Hoy que se cumplen 106 años de su natalicio, quisimos hacer un pequeño homenaje no a la artista, sino a la mujer, a la otra cara de Frida Kahlo.
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Todos conocemos bien su nombre, hemos admirado sus pinturas, leído un poco de su historia y quizá hasta visto alguna de las películas o documentales dedicados a su trayectoria. Conocemos el rostro de Frida; el reflejo de una mujer fuerte. En mi caso, siempre la imaginé fría, enojada con la vida por el sufrimiento en el que se encontraba y estaba condenada; percibía en sus pinturas un desahogo crudo, duro y sin embargo, lleno de nostalgia; ella tenía el don de esa dualidad. Frida tenía esa otra cara que descubrí gracias a ella misma.
Hace algunos años, acudí por primera vez a una exposición dedicada total y completamente a su trabajo. Trajeron a la ciudad sus pinturas y lo que yo no sabía era que ella también asistiría.
A lo largo de la exposición, podíamos observar sus obras por fin lejos de la pantalla o de un libro o revista. Cada pasillo nos contaba su historia, cada pintura nos acercaba un poco más y aún así se encontraba tan lejana. Hasta que finalmente llegamos a ese en el que pudimos encontrarnos con ella realmente. Era un espacio lleno de cartas que colgaban desde el techo. Perfectamente bien protegidas para que nadie pudiera tocarlas.
Algo más o menos así:
Se trataban de las cartas que Frida le escribió a Diego Rivera, de su vivo puño y letra. No podía creerlo, estaba leyéndola y casi escuchando su voz.
Poco a poco la percepción que tenía iba cambiando hacia el de una mujer súmamente tierna, sensible y locamente enamorada.
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Fue como un shock, recuerdo. Diego (el sapo como ella le decía) había penetrado en lo más profundo de su alma y es que no había leído nunca a nadie así, tan coherentemente perdida por amor.
Mi amor, hoy me acordé de ti aunque no lo mereces tengo que reconocer que te amo. Cómo olvidar aquel día cuando te pregunté sobre mis cuadros por vez primera. Yo chiquilla tonta, tu gran señor con mirada lujuriosa me diste la respuesta aquella, para mi satisfacción por verme feliz, sin conocerme siquiera me animaste a seguir adelante. Mi Diego del alma recuerda que siempre te amaré aunque no estés a mi lado. Yo en mi soledad te digo, amar no es pecado a Dios. Amor aún te digo si quieres regresa, que siempre te estaré esperando. Tu ausencia me mata, haces de tu recuerdo una virtud. Tu eres el Dios inexistente cada que tu imagen se me revela. Le pregunto a mi corazón por que tu y no algún otro. Suyo del alma mía. Frida K.
Diego:
Y así fue como entre esa letra, esas palabras, poesía y un profundo amor, tuvimos un encuentro personal con la mujer, con su nostalgia y alegría que Diego mantenía viva.
Ojalá tengan la oportunidad también de conocer así a Frida Kahlo, porque no sólo podrán leer estas dos cartas sino muchas otras más en las que vivirán a una mujer que alguna vez amó a un hombre, más que a ella misma y se llevarán por siempre con ustedes, el otro lado de una Frida que jamás se habrían imaginado.