En mi adolescencia cuando preguntaban por mi película favorita siempre respondí: Grandes Esperanzas (1998), porque fue de las primeras que vi en el cine y la primer novela que leí cuando abandoné los cuentos.
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Actualmente decir qué libro/película/música son los favoritos me parece un ejercicio ridículo. Sobre Grandes Esperanzas, aunque no es un peliculón ganador de premios, nominaciones o de culto, puedo mencionar 10 ingredientes que la hacen grande y querida:
1. Está basada en la novela de Charles Dickens
Permítanme exentarla de las clásicas que les hacen adaptación cinematográfica y el lugar común de “el libro es superior”, etcétera. Sí, el libro te mantiene en una intriga de principio a fin, tiene el sello característico de Dickens y el realismo inglés en todo su esplendor.
Pero la película le da un giro estético insuperable y le agrega detalles que de alguna manera “adornan” la trama esencial desarrollada ahora en mi querido el siglo XX. ¿Cuál es mejor? Los dos son excelentes, pero la película seguiré viéndola una y otra vez.
2. La historia de amor
Es fantástica. Ya estamos grandecitas y sabemos que esas bellas historias son una ilusión casi como las de Disney, pero eso no evita que nos haga suspirar.
Se ve exaltado el dicho de “el que persevera alcanza” porque consuma una historia de amor que se fraguó en la infancia; aderezada con una tía loca con el corazón roto, una familia caricaturesca, un delincuente que expía sus crímenes favoreciendo al galán que se supera para merecer el favor de la arrogante Estella. Guión escrupuloso y bien contado que incluso prescinde del secreto máximo que revela el libro.
3. El reparto
Suponiendo que no tuviste un crush con Gwyneth Paltrow, ni que tu galán noventero por excelencia sea Ethan Hawke, en el reparto también participan Robert de Niro y el aclamado Chris Cooper. Las mejores actuaciones corren a cargo de Anne Bancroft que interpreta a Ms. Dinsmoor o Ms. Havisham.
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4. ¡El soundtrack!
Disculpen mi efusividad. No se permitan seguir leyendo si no empiezan escucharlo aquí. Si necesitan razones, van: Tori Amos, Chris Cornell, Pulp, Iggy Pop, Scott Weiland, el tema principal de Mono y la mil veces covereada Bésame Mucho.
5. La fotografía
Sin menospreciar que la dirección es de Alfonso Cuarón, hago mención especial a la fotografía de Emmanuel Lubezki. Mi ojo esteta pocas veces se ha deleitado con cuadros de principio a fin; la humedad de una verde temperatura, las inclinaciones y composiciones que sacan provecho de cada situación y lugar, son un goce visual.
6. Es en Nueva York
No porque Londres, donde se desarrolla la historia original, no sea atractivo. Cuarón lo hace menos gris y más festivo para quienes alucinamos con la gran manzana. Una oportunidad más para ver Nueva York a través de la pantalla, no se desprecia.
7. Arte
La película de Cuarón tiene algo que carece la historia original: arte. Es más atractivo un hombre que no solo ama profundamente desde niño, sino uno cuya pasión trasciende y lo manifiesta mediante su talento artístico en dibujos y pinceladas. Recuerdo que una vez hasta indagué sobre el autor original de las obras: Francesco Clemente. Si a usted le gusta conocer expresiones plásticas, artistas y visitar galerías me entenderá.
8. El paraíso perdido
La original Casa Satis es efectivamente un paraíso perdido. Una de las primeras locaciones en la película es una residencia imponente, si no me equivoco cerca de Florida. La fusión entre naturaleza y ruinas de la edificación hace una de las partes más atractivas de la historia de la película. Dan ganas de bailar y recorrer cada rincón como lo hicieron Finn (Pip) y Estella.
Las últimas razones son, sin más, estas dos escenas:
9. El beso en la fuente
10. Los retratos de Estella
Ponle play:
¿Qué dices, la vemos otra vez?