Desde que pusimos pie en el muelle, algo dentro de nosotros cambió. Subir a la canoa motorizada y dejar atrás la tierra firme era como desprendernos del mundo moderno y adentrarnos en el corazón palpitante de la selva amazónica. El viento en el rostro, el río Napo corriendo bajo nosotros, y a lo lejos, el sonido de aves exóticas, todo apuntaba a que la aventura había comenzado para llevar este súper reportaje de mi fotógrafo Óscar Ayo y yo.
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Un lugar de historia y magia
La Casa del Suizo, fundada por Arnold Ammeter – Beni, como le dicen con cariño – es mucho más que un lodge. Es la realización de un sueño. Uno que empezó en los años 60 cuando Beni llegó a América del Sur y quedó cautivado por la majestuosidad de la Amazonía ecuatoriana. Con cada palabra que nos contaba nuestro guía César sobre su historia, me transportaba a los días en que él y sus hijas navegaban estas aguas bajo la luz de la luna y las estrellas. Hoy, esa visión se ha transformado en un refugio de 77 habitaciones, rodeado por la majestuosidad de la selva y la calma imponente del río.
Despertar en la selva
Mi habitación, una joya en medio de la vegetación exuberante, me ofreció mucho más que comodidad. Abrir las ventanas cada mañana era como asomarme a un universo paralelo. La brisa cargada de vida selvática, el canto de aves desconocidas, y las aguas poderosas del Napo pasando a lo lejos me hacían sentir pequeña y conectada a la vez. No había nada que hacer, salvo sentarme en la hamaca de mi terraza, sumergirme en la vista y dejar que la naturaleza hiciera el resto.
Sabores de la Amazonía
La gastronomía en La Casa del Suizo fue una experiencia en sí misma. Desde platos ecuatorianos tradicionales hasta opciones internacionales, el restaurante era un festín para los sentidos. Recuerdo un delicioso sancocho de paiche, era la primera vez que probaba esta sopa que sabía a hogar, pero con el toque exótico de los ingredientes amazónicos como este pescado, muy parecido a la sueve corvina.
Todo estaba perfectamente preparado y ofrecen los buffetes en el desayuno, almuerzo y cena. Podrás degustar desde las ensaladas frescas hasta los postres. Y para quienes tienen dietas específicas, las opciones vegetarianas y sin gluten no faltaban. El café, claro está, era delicioso, proveniente de los alrededores.
Aventuras que dejan huella
La Casa del Suizo es mucho más que un lugar para descansar. Es una puerta abierta a la selva y a todas las maravillas que alberga. La primera vez que floté sobre el río Napo en una balsa hecha por mis propias manos fue un momento que jamás olvidaré. Siguiendo las técnicas ancestrales de las comunidades indígenas, junto a mis compañeros, atamos los troncos, nos reímos mientras intentábamos mantenernos a flote y finalmente nos lanzamos a la corriente, remando río abajo como lo hizo Francisco de Orellana siglos atrás.
En la tarde también fuimos al río Arajuno para vivir la aventura del tubing
Pero la adrenalina no terminó ahí. ¿Quién se habría imaginado que caminaría entre las copas de los árboles, suspendida en una cuerda, deslizándome de un lado a otro en el Canopy Adventure Park? La sensación de libertad era indescriptible. Todo, desde el equipo hasta los guías, me brindaba una seguridad que me permitió lanzarme sin miedo a disfrutar el momento.
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Encuentros cercanos con la fauna y la cultura local
Si bien la naturaleza salvaje es impactante, la conexión con las comunidades y la fauna local fue lo que realmente me tocó el alma. En la Casa de Mariposas, me sentí como una niña, rodeada de cientos de estas criaturas mágicas que revoloteaban a mi alrededor en una explosión de colores. Y en AmaZoonico, pude conocer de cerca a ocelotes, guacamayos y hasta un tapir. Ver cómo este refugio trabaja incansablemente para proteger a los animales que han sido víctimas del tráfico ilegal fue profundamente conmovedor.
El avistamiento de caimanes fue otra vivencia que me dejó sin aliento. Al principio, solo pude ver pequeñas ondulaciones en el agua, pero pronto un par de ojos emergieron de la oscuridad, observándome en silencio. A medida que pasaban los minutos, más y más ojos comenzaron a aparecer, revelando la presencia de una familia entera de caimanes.
César, nuestro guía lanzaba pequeños trozos de carne para atraerlos. Llegaron hasta 8 caimanes, desde enormes adultos hasta pequeños crías que apenas comenzaban su vida en la selva. Verlos tan cerca fue emocionante y sobrecogedor a la vez.
La visita a la comunidad kichwa en la Isla Anaconda fue otro de esos momentos que se quedan grabados. La madre de la familia nos enseñó cómo cocinar con ingredientes locales, mientras los hombres nos mostraban el arte ancestral de la cerbatana. Nunca imaginé que podría acertar un blanco a tantos metros con un simple soplido, ¡pero lo hice!
Pudimos capturar el proceso de cómo hacen su chocolate, las cerámicas, y el tallado en balsa.
Un descanso para el cuerpo y el alma
Tras días llenos de emociones y aventuras, no hay nada como regresar a La Casa del Suizo y entregarse a un masaje revitalizante. Mientras sentía que las tensiones se desvanecían, pensaba en lo afortunada que era por haber vivido esta experiencia.
La Casa del Suizo no es solo un destino de lujo en medio de la Amazonía. Es un lugar que te invita a desconectar del ruido del mundo y reconectar con la naturaleza, con la historia y con uno mismo. Aquí, el tiempo parece detenerse y cada instante es un regalo. Al despedirme, desde la canoa que me llevaba de vuelta, solo podía pensar en cuándo regresaría a este paraíso en medio de la selva.
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