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Generación NINI: “No quiero estudiar ni trabajar”

Según estudios, en nuestro país hay más de 700 mil jóvenes con estas características, mayoritariamente mujeres. ¿Cómo identificarlos? ¿Qué los motiva? ¿Cómo cambiarlos? ¿O sólo queda aceptarlos?

 

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Por Carolina Palma Fuentealba

Se trata de jóvenes entre 15 y 29 años que no pueden o no quieren estudiar, y viven a expensas de sus padres. Según cifras de la Séptima Encuesta Nacional de la Juventud, en Chile habría más de 750 mil jóvenes que decidieron desligarse del sistema y mantener este estilo de vida, donde las mujeres representan el 87% y los hombres el 13%. Por supuesto existe un componente social y económico, pero en este caso sólo ahondaremos en quienes no quieren estudiar ni trabajar.

Edmundo Campusano, sicólogo clínico de la Universidad Mayor, plantea que se ha alargado la vida y que todos los procesos se han lentificado o cambiado al menos una generación, es decir, diez años. «Un ejemplo claro es que si preguntamos a mujeres de 20 cuándo quieren tener hijos, antes dirían ‘luego’, pero ahora optan por después de los 30, porque quieren viajar, vivir solas, etcétera», señala.

«El otro día, un chico de 10 años me dijo que cuando grande él se quería tomar 2 años de descanso, porque estudian mucho en el colegio y es muy cansador. Hay una sensación de enlentecimiento, y eso va muy de la mano de los hijos canguros, aquellos que se van quedando en la casa y optan por alargar el proceso de saltar hacia la autonomía», explica Campusano.

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No hablamos de jóvenes de nivel socioeconómico bajo, sino de medio hacia arriba. En el fondo, todo aquel que tiene la posibilidad de «pensar» que todavía no es el tiempo de trabajar o hacerse cargo de su propia existencia. El especialista nos explica un punto interesante. «El fenómeno del nido vacío es muy fuerte, y para los padres –después de quedar desocupados de la crianza, en casa, aburridos, con relaciones de pareja deterioradas– la tentación de hacer que el hijo se quede al lado de ellos es enorme. No es que le digan ‘quédate en la casa por favor’, sino que sin darse cuenta con frases como ‘anda no más, no te preocupes. Nosotros nos quedamos en la casa’, el joven empieza a sentir que es necesario ahí, que hay una lealtad emocional, lo que le impide decir ‘agarro mis cositas y me voy, porque tengo derecho’. Más bien lo van posponiendo».

El factor económico también es real, porque está todo caro y mantenerse solo a veces es complicado. O por lo menos no permite ahorrar. El experto de la Universidad Mayor cree que algunas veces es una excusa, ya que la plata se puede gestionar. ¿Qué está pasando? Estaríamos ante un aumento de frases del tipo «voy a trabajar en lo que me gusta» o «no me siento motivado». «¿Cuándo en la historia de la humanidad se trabaja por gusto o motivación? Históricamente los seres humanos hemos trabajado porque se debe, uno tiene que pagar las cuentas, porque se ha hecho responsable de su propia vida y ojalá sea en algo que medianamente te agrade, pero te aseguro que no todos se levantan motivados; lo hacen porque deben hacerlo, y en el transcurso del día se motivan. Estos jóvenes creen que el criterio Nº1 para hacer algo son las ganas. Si fuera por las ganas, los seres humanos no harían nada», analiza Campusano.

De hecho, si recordamos, nuestros abuelos cuentan la historia que comenzaron a trabajar desde pequeños, y no necesitaron el título para hacerlo, había que arreglárselas. Y no eran necesariamente de clase humilde, pero los padres les decían que había que trabajar porque en casa «no se aceptan vagos».

