiosa y muy disciplinada. Es decir, totalmente opuesta a la adolescente Isabel.
Según expertos, Sissi no iba a asistir inicialmente al viaje, pero su madre decidió llevarla para ver si el viaje la ayudaba a superar la crisis depresiva que enfrentaba por un frustrado amor.
No obstante, el monarca de 23 años de edad se enamoró locamente de la hermosa joven de 16 y se empeñó en ella. Todos en su entorno intentaron que desistiera, comenzando por su madre.
Y es que, allende a su edad, Isabel nunca se había adherido a los protocolos ni se había desenvuelto en las órbitas sociales. Pero los intentos fueron en vano pues nadie lo hizo cambiar de parecer.
Se dice que, aunque Sissi estaba halagada por las atenciones de su primo, ella también advirtió ágilmente que tenían diferentes intereses y personalidades que los distanciaban mucho.
Sin embargo, estaba también plenamente consciente de que el máximo gobernante de Austria nunca aceptaría el rechazo. Así que aceptó su destino y meses más tarde caminaron al altar.
El matrimonio entre Francisco José I y Sissi
El 24 de abril de 1854, Francisco José I y Sissi se casaron en la Iglesia de los Agustinos de Viena. No obstante, la joven no quiso consumar el matrimonio sino hasta varias noches después.
Debido a esto, fue objeto de las burlas de unos y la decepción en otros en su entorno. Todos a su alrededor creían que no tenía preparación ni era digna de ser la gran emperatriz de Austria.
La percepción que las personas a su alrededor tenían de ella ocasionó otro de sus muchos cuadros depresivos. Además, aunque su esposo la amaba, no podía estar mucho con ella por sus deberes.
Por otro lado, sus obligaciones en su vida como emperatriz generaban mucha ansiedad en Sissi. Y es que dicho estilo de vida tan rígido y sin espacio para la espontaneidad no era el que ella soñaba.
La situación se hacía mucho más difícil para ella gracias a su autoritaria y controladora suegra, la archiduquesa Sofía, quien era una de sus más fuertes críticas hacia todo lo que era, pensaba y hacía.
La maternidad de Sissi Emperatriz
Isabel de Baviera y Francisco José I de Austria tuvieron cuatro hijos. No obstante, el desempeño de la emperatriz como madre estuvo frustrado y vigilado por la archiduquesa Sofía.
Y es que, la progenitora del emperador consideraba que la joven no estaba lista para educar a sus hijos e intervino en la crianza y cuidado de sus nietos siempre que pudo.
Su primer retoño fue una niña nacida en 1855 a la que bautizaron Sofía. Al año siguiente, llegó al mundo Gisela. Más tarde, en 1858, nació el primer varón y heredero de la pareja: Rodolfo.
La última fue María Valeria, quien nació en 1868. De acuerdo a los reportes, sería ella la más cercana a su madre a lo largo de su vida porque la pudo criar. También fue su gran compañera en sus viajes.
Uno de los momentos que marcaron la vida de Sissi fue cuando su hija mayor falleció a los dos años de edad. Todo ocurrió durante un viaje que los emperadores tenían que hacer a Hungría en 1857.
La archiduquesa Sofía se opuso férreamente a que llevaran a las dos niñas al recorrido, pero Sissi se negó a obedecerla, defendió su punto de vista y ambas pequeñas viajaron con sus padres.
Desgraciadamente, la primogénita se contagió de disentería y pereció en Budapest ese año. El evento desató una de las más fuertes depresiones de la emperatriz, quien se sentía culpable.
De hecho, al regreso, cedió a su suegra el cuidado y educación de Gisela. Asimismo, hizo con sus siguientes dos hijos. Sissi quería tener más retoños, pero la archiduquesa la desanimó de la idea.
Viajar para menguar el dolor
El dolor por la pérdida de su hija no se alivió ni con el nacimiento de Rodolfo, por lo que Isabel de Austria se fue de viaje para recuperarse completamente, aseguró National Geographic.
