La familia real británica es bien reconocida alrededor del mundo. No sólo ha estado en medio del escándalo durante siglos, sino que además, guarda los secretos más oscuros sobre su historia y sus miembros. Pero mientras que en la actualidad se han convertido en iconos de moda y modelos a seguir, hay una teoría conspiratoria sobre su linaje que debes saber: no son tan reales como crees.
En 2012, más de 500 años después de la muerte de Richard III (rey de Inglaterra desde 1483 hasta su muerte. Último monarca de la Casa de York), sus restos fueron descubiertos en un estacionamiento de Leicester. Los científicos probaron el ADN, lo que demostró que los restos fueron, de hecho, de Richard III. Sin embargo, las pruebas genéticas no lo vincularon con ningún pariente paterno, que los científicos describieron como «un evento falso de paternidad».
El ADN también reveló que Ricardo III era probablemente un rubio de ojos azules, al contrario de muchos retratos que lo representan de otra manera.
Para probar que los huesos realmente eran de Richard III, los científicos necesitaban tomar una muestra de ADN y relacionarla con sus descendientes. Las pruebas genéticas a través de su ADN materno demostraron de manera concluyente que el cuerpo era el del rey. Sin embargo, cuando comprobaron la línea masculina, los descendientes sin nombre de Henry Somerset, el quinto duque de Beaufort, descubrieron algo extraño: el ADN no coincidía con el de Richard, lo que significa que, en algún momento de la historia, un asunto adúltero había roto la cadena paterna.
En otras palabras, se trató de un asunto rompió la cadena de descendientes reales en algún lugar del camino. Dependiendo de cuándo ocurrió la aventura, muchos reyes y reinas pueden no haber tenido el derecho de gobernar después de todo, incluida la reina Isabel II.
Aunque es imposible decir cuándo ocurrió el asunto, si ocurrió alrededor de la época de Eduardo III (1312–1377), podría cuestionarse si reyes como Enrique VI, Enrique VII y Enrique VIII tenían sangre real y, por lo tanto, el derecho a gobernar.
Sin su derecho a la realeza, es poco probable que Enrique VII hubiera podido reunir un ejército para la Batalla de Bosworth, en la que murió Ricardo III, y la historia de Inglaterra podría haber sido muy diferente.