Claro que no debemos culpar sólo a los jóvenes, porque el desarrollo de la conciencia se desarrolla paulatinamente en los seres humanos. Hace algunos años se empezó a poner la felicidad en el centro de la existencia, y cuando esto pasa, se pierde un poco el foco. «Pasa algo extraño; cuando le preguntas a la gente ‘qué es ser feliz para usted’, no saben. Como dice la película, se sienten con una búsqueda constante de la felicidad, pero con una sensación constante de no lograrla, y eso genera mucha frustración», detalla el sicólogo.

Otro panorama existe en culturas como la estadounidense, donde en su mayoría, comienzan a trabajar en la adolescencia cuidando niños o atendiendo en algún bar, sin que nadie lo cuestione, y es bien visto. «La tarea de los padres es criar, no otra. Algunos dicen que hay que amarlos, pero no, hay que criarlos con amor, que es distinto. Les tengo una mala noticia: criar es, en un 80%, frustrar. Cuando el padre tiene plata no debe decirle ‘para qué vas a trabajar un mes para ganar 80 mil pesos’. Eso está mal. No es sólo que trabaje por la plata, sino que aprender normas, entiende que otro manda más que tú, y no está la mamá para cuidarte. Todo eso se aprende afuera, en la vida social, pololeando, teniendo amigos. Si no lo haces, es probable que tengas un niño Nini».

Para Campusano estos cambios se han producido por diversas razones; por ejemplo, con la aparición de los derechos de los niños que, pese a ser un hecho muy positivo, ha provocado que los padres pierdan poder. Por otra parte, antes la familia era más estructurada, y ahora son los tuyos, los míos y los nuestros. Y como tercer punto, el tema valórico ha perdido sentido. «Te amenazaban que si hacías algo malo te ibas al infierno, entonces había un cierto control valórico. ¿Cuál es el sentido de la vida para los chilenos? Antiguamente era para ganarse el cielo, y hoy los jóvenes creen que la vida es puro placer, que sólo vale si me gusta algo. Esto se transforma en un arma de doble filo, porque es momentáneo», explica.

Para solucionar este tipo de conflictos, el especialista comenta que en su consulta los padres se dan cuenta que el sistema ha potenciado las características del joven Nini, y comienzan a darse cuenta de la importancia de incentivar su maduración. «La maduración tiene 3 conceptos: autonomía, responsabilidad e independencia, y los padres deberían incentivar estos tres aspectos. En otro sentido, en la consulta se pueden dar cuenta de la importancia de estar de acuerdo en ciertas decisiones, como no darle mesada, para actuar en bloque. Una buena fórmula es preguntarle al hijo hasta cuándo se queda en casa o que ayude económicamente, y decirle que tanto lo aman que lo quieren hacer responsable».

Un ejemplo claro es la típica imagen de una familia pegoteada, de padres que estimulan poco la autonomía. ¿Qué pasará? Van a tener un joven pegoteado, con poco sentido de hacerse cargo de sí mismo, picoteando por aquí y por allá, sin claridad en lo que quiere hacer, entonces mejor se queda en casa porque es un escenario seguro.

Si las cosas no funcionan, recurrir a un especialista es una gran opción, porque uno adentro ve mucho menos que alguien desde afuera. Si tus hijos son más pequeños, resulta necesario poner atención a tus decisiones, ya que los Nini se forman en la niñez. «Frases como ‘no quiero que vaya a la casa de los amigos, mejor que todos vengan para acá’ o ‘prefiero hacer esto por ti’, van criando un hijo dependiente.

¿Otra causa? Como apuntamos antes, entre más mala es la relación entre los padres, más posibilidades hay que se pegoteen a los padres. «Si estoy contigo en pareja, lo pasamos bien, somos capaces de ir a tomarnos un trago o una cerveza y tenemos una rica vida, los cabros van armando su vida también, porque los padres no lo necesitan en el medio. Al contrario, si los padres se llevan pésimo y lo único que los hace sentir bien son los niños en la casa, los hijos se crían con la sensación que deben estar ahí».

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