¡Hola! Nuevamente por aquí para hablarles sobre un tema que ya hubiese querido yo saber hace muchos años. No todos nacemos con el don del orden, sin embargo, es una herramienta que se puede aprender y qué mejor que enseñarles a nuestros niños desde muy pequeños.
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Recordemos que el orden es necesario para tener una buena convivencia familiar y que una casa ordenada proporciona tranquilidad a todos sus miembros. Es importante comenzar con el ejemplo. No puedes pretender enseñar el orden a tus hijos si tus espacios no están ordenados. Los niños copian de sus padres y de las personas que influyen en sus vidas. Por eso, primero debes comenzar a aplicar el orden en tu vida, antes de querer enseñar y ayudar a tus hijos.
Cuando les enseñamos el orden a los niños desde muy temprana edad e incorporamos en su vida diaria rutinas que posteriormente se convertirán en hábitos, les estamos proporcionando herramientas muy poderosas que les ayudarán durante toda su vida. Y hoy estamos aquí para aprender a enseñar el orden.
Adentrándonos ya en el tema, consideremos que existen tres grupos de padres: los que no los acompañan, los que hacen todo por ellos y los que los acompañan.
En el primer grupo, no me refiero a los padres que no están presentes, sino a aquellos que simplemente les dan órdenes como, por ejemplo: “arregla tu cuarto antes de comer”, pero no se dan el trabajo de enseñarles, de explicarles, de decirles qué implica ese orden. Si le digo al niño, “ordena tus carritos” y no tiene un cajón, una canastilla, un estante en donde colocarlos, no va a saber qué hacer con ellos. No significa que no lo quiera hacer, sino que no sabe cómo hacerlo.
Luego tenemos el grupo de los que hacen todo por ellos, desde cortarles la comida, tenderles su cama, prepararles el uniforme e incluso ordenarles sus juguetes. Puede ser porque el desorden les agobia y al hacerlo ellos mismo lo hacen más rápido o porque simplemente no tienen paciencia. Si esto está sucediendo tampoco es lo correcto, pues los padres no se están tomando el tiempo necesario para enseñarles a sus hijos cómo lo deben hacer.
Y por último tenemos a los padres que acompañan, que les dan a los niños las herramientas necesarias y les enseñan qué significa ordenar su cuarto y cómo hacerlo. Esto no significa que tengamos que enseñarle a un niño de un año a tender su cama, pues son los padres quienes deben darse cuenta cuándo el niño está listo para empezar a realizar determinadas tareas en el hogar. Al irles asignando responsabilidades, de acuerdo con su edad, los estamos alentando y transmitiéndoles confianza.
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Por otro lado, tenemos las etapas de crecimiento de los niños, que las hemos dividido en dos: la primera, de 0 a 4 años y la segunda desde los 5 años, cuando los niños empiezan a ir a la escuela. En cada una de estas etapas los padres tendrán acompañamiento, expectativas y tiempos distintos. No es lo mismo decirle a un niño de 2 años que arregle sus juguetes, que decirle a un niño de 10 que prepare su uniforme. Debemos tener en cuenta la edad de los niños al momento de ir incorporándolos en estas tareas. Hay estudios que indican que durante el proceso de crecimiento de los niños hay tres grandes aliados fundamentales y tienen que ver con el orden, el hábito y las rutinas.
En la primera etapa, de 0 a 4 años, los niños necesitan orden exterior que les permita ir comprendiendo e interiorizando el mundo que los rodea. Un entorno ordenado les dará confianza, seguridad, constancia, rutina y concentración. El objetivo debe ser que los niños utilicen su energía para crear, explorar e imaginar, antes que pedir y buscar sus cosas.
Las habitaciones deben ser simples, con colores cálidos, tener luz natural, ventilación y deben estar ordenadas y limpias. Los muebles y estantes deben estar a su altura para que sus cosas, sus juguetes e incluso su ropa, estén a su alcance. Hay quienes recomiendan que en las habitaciones de los niños las camas estén en el piso, que tenga un parlante para reproducir música y que tengan un reloj (no digital) para que el niño empiece a incorporar desde pequeño el sentido del tiempo. Incluso la decoración, como los cuadros, debe estar a su altura. De ser posible en el baño y en la cocina, debe haber espacios diseñados para los niños. Esto les da independencia.
