Sindy Altamirano, una de las estrategas de relaciones públicas más influyentes de Ecuador, lidera campañas con enfoque social y de equidad de género.
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Con proyectos como Aprende y Emprende y Mi Primera Chamba, rompe estereotipos y empodera a mujeres y jóvenes en su camino hacia el éxito.
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A sus 35 años, Sindy Altamirano es mucho más que una experta en relaciones públicas: es una estratega que ha logrado abrirse camino en un entorno desafiante.
Su carrera es un testimonio de persistencia, disciplina y un compromiso inquebrantable con la equidad de género. En entrevista con Nueva Mujer Ecuador, Sindy nos habla sobre su trayectoria, su rol como empresaria, madre y activista, y su visión para transformar el futuro profesional de mujeres y jóvenes en el país.
¿Quién era Sindy Altamirano antes de entrar al mundo de las relaciones públicas?
Era una joven inquieta y soñadora, como muchas otras, que optó por la especialidad de Relaciones Públicas en la Facultad de Comunicación Social (FACSO) de la Universidad Central del Ecuador (UCE).
Como estudiante, tenía claro que quería trascender en el mundo de la comunicación, aunque no sabía exactamente cómo lograrlo. Durante mi carrera universitaria, comencé a perfilar mi interés por asesorar de manera privada, y con el tiempo y la experiencia, confirmé que ese era el camino que deseaba seguir.
Tu trayectoria es diversa, desde medios de comunicación hasta instituciones públicas. ¿Qué aprendizajes te han dejado esos espacios?
En cuanto a mi trayectoria, fui directora de seguridad industrial en Sinohydro, luego me desempeñé como reportera en EcuadorTV, Canal UNO y Radio Área Deportiva.
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Más adelante, con Geovanny Mejía, director del Ministerio de Salud Pública (MSP), tuve mi primer cargo como relacionista pública. Posteriormente, trabajé como capacitadora del Código de la Democracia en el Consejo Nacional Electoral (CNE) y como coordinadora del Comité de Transparencia del Ministerio de Economía y Finanzas.
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Una de mis mejores experiencias fue trabajar en la Federación Ecuatoriana de Fútbol (FEF) como directora de comunicación, relacionista pública y coordinadora de marketing y desarrollo de los torneos Copa Ecuador y Liga Femenina.
Esa trayectoria me enseñó dos cosas: 1) La excelencia en el trabajo es tu mejor carta de presentación; 2) Cada persona, a través de su talento, su don de gentes y su desarrollo profesional y personal, es su propia mejor relacionista pública.
Háblanos de tu familia. ¿Cómo equilibras tu tiempo entre ser mujer y ser empresaria?
Nací en Ibarra el 27 de septiembre de 1989. Estoy felizmente casada con el economista Jean Paul Loffredo. Soy hija del ingeniero agrónomo Patricio Altamirano y de la doctora en Derecho Norma Burbano, quienes, gracias a su trabajo y esfuerzo, lograron consolidar un patrimonio importante.
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Hace cinco meses tuve a mi primer hijo, así que cada día aprendo algo nuevo en esta hermosa y desafiante misión de ser madre, un rol que me seguirá enseñando lecciones durante toda mi vida.
Equilibrar el tiempo entre lo personal y lo profesional es complicado, pero con organización, y salvo los imprevistos, se puede cumplir con lo que se planifica. El éxito no tiene recetas universales, cada vida es diferente.
En mi caso, mi prioridad actual es el hogar. Agradezco a Dios, a mis padres y a mi experiencia por haberme convertido en una mujer responsable.
Sin embargo, sigo trabajando porque creo firmemente que el desarrollo de toda mujer está ligado a su independencia financiera. Además, el mejor ejemplo que podemos dar a nuestros hijos es aportar al crecimiento económico familiar, equilibrando nuestras responsabilidades como mujeres y profesionales.
¿Por qué te consideras una activista de la equidad de género?
La vida me llevó a ocupar puestos que clarificaron mis propósitos. Siempre tengo presente la frase: “Si no vives para servir, no sirves para vivir.”
Por eso, lidero el programa Aprende y Emprende, que capacita a mujeres para que entiendan que el empoderamiento consiste en asumir el fracaso como parte del éxito, y que los sueños solo se logran al vencer los miedos.