Meses después regresó, pero la realidad la abatió terriblemente. Tener que volver a la vida cortesana, apegarse a la etiqueta y aguantar el ser incomprendida en su ambiente, la venció.
Se llegó a temer por su vida por lo que nuevamente la enviaron de viaje. A lo largo de su existencia, tuvo varias recaídas en su salud mental, pero lograba recobrarse viajando a diferentes destinos.
En 1862, volvió plenamente recuperada a Viena, pero acordó con su marido algunas concesiones. Entre ellas, no someterse al protocolo de la corte a menos que fuera rigurosamente necesario.
Asimismo, pactaron que cumpliría sus obligaciones, pero tendría acceso a un espacio en donde culturar su singularidad. Empero, no por esto, no se involucraba en los asuntos del Estado.
Por otro lado, también viajó mucho junto a su hija menor por varias partes de Europa central, el Mediterráneo y las islas británicas usando un pseudónimo para pasar desapercibida.
Emperadores de Austria y reyes de Hungría
La culta y liberal Isabel de Baviera fue una amante de Hungría y simpatizante con la causa de los rebeldes húngaros por emanciparse del Imperio durante las rebeliones del siglo XIX.
De hecho, por este punto de vista, se ganó la enemistad absoluta de la corte vienesa. Pero fue gracias a ella que la nación húngara permaneció dentro del imperio, según el medio citado.
En 1866, luego de la derrota de Sadowa, Sissi buscó refugio en la ciudad húngara de Buda con sus hijos mientras los ejércitos prusianos marchaban hacia Viena.
La confianza de ella en el territorio frustró la sublevación. Más adelante, el emperador y Gyula Andrássy, un liberal coronel del ejército magiar y amigo de la emperatriz, hicieron un acuerdo.
Pactaron que el territorio húngaro volviera a ser un Estado constitucional y se instaurara el Imperio austro-húngaro, compuesto por dos Estados con gobiernos distintos, pero bajo una monarquía.
Así fue que, en junio de 1867, los emperadores de Austria fueron coronados como reyes constitucionales de Hungría en la iglesia de Nuestra Señora de Budapest.
La evolución de su relación con el emperador
El matrimonio de los emperadores, a pesar de sus diferencias, se volvió en un punto una relación cordial, fundamentada en un sincero cariño y una insondable generosidad.
De hecho, se dice que fue ella quien buscó a su marido una amante: la actriz Katharina Schratt. De acuerdo a National Geographic, Sissi la llamaba “la amiga” de manera afectuosa.
También pasaba horas conversando con ambos y estaba tranquila por el hecho de que ella le daba a su esposo toda la pasión y compañía que ella jamás pudo entregarle.
La pérdida que la emperatriz de Austria sufrió hasta su muerte
En su quinta década de vida, la emperatriz sufriría una pérdida que la afectó y sumió en una profunda tristeza hasta el final de sus días: la muerte de su hijo Rodolfo.
El heredero se unió en matrimonio con Estefanía de Bélgica, una joven apegada a la tradición y sumamente conservadora que no tenía nada en común con Sissi ni con su esposo.
La relación rápidamente se estropeaba, pero en 1889, el futuro emperador apareció muerto junto a su amante, María Vetsera, en el pabellón de caza de Mayerling.
Se manejaron varias hipótesis, pero todo apuntaba a que disparó a su novia y luego se suicidó. La muerte de su hijo produjo un cambio en Isabel que desde entonces estuvo de luto.
Culpó a la corte, se vistió siempre de negro y se negaba a que tomaran fotos de su rostro. Sus peculiaridades se exacerbaron y se fue de viaje indefinidamente, por lo que a penas volvió al Palacio de Hofburg.
En 1898, uno de uno de sus muchos viajes, Isabel de Austria murió tras ser apuñalada con un estilete cerca del corazón por Luigi Lucheni, un anarquista italiano.
En contra de su voluntad de ser sepultada cerca del Mediterráneo, por ser la emperatriz, su esposo la enterró en la cripta de los Capuchinos, en Viena, la ciudad en donde nunca encontró lugar.