El lugar de juegos, ya sea que esté en la habitación o en un espacio independiente, al igual que en caso anterior, debe tener estantes y muebles a su altura, una mesa con sillas, una alfombra (no de lana) para jugar, una biblioteca con sus libros, un sillón para lectura y cajas o contenedores para guardar sus juguetes debidamente clasificados y categorizados, que pueden servir también para transportarlos con facilidad de un lugar a otro. Etiquetar las cajas o poner un sticker de color, o una foto, ayudará a que el niño sepa en dónde debe ir cada cosa, por lo tanto, es muy importante ordenarlos por categorías: autos, animales, bloques, pelotas, peluches, muñecas, etc. No deben estar las cosas amontonadas, se deben ir rotando periódicamente los juguetes, sacando los que ya no corresponden a su edad y colocando los nuevos. Cuando les compramos nuevos juguetes, pensemos en dónde los van a colocar.
Inculquemos a los niños que luego del juego, que es muy importante para su desarrollo, viene el orden de los juguetes. Una buena manera de incentivarlos a hacerlo es utilizando canciones para que, sin darse cuenta, cuando empiezan a escuchar la canción, sepan que ha llegado el momento de ordenar e irán incorporando esta rutina.
A partir de los 2 y 3 años se pueden ir incorporando algunas tareas del hogar que el niño las puede hacer: comer solo, ordenar sus juguetes, regar las plantas, colocar la ropa sucia en el canasto, recoger sus cubiertos y sus platos. A partir de los 4 años podrán: vestirse sin ayuda, doblar su ropa, asearse solos, ayudar a poner la mesa, ocuparse de la mascota. Empieza con unas pocas tareas y luego vas incorporando otras conforme el niño va creciendo. Cuando una rutina se repite, se generan los hábitos.
Una buena recomendación es utilizar tarjetas de apoyo visual de los momentos más significativos del día, como: levantarse, lavarse los dientes, comer, bañarse, jugar, etc. Esto les permite conocer con anticipación lo que va a suceder después, les da autonomía, les orienta, saben lo que va a suceder después, evitando y previniendo caprichos. Conforme el niño va creciendo, irá interiorizando las rutinas diarias que le ayudarán a saber qué es lo que viene después y lo hará por sí solo.
La siguiente etapa es cuando los niños comienzan a ir al colegio. Es el momento en que empiezan a lavarse las manos por sí mismos, se desvisten y se peinan solos, ponen la mesa. A partir de los 5 años se deben ir sumando otras rutinas relacionadas con las tareas y limpieza del hogar, como: barrer, limpiar, lavar, doblar, poner la mesa, así como también temas relacionados con el cuidado del medio ambiente, como reciclar y separar la basura. A los 6 o 7 años los niños deben estar ya en capacidad de tender su cama, organizar su escritorio, preparar la mochila, colocar su ropa en el armario, preparar su cena. Conforme van creciendo, a los 8 o 9 años, deberán bañarse por sí solos, ayudar en la cocina, levantar los platos de la mesa, preparar platos sencillos, colocar los platos en el lavaplatos. A los 10 años ya deben estar capacitados para limpiar su habitación, ayudar con los hermanos pequeños, sacar la basura, pasear a la mascota, trapear o limpiar el piso, limpiar el baño.
Estas tareas que en un inicio estaban reflejadas en las tarjetas de apoyo visual, deberían estar visibles en algún sitio de la casa y se pueden utilizar sistemas que nos permitan ir haciendo un check list.
En esta etapa se suman el uniforme, la mochila y las tareas escolares. El uniforme y la mochila deben tener un lugar asignado y deben estar preparados desde el día anterior. De igual manera, los cuadernos, carpetas y útiles, deben quedar dentro de la mochila.
Para hacer las tareas es importante escoger un lugar específico en la casa, sin distractores, en donde el niño tenga todo lo que necesite a su alcance y establecer un horario para hacerlo, es decir, establecer una rutina de estudio. Puede ser en la habitación del niño, con un escritorio despejado, con buena luz, con una silla cómoda. Es recomendable que no sea la mesa del comedor o la cocina.
Cuando los niños apoyan en las labores domésticas se sienten más comprometidos, competentes y seguros. Su autoestima se eleva. Demos instrucciones claras y emitamos comentarios positivos, agradeciéndoles y haciéndolos sentir importantes. Compartir el amor y compartir las tareas del hogar hace que las familias sean más eficientes, unidas y armoniosas.
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