También llevo adelante el programa Mi Primera Chamba, que busca allanar el camino de los jóvenes hacia su primer empleo mediante convenios con entidades públicas y privadas. Hasta los años 90, las empresas admitían a bachilleres para desempeñarse como asistentes o en puestos de menor complejidad, brindándoles la oportunidad de hacer carrera.
Hoy, ni siquiera un título de tercer nivel garantiza empleo.Además, Mi Primera Chamba propone revisar la estructura laboral del país y cerrar la brecha entre la oferta académica y las necesidades reales del mercado.
Queremos, también, implementar un segundo idioma como herramienta laboral, y ya hemos tenido acercamientos con el Miami Dade College de Estados Unidos para obtener becas que permitan a los beneficiarios aprender inglés.
¿Falta trabajar en la equidad de género? ¿En qué sentidos?
Sin duda, falta mucho por hacer. La ley no discrimina en el acceso a cargos previamente dominados por hombres ni en los salarios; sin embargo, el problema está en su cumplimiento.
Según el INEC, en el cuarto trimestre de 2024, la tasa de empleo bruto reflejó que las mujeres ocupaban el 49,5 % de los empleos, mientras que los hombres alcanzaban el 74,8 %.
En el acceso a microcréditos para emprendimientos, aunque las mujeres acceden al 52 % de estos préstamos frente al 48 % de los hombres, los montos son menores: los hombres reciben el 54 % del capital disponible, mientras que las mujeres solo el 46 %. Esa es la brecha que aún debemos cerrar.
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¿Qué mujeres han marcado tu vida personal y profesional?
En lo personal, mi madre es mi mayor inspiración. Ella me enseñó a ser fiel a mis principios y a no permitir situaciones que me minimicen. A nivel profesional, he tenido la suerte de cruzarme con muchas mujeres que han aportado de manera positiva a mi carácter.
Entre ellas, Anita Fernández, una destacada empresaria ecuatoriana que ha logrado posicionarse como una de las mayores exportadoras de fruta deshidratada en Europa y Estados Unidos. Anita tiene la capacidad de brindar oportunidades y fomentar un ambiente de empoderamiento femenino genuino.
También admiro a Hélène Papper, directora de la División de Comunicaciones del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) de las Naciones Unidas, quien trabaja por el desarrollo rural en países en vías de desarrollo, y a Flor Marina Villarreal, escritora y empresaria que representa el empoderamiento femenino con una elegancia y sutileza únicas.
¿Qué significó para ti trabajar en la Federación Ecuatoriana de Fútbol, un espacio tradicionalmente dominado por hombres?
La FEF llegó en un momento de cambios radicales en mi vida: me mudé de ciudad, asumí mi compromiso matrimonial y comencé a construir mi propia empresa.
Sin duda, trabajar en un entorno históricamente dominado por hombres fue un reto. Ganarme el respeto en ese ambiente machista solo fue posible gracias a mi capacidad de trabajo.
Logré organizar la Comisión Nacional de Fútbol Amateur (CONFA), coorganicé más de 18 torneos y fortalecí la estructura de comunicación de la Copa Ecuador. Mi mayor satisfacción fue romper el estereotipo de que una mujer necesita ser “simpática” para mantener su puesto. Me gané mi lugar por mi capacidad intelectual y mi disciplina.
Háblanos de tu agencia de relaciones públicas, SAConsulting Group. ¿Qué objetivos tienes para 2025?
Mi agencia nació de una necesidad profunda de abrirme camino por mis propios méritos. Dejé la comodidad de un salario fijo para apostar por mí misma. Mi trabajo es mi mejor carta de presentación; nunca represento una campaña que no tenga un enfoque social.
Mis metas para 2025 incluyen consolidar los proyectos Aprende y Emprende y Mi Primera Chamba. Además, planeo expandir mi programa radial Kapital Inicial y lanzar una revista digital centrada en el éxito empresarial y la resiliencia personal.
¿Cuál ha sido el mensaje que das a las mujeres en cada proyecto que impulsas?
Debemos ser más empáticas y conscientes entre nosotras, porque no todas tenemos las mismas oportunidades. Necesitamos trabajar juntas para erradicar la injusticia y la inequidad.
También debemos dejar de educar a las niñas con la idea de depender de sus parejas. Es momento de empoderarlas para que sean libres, emprendedoras y capaces de construir sus propios sueños con bases reales.