Amy Winehouse ha sin duda una de las cantantes más grandes del mundo. Su voz vive a través de sus intensas letras y pegajosa música jazz.
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El 23 de julio de 2011, Winehouse fue encontrada muerta en su departamento en Londres, tan sólo tenía 27 años, víctima de una presunta sobredosis de drogas. Aunque su padre, en una entrevista para CNN explicó que el ataque que sufrió pudo haber sido causado por las sustancias que estaba tomando para aliviar los efectos del síndrome de abstinencia al alcohol, es bien sabido que no sólo las drogas y el alcohol la llevaron a perderse.
Éstas son algunas de las situaciones que marcaron la vida de la cantante.
Una familia rota
Amy nació un 14 de septiembre de 1983, en el norte de Londres. Su vida familiar parecía feliz hasta que sus padres se separaron cuando ella solo tenía nueve años. El divorcio claramente tuvo un impacto profundo en la joven Amy, quien escribió sobre ello en la canción What Is It About Men, de su primer álbum, Frank. La tristeza y la frustración de una familia rota la acompañó siempre.
«Comprende, una vez que él era un hombre de familia, así que seguramente nunca lo pasaría de primera mano, emularía toda la mierda que mi madre odiaba, no puedo evitar demostrar mi destino freudiano», recita la letra.
Desarrolló malos hábitos desde los 15 años
Amy era un talento innegable en la escuela, pero fue durante este tiempo que comenzó a desarrollar algunos de los malos hábitos que la perseguirían por el resto de su vida. A los 13 años se hizo un piercing en el labio y poco después, un tatuaje. Amy comenzaba con la imagen rebelde que la caracterizó pero fue a mediados de la adolescencia que comenzó a experimentar con el cannabis. También desarrolló algunos trastornos alimenticios peligrosos; tenía 15 años.
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Se mudó a la parte equivocada de la ciudad
A los 19 años, Amy firmó con Island Records en 2002, un acuerdo de £ 250,000. Una de las primeras cosas que hizo fue mudarse a Camden en el norte de Londres. A mediados de los 90 se convirtió en la figura más importante del Britpop del momento, convirtiéndose en un imán para bandas como The Libertines. Adentrarse a este mundo, la llevó a un descontrol entre fiestas, alcohol y drogas. Amy era muy sociable, hacía lo que quería y se metía en problemas.
Conoció al hombre equivocado
Fue en 2005 cuando conoció a su futuro esposo, Blake Fielde-Civil. Se enamoraron perdidamente pero su relación era una dependencia tóxica que involucró muchos malos hábitos. Él era violento y ella seguía drogándose.
En una ocasión, Amy canceló una serie de conciertos por supuestos motivos de salud, pero la realidad, había sido hospitalizada por sobredosis de heroína, crack, cocaína, ketamina y alcohol. Blake fue un punto de quiebre en la vida de Amy.
La muerte de su abuela
En 1992, Amy estaba tratando de dejar su corazón roto por el divorcio de sus padres y había ganado una beca en la escuela de teatro Sylivia Young. Ella había sido alentada por su abuela, Cynthia, que siempre vio el talento de Amy.
La única mujer a la que la cantante siempre escuchaba era a su abuela, quien además fue clave en la vida de Amy la separación de sus padres. Pero mientras Amy estaba grabando su segundo álbum, Back to Black, en Nueva York, Cynthia murió trágicamente. La cantante estaba devastada.
Fue entonces cuando se tatuó uno de sus tatuajes más famosos, una mujer de estilo de los años 50, en su brazo como homenaje a su abuela.
Amy perdió su voz
Amy habría ido a rehabilitación y volvería para tocar en un festival en Belgrado y embarcarse en una gira europea. Sin embargo, todo fue un completo desastre. Amy se tambaleaba por el escenario, no miraba a la multitud y no podía cantar porque su voz simplemente no salía.
Solo tres semanas después de que la gira se descarta, Amy subió al escenario para su última aparición antes de su muerte.