Aguerrida, valiente y muy comprometida con su género. Simone de Beauvoir es una de las mujeres más destacadas del siglo pasado, y como mañana es su cumpleaños, quisimos hacer una recopilación de algunas de sus mejores citas.
Sin embargo, para quienes no la conocen, dejamos aquí un par de datos que de seguro dejarán en claro el por qué de este reconocimiento.
Nació en 1908 en París y desde los 15 años supo que quería ser escritora, y lucho contra muchos obstáculos para lograrlo.
El hecho de ser mujer era algo que la hacía cuestionarse a sí misma, y es a partir de esto que nacen algunas de sus más fuertes ideas políticas. Incluso, su mismo padre le decía que tenía “un cerebro de hombre” y que hubiera preferido que naciera como varón.
Se educó, estudió filosofía en la universidad y literatura en el Instituto Sainte-Marie de Neuilly, en Francia. Conoció a Jean Paul Sartre, también filósofo, y mantuvieron un romance de años, aunque la exclusividad no era imperante.
Lo más importante para Simone era mantener su libertad, tanto física como intelectual, intacta. Es este mismo anhelo de libertad y feminismo el que plasmó en sus obras más famosas, como “El segundo sexo“, “La invitada” y “Todos los hombres son mortales”
Desearía que cada vida humana fuera libertad pura y transparente. “La Sangre de los otros”.
Nunca tengo miedo, pero en mi caso no es algo para enorgullecerse. “Todos los hombres son mortales”.
¡Atrévete a creerme, atrévete! “Todos los hombres son mortales”.
Atrapar un marido es un arte, mantenerlo es un trabajo. “El segundo sexo”.
Si vives lo suficiente, te darás cuenta que toda victoria se convierte en derrota. “Todos los hombres son mortales.
El control de la natalidad y el aborto legal permitirían a la mujer asumir libremente sus maternidades. “El segundo sexo”.
Eres única, al igual que todas las otras mujeres. “Todos los hombres son mortales”.
Ser matado o morir no hace tanto la diferencia, y todo el mundo muere, más o menos a la misma edad, con unos cuarenta años de diferencia. “Los Mandarines”.
Soy incapaz de creer en la infinidad, pero tampoco acepto lo finito. “La ceremonia del adiós”.