Colombia

Una defensa a las pintas de Yina Calderón: ¿y si solo ejerce el derecho de vestirnos como queremos?

Análisis de los looks de Yina Calderón y defensa

Debo aclarar, antes que me vayan a tirar piedras, varias cosas: 1. No soy fanática de Yina Calderón en el sentido básico. Sí, una de mis entrevistas de ensueño sería con ella por lo kitsch que es (volveré a ese tema en un momento), por su vida surreal. Pero no tanto como para desconocer sus comportamientos erráticos y sus polémicas.

2. Si bien comparto rasgos de su personalidad (moderados por sentido de autoconservación y bueno, que la gente puede cambiar), no significa que no entienda por qué la detestan: es más, siento que lo hace estratégicamente, incluso ante Melissa Gate,, para permanecer en el programa. Y por su nula inteligencia emocional “” ante alguien que sencillamente es más estratégico que ella en todo momento y que sabe cómo enfurecerla.

Y por último: personalmente, no me vestiría así. Mis gustos estéticos, mi contexto personal están muy lejos de su universo. Si bien tengo ciertos looks excéntricos estoy más cerca, creo yo, de Isabella Blow, la mentora de Alexander McQueen, que de la Tigresa del Oriente. Y su apariencia me choca, siendo sincera.

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Pero como soy periodista de moda, como profesional, debo saber los contextos, historias y modos en las que una persona expresa su individualidad. Contextos económicos, sociales y hasta políticos. De dónde salen ciertas expresiones, como se ha visto en las historias de moda de Occidente, Latinoamérica y Asia. Y cómo son percibidas.

Siendo así, procederé a defenderla más allá de mi gusto personal. Porque siento que es severamente juzgada en un país que hasta ahora está abriendo su mente hacia el mundo.

Y aún le cuesta, muchísimo, hacerlo. Y aún le cuesta aceptar ciertas expresiones lejos de la moda hegemónica que incluso ha violentado a lo largo de su historia.

Siento que por un lado, como dice mi colega Beatriz Arango, y como han sostenido quienes la defienden, incluidos amigos y su diseñador, sabe que lo hace por contenido y para que el vestido sea un protagonista más. Ahoa bien, esto también hace parte de su personalidad.

Mis ínfulas clasistas (y más en Bogotá) y las de muchas personas en el país la han mirado con mucho desprecio por nunca dejar de ser la persona que vimos, con ese cabello alborotado y blandiendo cuchillo en ‘Protagonistas’. Yina es todo lo que no debería ser una influencer. Las antípodas de una Laura Tobón (que nada en contra, es una gran profesional).

Yina, al fin y al cabo, está en las antípodas de lo que debería “” ser una famosa :correctísima, vestida de correctísima moda colombiana, con joyas correctísimas, boleros correctísimos, vestida de café y maquillaje y neutros, con tatuajes carentes de personalidad, cabello naturalísimo y sin opiniones sobre nada. O si las tiene, son puro paz y amor: “pídele al universo y lo lograrás, agradezco al Universo por tanto amor, no critiques porque es malo, etc”. El tipo de famosa querida en Colombia porque al fin y al cabo, sí, seguimos teniendo una idea muy antigua, muy anacrónica y muy aburrida (¡aburridísima!) de lo que debe ser una mujer.

Por supuesto, Yina tiene problemas con la bebida. Una familia igual de problemática. Ama ser surreal. Abraza esa parte de su personalidad. Ha hecho guarachas con la comunidad de trabajadoras sexuales. Abraza todo tipo de corporalidades que acá se deben tapar, disimular o anular. Es abierta, más abierta con su vida de lo que cualquiera aceptaría. Con su sexualidad. Con sus cirugías y su nula a veces responsabilidad corporal.

Tiene opiniones, y fuertes, sobre todo. Y no le importan las consecuencias. Y puede ser como sea, incluso una mala amiga, de manera abierta, como le pasó con Aída Victoria. Es, al fin y al cabo, todo lo que una famosa colombiana no debería ser.

Y en eso está toda su composición corporal. Sus cejas tatuadas, como las permanentes que las mamás de los 90 se hacían y de las que hoy están arrepentidas.

Yina sabe interpretar ese personaje. Se alimenta de las críticas. Pero tiene algo que muy pocos en el país tienen: la libertad de experimentar con su apariencia sin temor a nada. Y eso en un lugar donde la moda tiene que ser una armadura para aún protegerse de las críticas de la hegemonía.

Yina Calderón no es la primera persona violentada en Colombia por vestirse como se viste

Ella sabe que es un meme y así da contenido. Y lamento informarles que no es la única: hay todo un contexto de personajes kitsch y surreales en LATAM y en el mundo que siempre han sido libres de expresar múltiples referencias en su corporalidad para hacerlos tan únicos como personajes.

Lin May, en México, por ejemplo. La Tigresa del Oriente, en Perú. Incluso el mismo Leigh Bowery, ícono de moda del clubbing y de la historia de la moda, también (ya indigné a la comunidad queer, pero sí, Yina se ha acercado a ella también).

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A esa tradición drag de la comunidad que ella pretende apropiar. Y podríamos hablar (espero que cuando salga me muestre su armario o hablar con su diseñador) de todas sus referencias vestimentarias. Me parecen la mar de interesantes en una Colombia que a 2025 se pretende vestir de old money en un país tropical, urbano, andino y cuyas juventudes están muy lejos de creer en esos relatos de las grandes marcas, siempre tan excluyentes y anodinas.

Ahora bien, Yina también puede ser por ejemplo el congresista que se puso los tacones en plena posesión del Congreso, Andrés Cancimance, del Putumayo, (hablé con él al respecto) para mostrar cómo violentan a la comunidad LGBT por usar ropa y quitarle el género en pleno espacio público y más en un departamento que no es un espacio seguro para esa expresión.

Porque sí, en la Colombia del 2025 a las personas de la comunidad se les violenta por usar faldas, rosado y tacones. Los gritos. Vean los comentarios hacia el Congresista, para comenzar.

Y eso que a largas muy, son los más innovadores en ferias de moda. Pero aún tienen que ser sometidos a toda clase de violencia. Y no son los únicos: hay una serie de jovencitas en TikTok en toda Latinoamérica y en Colombia con una visión increíble de la moda alternativa que se sale de cualquier norma. Y que también reciben ese odio. Y ay, ¡ay! de que una mujer gorda use algo “prohibido”.

Ni les cuento: acá las influencers tienen que ser correctas. Pero si una mujer como ‘La Fatshionista’, mexicana, usa lo que ella en Colombia será peor de violentada como lo que ella usa en su propio país.

Y así podría seguir. Hay un mundo afuera que este país apenas alcanza y comienza a ver, pero falta un camino aterrador. Un camino cimentado con violencia incluso por parte de los grupos armados a quienes hacían parte de subculturas como el metal, ni qué decir lo que les hacían a las mujeres trans, por ejemplo. Un camino aún lleno de violencia hacia el diferente.

Y sí, los comentarios hacia esa mirada del vestido también me hacen reír, soy periodista de moda, no una santa. Las parodias son de un ingenio bárbaro, al el vestuario de Yina reproducir precisamente lo que quiere: comentario social.

Pero todo eso me hace pensar por qué aún en Colombia nos choca tanto ver a alguien que se atreve, simplemente, a ser a través de su propio cuerpo y su ropa.

Por qué nuestra concepción de gusto no nos permite ver un poco más allá. Y está bien que no nos guste, pero al menos podríamos analizar el origen de ese ‘hate’ a través de lo que nos quiere decir el personaje más allá de su continuo papel.

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